El odio a la música 28 Ago 2015

Auschwitz: La melodía como antesala de la muerte

Valencia Plaza | Jorge Salas

 

El lazo entre música y muerte es íntimo, y se manifiesta de forma más o menos visible que otras relaciones. Para bien, pero también para mal. Posiblemente uno de los más ilustrativos y retorcidos ejemplos de esto sea la referencia de Pascal Quignard en su libro ‘El Odio a la Música' al respecto de la música en los campos de concentración nazis. "La música atrae hacia ella a los cuerpos humanos (...) La música es un anzuelo que captura las almas y las lleva a la muerte", explica el autor francés, que también recuerda las experiencia de Simon Laks.

Laks, compositor y violinista polaco, fue el director de la orquesta de judíos que en Auschwitz era obligada a tocar en presencia de cazadores y cazados. "No escasean las publicaciones que declaran, no sin cierto énfasis, que la música sostenía a los prisioneros esqueléticos y les daba fuerzas para resistir", así reproduce Quignard las palabras del polaco en su libro: "otras afirman que esa música producía el efecto inverso, que desmoralizaba a los desdichados y precipitaba su fin. Por mi parte, comparto esta última opinión".

"Hay que escuchar esto temblando: los cuerpos desnudos entraban a la cámara de gas en medio de la música", detalla el escritor francés, que en su ensayo habla de Primo Levi y su libro ‘Si Esto es un Hombre' para iluminar la estrecha relación entre música y muerte en el escenario nazi. "Primo Levi desenmascaró la función más arcaica que ejerce la música. La música, escribe, se vivía como un ‘maleficio'. Era una ‘hipnosis del ritmo continuo que aniquila el pensamiento y adormece el dolor'", cuenta Quignard, que recalca la teoría de Levi: "los soldados alemanes no organizaron la música en los campos de la muerte para apaciguar el dolor, ni para conciliarse con sus víctimas", sino para "aumentar la obediencia" y por "placer estético y goce sádico".