La otra casa 23 Jun 2006

El revés del diálogo

La Nación | Redacción

 

Nunca digas que conoces la última palabra acerca de cualquier corazón humano", dijo Henry James (1843-1916). Esa frase muy bien podría aplicarse a los personajes que habitan el escenario inglés de su novela La otra casa , que se publica por primera vez en la Argentina. En realidad, se trata de dos casas vecinas separadas por un parque y un río: Eastmead y Bounds. En la primera vive la viuda Kate Beever, que ha invitado a la joven Jean Martle como candidata para casarse con su hijo Paul. Tony Bream, dueño de Bounds, es el otro socio del Banco Beever & Bream. Su esposa Julia acaba de darle una hija, Effie. Ellos tienen como huésped a Rose Armiger cuyo novio, Dennis Vidal, llegó de China para proponerle matrimonio.

Al principio uno puede suponer que el escritor norteamericano propondrá una intrincada comedia romántica, pero pronto surgen sutiles indicios de que se dirige hacia las zonas oscuras de la mente humana. La señal de alarma es que Julia, atendida por el doctor Ramage, está convencida de que va a morir y le hace jurar a su esposo que no volverá a casarse mientras viva su hija.

James empezó esta obra como un libreto, en 1894, y luego la adaptó a una forma novelística. Los rastros de su concepción original se notan en el predominio casi absoluto del diálogo sobre los pasajes narrativos y descriptivos. Lo mismo puede decirse de la estructura: los tres libros en los que se divide son actos y los capítulos pueden considerarse escenas. ¿Por qué James no conservó la forma teatral? Desde 1890 venía intentado sin éxito triunfar en el teatro. El fracaso de Guy Domville , estrenado en enero de 1895, lo decidió a abandonar ese género. Fue una frustración de la cual le costó recuperarse.

Parte de su débâcle en la dramaturgia puede atribuirse a que nunca consintió en desviar los objetivos de su arte para conseguir un público masivo. En La otra casa los lectores no deben esperar un desenlace convencional. Cuando reencontramos a los personajes en la segunda parte de la novela, nos enteramos de que Julia, tal como ella lo presentía, murió cuatro años atrás. Es el día del cumpleaños de su hija Effie, todos se aprestan a celebrarlo, pero los signos amenazantes no ceden y estamos a punto de presenciar un asesinato que causa horror tanto por la víctima elegida como por la apasionada frialdad de quien lo comete. En el final, la obra parece deslizarse hacia una conclusión policial con pesquisas a cargo de la señora Beever y el médico. Sin embargo, los que exijan un triunfo catártico de la justicia pueden decepcionarse ante el castigo diseñado por James para la persona culpable.

Este maestro de la ambigüedad y la penetración psicológica enfoca los diálogos en un primerísimo plano porque, según sus propias palabras, existen "determinadas situaciones que demandan menos los largavistas que el microscopio". Claro que hay que saber interpretar el mensaje escondido en estas elegantes conversaciones llenas de sentidos ocultos y no dejarse engañar por las falsas apariencias, porque lo no dicho puede ser más importante que lo que se dice. Gracias a la cuidadosa traducción de Edgardo Russo, los matices más delicados afloran con una lectura atenta.

A muchos críticos les ha llamado la atención la irrupción de semejante crimen en esta obra. El biógrafo Leon Edel, mediante una lectura simbólica de La otra casa , lo relaciona con el brutal rechazo sufrido por James en su carrera teatral. En una ocasión, el autor de Las alas de la paloma confesó que durante ese período se había sentido sumergido en un "oscuro mundo ´subacuoso ". Edel sostiene que esa experiencia habría sido tan traumática que representó "el asesinato de la inocencia, como si algún remoto pequeño ser dentro de James mismo hubiese sido ´aniquilado "