Muerta de hambre 29 Ene 2006

Cadáveres exquisitos

La Capital | Redacción

 

Si tuviéramos que buscar un antecedente para esta opera prima de Fernanda García Lao, novela ganadora del primer premio del Régimen de Fomento del Fondo Nacional de las Artes 2004, quizá pudiéramos remitirnos a un libro de 1997 titulado "Chanchadas", también en su caso primera novela de la francesa Marie Darrieussecq, que obtuviera amplia repercusión en su momento, particularmente en su país.

"Chanchadas" trataba de una empleada de una casa de masajes que progresivamente se va convirtiendo en cerdo. Cierta crítica (intencionada) entrevió en esa obra una versión de "La metamorfosis" de Franz Kafka, aggiornada. El texto no eludía la trajinada metáfora sobre la condición del cuerpo femenino, la exclusión o aceptación por la respuesta a un modelo estético, la anorexia y otras ramificaciones finiseculares. Quizá sobredimensionando la propuesta de la autora, ese tipo de críticas excedieron la intencionalidad de la novela.

María Bernabé Castelar, la protagonista de García Lao, lejos de toda metáfora, es una devoradora incontenible metida en una familia trastornada hasta el delirio. Pero esta historia tiene una única empatía con "Chanchadas", y es el uso de la primera persona. Despojada del trascendentalismo de esa novela francesa, "Muerta de hambre" encara el tema por el mejor sitio posible: el de la ironía y el sarcasmo. La obesidad para la protagonista resulta su modo de aprehensión del mundo circundante, y por la boca fagocita hasta el texto que produce la misma Bernabé, como cajas chinas, ya que el libro se estructura en tres secciones: "Mi vida", "Mi obra" y "Anexos", una autobiografía a modo de diario.

La niña crece con el fluir del texto y la ansiedad de su apetito; la familia que la rodea se reprocesa a sí misma como la misma fruición gástrica. Pero el humor irónico de García Lao, con su peculiar uso del lenguaje salpicado de sarcasmos que van de lo coloquial a la especulación filosófica, sostiene un ritmo farsesco en un registro deliberadamente arcaizante.

Ese humor pendulante de tragicomedia no omite la profundidad del tema ("Existe una relación soez e inmunda entre la comida, el sexo y la muerte -se lee-. Un bocado de carne es lo mismo que un beso. La muerte tiene derecho a aniquilarte porque cada comida es el resultado de un apareamiento y de una víctima. Estamos hechos de cadáveres"). Cuando el crescendo argumental parece amesetarse y derivar hacia el non sense, surge la destreza de la autora para borronear el realismo, para insertar lo onírico, ciertas voces externas y un breve epistolario en un nuevo giro que recuerda a Manuel Puig, y que remata la historia atinadamente.

Dramaturga, actriz, cantante, García Lao, que ya obtuviera reconocimiento con anteriores textos narrativos inéditos, produce una auspiciosa estética literaria subrayando su originalidad en el tratamiento del humor y en el cuidado del lenguaje.