Pasolini por Pasolini 06 Mar 2022

El sueño de una vida irrepetible

Perfil cultura | Omar Genovese

Se cumplieron ayer cien años del nacimiento del último intelectual del siglo XX. Su figura tiñe el pensamiento político, cinematográfico, literario, poético y teatral de un modo inusual: luego de su trágica muerte, en noviembre de 1975, los que lo sobrevivieron continuaron viviendo y razonando, imaginando lo que en determinadas circunstancias Pasolini habría dicho. No existe un modo más extremo y definitivo de continuar con vida.

 

El lugar del crimen de Pier Paolo Pasolini no es el Idroscalo di Ostia. Es el siglo XX. Somos los culpables que hemos vivido este siglo lleno de tragedias y utopías. Y el castigo a cumplir es abrir de par en par las puertas de este siglo, mostrarlo sin omisiones, sin reticencias, sin pudor, sin tachaduras”. Esta reflexión pertenece Ascanio Celestini, responsable del espectáculo teatral titulado Museo Pasolini, que debutó en el teatro Asioli de Correggio el miércoles pasado con entradas agotadas. A cien años de su nacimiento, Pier Paolo Pasolini (PPP) completó el círculo de la vida con la violencia sobre su cuerpo, una definición estética, un llamado de atención hacia el futuro. Y esa es, tal vez, la mayor dificultad al acercarse a su obra junto con la multiplicidad de campos que implica, porque tropezamos con una pregunta sombría, un boomerang de sinceridad en nada retórico: ¿hacia dónde va la humanidad si desprecia la existencia de cada uno de nosotros?

Ayer, 5 de marzo, fecha del nacimiento de PPP, se inauguró un museo, en Casa Colussi, la casa de su madre Susanna en Casarsa della Delizia, a pocos kilómetros de Pordenone, lugar donde vivió durante su infancia y adolescencia, y que ya es sede del Centro de Estudios de su obra. Entre la carne y el cielo es el título del Festival de Ravena, en su XXXIII edición, dedicado a la obra de PPP cuya programación se anunciará el 12 de marzo. Foulguraciones figurativas forma parte del circuito Pasolini 100, evento organizado por la Cineteca de Bolonia (ciudad donde nació el poeta), que incluye la exposición, una conferencia, dos publicaciones, una retrospectiva integral de sus películas con la distribución en toda Italia de una selección de las mismas. Uno de los aspectos de esta exposición es que señala la formación estética en la Universidad de Bologna de la mano de Roberto Longhi. Resulta llamativa la influencia de Masaccio y Caravaggio, así como la comparación de fotogramas de La ricota y El Evangelio según San Mateo donde aparecen la Deposición de la cruz de Rosso Fiorentino, la Virgen del parto y la Exaltación de la cruz, ambas de Piero della Francesca, o el uso del color inspirado en Pontormo. Al respecto, Roberto Chiesi, director del Centro de Estudios Pier Paolo Pasolini, destaca que esta influencia se basa en “el hecho de que en el centro de su pintura esté el pueblo y una corporalidad no idealizada sino popular y realista. El mundo popular y campesino ya era una dimensión que le fascinaba durante los veranos pasados en Casarsa, el pueblo de su madre. Y la madre, como sabemos, fue el primer mito de su vida, del que todo descendía”.

Para Marco Antonio Bazzocchi, uno de los curadores, señala que en determinado momento el cineasta enfrenta un límite estético: ya no puede representar a la clase baja. “Ya no encuentra esa corporeidad baja que tanto le interesaba porque los pueblos van desapareciendo, entonces decide ir a buscar esa expresividad del cuerpo en África: va a Eritrea, Marruecos, Malí, allí encuentra una corporeidad aún no afectada por la civilización. El núcleo fuerte de esta presencia física queda concentrado en el rostro, en los ojos, en el primer plano, en los gestos. Con tomas directas sin filtros, con efectos de claroscuro dados por el contraste de luces y sombras.” Pero, a su vez, PPP “se da cuenta de que todo lo que hizo en realidad está corrupto en la base, porque en un sistema capitalista avanzado como el de Italia en los años 70, hasta el cuerpo está sujeto a manipulación por parte del poder. Los jóvenes no son tan ingenuos como pensaba.” 

A la manera de un antropólogo de la estética cinematográfica, PPP explora la diversidad humana, y no solo es un ojo atento, se trata de uno crítico, de cuyo efecto obtiene un concepto de belleza que desatará el conflicto directo con la en nada discreta burguesía italiana. Porque confluyeron en él la lectura de El Capital de Karl Marx como si fuera La Biblia, y podemos decir: encontró el dogma, lo puso en práctica al rescatar el rasgo humanista que ambas doctrinas perdieron en la práctica del poder. Pero en la centralidad del cuerpo no encuentra la salida porque se convierte en el principal objeto de atención del poder neocapitalista. Anticipa el conflicto de este siglo XXI: hoy no se exige ser expresivo, a todos se les pide ser comunicativos, que es el paso de la creación a la información. El cuerpo cumple una función mecánica, utilitaria, cosa inexpresiva, incluso informe (o formada a tono con la moda). Se trata de gustar, no de amar.

Es aquí donde corresponde enumerar en qué campos intelectuales trabajó PPP. Fue poeta, guionista, actor, director, novelista, ensayista, dramaturgo, traductor, editor, artista plástico y lingüista. Y lo sorprendente de tal diversidad es que las ejerció de manera prolífica durante quience años, productividad comparable a la de Fassbinder, pero más diversificada. De hecho, el film de Abel Ferrara, de tono biográfico, Pasolini (2014), con Willem Dafoe en el rol del intelectual, centra su dinámica en el febril y planificado día de trabajo, cómo abarcaba ese todo de manera simultánea con fervor y eficiencia. A esto deben sumarse las intervenciones mediáticas, columnas en diarios y reportajes televisivos, donde queda expuesta la materia de su argumentación, la duda como esencia del artista (ver columna de Guillermo Piro). 

Homosexual, directo en sus formas (ver columna de Bernardo Bertolucci), su presencia tuvo una contraapuesta de la sociedad italiana de la época: la prohibición, la censura y los procesos judiciales. También se enfrentó con el Partido Comunista Italiano (PCI), en el cual militó más por ser un centro cultural que una esperanza de futuro, incluso ejerciendo un “correo de lectores” de tipo político, donde contestaba las cartas en las que se planteaban las desilusiones y contradicciones en tal ámbito. Un correo del corazón de algo que este siglo ha perdido: el debate del pueblo como democracia profunda. Las dos columnas citadas hasta aquí pertenecen al libro Pasolini por Pasolini: entrevistas y debates sobre cine (El Cuenco de Plata, febrero 2022), traducido por Piro.

La tercera columna que acompaña a este recuerdo, de Gianni Vattimo, pertenece al reciente libro publicado por la Universidad Nacional de las Artes (UNA), Pasolini, el penúltimo revolucionario, compilación de artículos de diversos autores realizada por Marcelo González Magnasco. En 2019 Mardulce Editora publicó la primera novela de PPP, escrita en 1950: El sueño de una cosa, con traducción de Piro, quien prepara tres traducciones más: una compilación de los artículos de PPP publicados en la revista que codirigió a mediados de los años 50, Officina, con prólogo de Daniel Link; una compilación de los artículos contra la ley del aborto (que publicará Mansalva, con prólogo de Laura Klein); y Confesiones técnicas y otros escritos sobre semiótica del cine (que también aparecerá publicado por El Cuenco de Plata).

A manera de cierre destacamos la importancia de su última película, estrenada luego de su muerte, Salò o los 120 días de Sodoma. También una página web donde el lector encontrará, en italiano, tanto material inédito como archivos de su actividad intelectual: www.cittapasolini.com. Pero, ¿quién era Pier Paolo Pasolini? Tal vez la evolución trunca del surrealismo, o la conciencia de un mundo social irrepetible, también: nuestra alarma contemporánea.