Pasolini por Pasolini 22 Abr 2022

Pasolini por Pasolini

El diletante | Federico Ferroggiaro

 

Como asevera uno de los conductores, Sandro Zambetti, al comenzar una entrevista pública en 1969: “Se suele decir que Pasolini no necesita presentación”, me ahorro recurrir aquí a una enumeración de oficios y de méritos, siempre pobremente metonímica, para introducir a Pier Paolo Pasolini (1922-1975). Pero también, y especialmente, porque los lectores a quienes se dirige este libro publicado en 2022 por Cuenco de plata, Pasolini por Pasolini, ya conocen y pueden prescindir de esa lista de características y atributos que acompañan como epítetos a las siglas PPP. De hecho, de los escritores y pensadores italianos de la segunda mitad del siglo XX, junto a Italo Calvino y Umberto Eco, Pasolini es, entre los “letrados” de nuestro país, efectivamente de los pocos que no necesitan presentación.

Por ello, podría afirmarse que este volumen, subtitulado “Entrevistas y debates sobre cine”, apunta solamente a una fracción del conjunto de los admiradores y enamorados del trabajo de Pasolini, a aquellos a los que les interesa en particular su carrera como director (y guionista) y no tanto su desarrollo en la poesía, en la narrativa y en la prensa escrita. Sin embargo me permito señalar que esta es una conclusión o un prejuicio erróneo.

En primer lugar, porque la recopilación cronológica de entrevistas y diálogos abiertos ─veintidós en total─ de Pasolini por Pasolini nos permiten componer (casi) de primera mano una imagen propia, personal, del hombre y del intelectual crítico Pier Paolo Pasolini que, incluso en su dinamismo y mutabilidad, se aproximará o se distanciará de las representaciones ya cristalizadas que estudiosos y biógrafos, entre otros, nos han dejado de él. Porque lo que se reconoce y se mantiene en el conjunto de textos es una voz. Una voz, un modo de pensar, de reflexionar sobre el arte, la política, la realidad social, lo ideológico, lo cultural y el cruce, la yuxtaposición de estos dominios observados a través de la “rejilla” teórica del marxismo. Y esa voz es, por sobre todo, honesta, coherente y convincente, contundente en sus opiniones y valoraciones, y portadora de un arte retórico que da placer escuchar. O leer. Como señala con acierto Guillermo Piro, responsable traductor de este volumen y autor de las notas al pie y de uno de los prólogos: “Pasolini habla como si ninguna pregunta lo tomara por sorpresa, como si todo hubiese sido ya reflexionado de antemano”. El pensamiento que precede a la palabra: eso se pone en escena en su voz, en su retórica.

Pasolini dialoga con franqueza y respeto; disiente y debate con sus interlocutores con argumentos o con silencios; se enuncia consciente de sus límites y de los de su arte, sea el cine o la literatura; rebate pedagógicamente y con ejemplos todas aquellas afirmaciones que juzga equivocadas. En los intersticios de su seriedad ─¿o debería escribir “severidad”?─ se vislumbran destellos de comicidad e ironía que atemperan el tono circunspecto que predomina en las conversaciones. Como, por caso, frente a una hipótesis atinada de su entrevistador, reconoce que no lo había pensado de esa manera, pero “me parece muy bello y adopto de inmediato esa idea. ¡De ahora en adelante le diré a todos que la tuve antes de hacer el film!”. Al final de cada entrevista, de cada diálogo, nos quedan en limpio las ideas de Pasolini sobre cómo debe ser una película, un libro, un hombre, una sociedad... Y así armamos nuestro propio retrato de PPP, pero no solo como cineasta: una imagen integral.

En segundo lugar, porque aunque “hable” de cine, Pasolini está hablando de la realidad. De todo, ya que los temas se derivan, se abren, se expanden y en las comparaciones y en las asociaciones entran la poesía, la lingüística, la burguesía, las masas, la diferencia entre lo popular y el populismo... Insisto: es cierto que el foco de las entrevistas se concentra en el cine y si bien muchas de las preguntas, y las respuestas subsiguientes, tratan sobre los directores que fueron sus maestros o referentes ─Dreyer, Chaplin y Mizoguchi─; sobre cuestiones técnicas y estilísticas de la filmación de Accattone o de Mamma Roma o de Teorema; sobre el grado de correspondencia entre un guion en particular y lo que en definitiva se filmó; o bien se explicitan ciertas decisiones o circunstancias que determinaron el rodaje o el montaje de un film; lo fundamental es que, para Pasolini, el cine es la realidad: “expresándome con el cine no salgo nunca de la realidad, estoy siempre en medio de las cosas, de los hombres, de lo que más me interesa en la vida, es decir, la vida misma”.

Es por esto que los diálogos trascienden este ámbito, este universo cinematográfico y se proyectan necesariamente en la coyuntura, en los problemas y conflictos de la época, se aventuran por otras derivas, y escuchamos a Pasolini reflexionar sobre el mundo, sobre la realidad que le toca vivir, y sobre la cual se posiciona e interviene entendiendo el arte como una forma de acción.

Por otra parte, en el periodo en cuestión (las entrevistas reunidas abarcan de enero de 1962 a agosto de 1975) muchas certezas sobre el cine o sobre aspectos ideológicos se mantienen firmes, como ser los criterios que utiliza al momento de elegir un actor o el valor que le asigna a la música dentro de un film. Pero otras cambian con el transcurrir del tiempo y con los avatares de la Historia, son sometidas a revisión, a análisis y, al ser reelaboradas, se modifican ligera o sustancialmente de una entrevista a otra. Tal vez, la más evidente y significativa de este libro se refiera a su concepción del cine: “Mientras antes (de Accattone a Edipo rey) trataba de hacer films lo más populares posibles... dándoles un ritmo épico-sacro, con Pajaritos y pajarracos y Teorema tiendo a hacer films problemáticos, formalmente más difíciles, para “élites” y de algún modo provocadores...”  Sin embargo, quien pueda reponer los contextos, podrá percibir que hay ideas de base, más profundas y decisivas para pensar la realidad, que se van transformando. Entre ellas: “(antes) había una clara distinción entre pueblo y burguesía... había una clara división entre la cultura de la clase dominada y la de la clase dominante. Desde hace algunos años a esta parte en Italia... esta distinción no existe más porque el pueblo se fue aburguesando y nació esa noción de masa...” 

En tercer lugar, y quizás esta sea una impresión muy personal, porque hoy es una rareza encontrarse con un intelectual que soporte un archivo de casi catorce años sin que ofendan la vista los guiños complacientes al poder y las injustificadas contradicciones ideológicas. En tiempos en los que proliferan los opinadores seriales y los expertos en todo que acomodan sus discursos a la conveniencia y a la corrección política, esa paparruchada, escuchar o leer una voz como la PPP es un gesto nostálgico, pero, a la vez, un ejercicio que resulta inspirador para cualquier lector, para cualquier artista, para cualquier ciudadano.