Plaza Irlanda 04 Sep 2005

Incierto prisma del relato

La Nación | Redacción

 

Algunas veces se cuenta una historia por el interés de la historia misma. Otras, se la cuenta para narrar una segunda historia subyacente. En el primer caso la intención es clara, en el segundo estalla con toda evidencia en el final. Menos corriente es que se cuente una historia con tan calculada ambigüedad que descubrir la línea narrativa que estructura el relato exija reflexionar luego de leída la última línea. El lector se interna en la lectura sin poder decidirse entre los varios rumbos posibles pero atento a la historia y seguro de que la organización del material narrativo tiene una intencionalidad no manifiesta. Esta indeterminación es la marca de mucha literatura actual, aunque no se pueda afirmar que el invento sea reciente. Plaza Irlanda constituye un luminoso ejemplo de hasta dónde se puede llegar por ese camino.

En la novela corta que da título al volumen Muslip registra una historia: los pormenores de la relación del personaje narrador con Helena y la trágica muerte de ésta. Pero la historia está envuelta, valga la analogía, por dos capas de significación. Primero los hechos parecen organizados para contar a Helena, los rasgos menos evidentes de su fisonomía, sus gestos, los pliegues de su personalidad, los detalles más particulares de su conducta. Importa menos lo que sucede que la circunstancia de que le haya sucedido a Helena, porque a ella las cosas le suceden de otra manera, y contar esa manera es contarla a Helena. Esta sería la primera capa. Pero, a poco de leer, el lector percibe que tampoco es el sujeto primordial del relato. En efecto, todo cuanto se dice de Helena siempre está mediatizado por el efecto y las consecuencias que tiene en el narrador: las impresiones que le causa, las reflexiones que le sugiere, los sentimientos que le despierta, las decisiones que le induce a tomar, los dolores y alegrías que le provoca. Helena resulta el estímulo necesario para que él se muestre en su mayor complejidad: para que se cuente a sí mismo y a su circunstancia del modo más hondo y completo. Esta sería la segunda capa.

Claro que todo está imbricado de modo tal que es imposible de desmontar. Obviando detalles, podría decirse que Plaza Irlanda es el relato de una introspección tan transparentemente contada que simula ser la historia misma.

Algo de orden parecido sucede en los tres cuentos que completan el volumen. "Los pájaros" es el relato episódico de la irrupción de una turista inglesa en el departamento de un hombre joven, pero lo que se cuenta en verdad son los avatares de un deseo que no se nombra.

En "El dibujo en el agua", Cindy discurre y confirma una y otra vez la "falta de realidad" de la novia de su primo, pero reducir el cuento sólo al desarrollo obstinado de una negación (en sentido psicoanalítico), o al desajuste entre una inmigrante y el ámbito que la circunda, sería disminuirlo injustamente. "La vida perdurable" narra impresiones de viaje, pero lo que el narrador ve es para él más alusivo que real.

Es decir, hay en la narrativa de Muslip un desplazamiento de lo contado respecto de la realidad, cuando no un desplazamiento de la realidad misma, desplazamientos que configuran ámbitos imaginarios poéticamente ambiguos. La obsesión por los mapas del protagonista de Plaza Irlanda lo metaforiza admirablemente. Se trata de buscar un lugar, el centro de un todo que se ha corrido sin remedio, la gravedad que mantenía unidas las cosas. Para apresar algo tan huidizo, el autor parece a veces recurrir a la alegoría pero sus ficciones nunca son alegóricas, más bien exploran realidades que se presienten como muy concretas aunque elusivas y no siempre definibles.

Las observaciones de Muslip suelen asombrar por su originalidad y eficacia. La escritura, diáfana y fluida, se amolda plásticamente a lo que narra. Aunque en apariencia reúnen las características de la narrativa que se niega a la totalidad -historias abiertas, trozos de vida sin principio ni final, naturaleza fragmentaria-, estos relatos se leen como obras estéticamente cerradas. Su novedad consiste en una mayor complejidad de la estructura y no, como podría parecer, lo contrario. Plaza Irlanda merece leerse con la mayor atención.