Pasolini por Pasolini 13 Oct 2022

Pier Paolo Pasolini: a cien años de su nacimiento, dos nuevos títulos celebran su legado

Clarín cultura | Walter Lezcano

Trabajó para combatir con su arte los lugares comunes cristalizados alrededor de la moral de su tiempo. Ahora, acaban de aparecer dos libros que sirven como posibles puertas de ingreso a esa geografía creativa.

 

Por supuesto: no lo sabía. Sin embargo, el escritor, pintor ocasional (retrató a María Callas) y cineasta italiano Pier Paolo Pasolinialguien de quien se puede decir con justa razón que fue artista completo, revulsivo y revolucionario, le daba a la televisión francesa la última entrevista de su vida en 1975. Estaba por estrenar la película Saló o los 120 de Sodoma y dijo a cámara cosas como estas: “Yo pienso que escandalizar es un derecho; ser escandalizado un placer. Y el que rechaza el placer de ser escandalizado es un moralista.”

Le preguntaron con un tono casi policíaco si el sexo, la escatología y el canibalismo –elementos presentes en sus películas y en su imaginario estético– eran cuestiones políticas. Y respondió muy tranquilo y seguro: “No hay nada que no sea político.”

En ese momento se consideraba marxista independiente que “militaba más que nunca” a pesar de no haber hecho carrera ni quedarse en ningún partido político. Son palabras que funcionan como un testamento involuntario y perfecto sobre aquello que le interesó toda su vida artística: combatir los lugares comunes cristalizados alrededor de la moral de su tiempo (la herencia religiosa católica) y la política (su enemigo fue el comunismo a quien llamó “el más represivo de los totalitarismos”).

Poco tiempo después, Pasolini moría asesinado en el balneario popular de Ostia, cerca de Roma. Escribió el poeta y periodista Jorge Aulicino, quien tradujo al castellano varios de sus textos: “Se trató de un final sórdido para una vida que supo sustraer la pobreza y la marginalidad de su negra violencia, dotando su descarnado paisaje y su pasión de un aura sagrada.”

El destino, por costumbre, es impiadoso: Pasolini parecía haber encontrado una muerte violenta en ese territorio que defendió siempre, hasta las últimas consecuencias. Explica Aulicino sobre el universo creativo de Pasolini: “Sus figuras más queridas parecían por momentos sacadas de un cuadro de Caravaggio, rústicas pero tocadas por una luz sobrenatural. En ese mundo de fealdad angélica no parecía existir el odio, la vejación y el desprecio. El crimen era allí primordial adánico, y la picardía, un extraordinario corte de manga a la suerte”.

Dos de sus libros

Ahora acaban de aparecer dos libros que sirven como posibles puertas de ingreso a esa geografía creativa –su cine y su escritura se fusionaban de forma extraordinaria– que parece tan situada en un momento histórico específico (esa Italia renaciente después de la Segunda Guerra Mundial) pero que, de todas maneras, tiene su resonancia innegable en este presente: su primera novela Chavales del arroyo (Nórdica libros), en los '70 se editó en nuestro país como Muchachos de la calle, y Pasolini por Pasolini, entrevistas y debates sobre cine (El cuenco de plata).

En el año de su centenario, la obra de Pasolini (1922-1975) parece gozar de buena salud. Sobre todo su filmografía que fue objeto de distintas retrospectivas en Argentina y en distintas partes del mundo.

De todas maneras, antes y siempre estuvo la literatura como una presencia constante y un arma de carácter ofensivo. Por encima de cualquier otra cosa, lo suyo era un trabajo muy exhaustivo con el uso de la lengua, los dialectos territoriales, las jergas y la forma precisa e identitaria en la que hablaban sus personajes.

Dice Pasolini en su famoso poema La cenizas de Gramsci: “Como los pobres, pobre, me ato/como ellos a humillantes esperanzas,/como ellos para vivir me bato//cada día. Pero en la desoladora/condición mía de desheredado/yo poseo: y es la más exaltante//de las posesiones burguesas el estado/más absoluto. Pero como yo poseo la historia,/ella me posee, me ha iluminado.”

Formado en el norte de Italia, Pasolini se asentó con su familia en Casara. Este lugar tendría una incidencia vital (además de la Universidad de Bologna) para su escritura: aprendió el dialecto friuliano y desde el respeto a esa forma de expresión comenzó a escribir poesía. No tenía que ver solo con su pasión única por la lengua, también era una forma de mantener viva una forma de existencia (campesina, obrera, desclasada) que el avance de la historia estaba queriendo desaparecer. Cuando escribe, Pasolini hace política de esa forma: como resguardo de un pasado visibilizando cuerpos que no están siendo tomados en cuenta. La literatura, entonces, se convierte siempre una lucha contra el olvido.

Luego de perder a su hermano (Guido) en la Segunda Guerra Mundial, Pasolini tiene un paso fugaz por el Partido Comunista, es investigado por supuesta corrupción de menores y con su madre se dirige a Roma. Es una época difícil para Pasolini. Y, quizás por esto mismo, es cuando escribe sus tres primeros libros de poesía: Las cenizas de Gramsci, El ruiseñor de la Iglesia católica La religión de mi tiempo.

Empieza a demarcarse una obra y una temática: lo religioso como problema y la lengua situada como filo de expresión. Dijo en una entrevista: “Algo así como la pasión mística, una especie de felibrismo, me llevaba a apoderarme de esa vieja lengua de la tierra, como los poetas provenzales al escribir en dialecto, en un país donde la lengua oficial estaba establecida desde mucho tiempo atrás.”

Para Pasolini, la italiana era una lengua literaria que tenía tres padres: Dante, Petrarca y Bocaccio. En este cuadro de situación, él quería mostrar los resquicios de la lengua por donde se filtran otras realidades a través de los diversos dialectos de distintos sectores del pueblo. Y era eso lo que reflejaba en su literatura.

En 1955 saca dos novelas que le dan éxito y reconocimiento: Chavales del arrollo y Un vida violenta. En estas novelas profundiza su aventura estética: mostrar personajes que están en el fondo de la olla en Roma y hacen lo sea para sobrevivir, pero su tratamiento es el de respeto absoluto como escritor ya que cuida cada detalle de su registro y es esta utilización del slang callejero el que posibilita relacionarlo con, por ejemplo, Vivir afuera de Fogwill o las películas de Raúl Perrone o José Celestino Campusano.

Pasolini trabaja a un nivel de comprensión de la otredad y, quizás, lo indeseable: ya sean los enemigos del sentido común de la sociedad (él la llama “la burguesía”) o quienes infringen las normas de convivencia (golpe a la moral) para encontrar otras formas de existencias.

Declaró sobre su narrativa: “El dialecto ya era para mí el medio de una aproximación más carnal a los hombres de la tierra y en las novelas romanas el dialecto del pueblo me permitía el mismo acercamiento concreto y, por así decirlo, maternal.”

Luego vendría la posibilidad de filmar. Contó al respecto: “He descubierto muy rápidamente que la expresión cinematográfica me permitía alcanzar la vida más completamente, apropiármela, vivirla al recrearla. El cine me permite un contacto con la realidad, un contacto físico, carnal, incluso diría de orden sensual”.

En ese sentido, leer Pasolini por Pasolini, entrevistas y debates sobre cine es enfrentarse con una voz que encarna el cine desde el lugar del escritor que pisa otro terreno pero que nunca abandona su lugar de origen.

Dice el periodista, traductor y escritor Guillermo Piro en el prólogo: “En estas entrevistas desfilan no sólo el cine, y sus intenciones y necesidades, sino la poesía, la novela, la lingüística (algo que apasionó a Pasolini en los últimos años) y naturalmente la política, inseparable de cualquier disciplina y de cualquier actividad capaz de generar un discurso reflexivo”.

El arco discursivo que cubren estas entrevistas van de 1961, año de estreno de Accatome (su primera película), hasta 1975, el año de salida de Saló o los 120 días de Sodoma y también el año de su muerte.

Leer este conjunto de reflexiones sobre el cine por parte de un artista de la palabra (también escribió dramaturgia –algunas de esas obras representadas en Argentina- y guiones para otros directores –ayudó a Fellini con algunos diálogos de varias películas) nos muestra el modo deslumbrante y orgánico en el que pensaba su práctica, su obra.

Y no deja de causar admiración su insistencia y tesón por intervenir en los debates de su época en nombre de creaciones que no deshumanicen al pueblo no ofrezcan piezas paternalistas hacia los desposeídos.

cien años del nacimiento de Pasolini (hay una excelente película de Abel Ferrara que retrata sus últimos días) su obra sigue flameando vital en las pantallas, en los escenarios y en las bibliotecas de todo el mundo. ¿Qué viento trae ese conjunto de vidas y miradas todavía feroces? La de crear una forma personal de la revolución (estaba en contra de la revolución estudiantil por considerarla burguesa, de clase media) que muchas veces puede enfrentarse a la dialéctica del presente pero Pasolini enseña que el arte es seguir un camino trazado de antemano a pesar de los vaivenes de las ráfagas del tiempo, las modas.

Escribió un poema que puede considerarse un epitafio: No hay solo que comprometerse en el escribir/sino en el vivir/hay que resistir en el escándalo y la rabia/ingenuos como animales en el matadero/turbados como víctimas.