Plaza Irlanda 19 Sep 2005

La realidad desplazada

La Voz del Interior | Carlos Schilling

 

Individuos que tratan de orientarse en territorios conocidos que de pronto se han vuelto extraños. Esa podría ser una definición para los personajes que se mueven por las páginas de la novela y de los tres relatos incluidos en Plaza Irlanda. En el texto más largo, que da título al libro, una mujer muere aplastada por un ómnibus y el hombre que la amaba construye sobre esa ausencia inesperada un mundo recargado de enigmas que no termina de ajustarse a sus recuerdos del pasado.

Las alteraciones en la vida cotidiana que registran los demás relatos no son tan trágicas, aunque bastan para generar una inquietud que se mantiene en estado latente a medida que avanza la narración. En Los pájaros es la visita de una viajera inglesa, que irrumpe en la vida de un hombre de unos 30 años, la que hace vacilar las convicciones sedimentadas en el protagonista y le abre una perspectiva diferente de sí mismo y de su futuro. En El dibujo en el agua, plantea una compleja relación de una argentina que vive en los Estados Unidos y su cuñada norteamericana, levemente perturbada por la presencia de esa extranjera que para ella no tiene la consistencia suficiente para ser real. Y en La vida perdurable, un simple viaje en avión entre Mendoza y Buenos Aires despierta en el viajero una serie de asociaciones entre vivos y muertos que se proyecta sobre el fondo casi imperceptible de una fantasía apocalíptica.

Muslip nunca se acerca de manera directa a los hechos y a los personajes más importantes que pueblan sus historias. Los va poniendo en foco a través de sucesivas aproximaciones y los instrumentos que utiliza son mapas, enciclopedias, guías de teléfonos, citas de manuales, superposiciones de rostros, nombres o gestos que si bien tratan de fijar la realidad, la desplazan, la vuelven porosa y la desmenuzan en miles de rastros difusos. En la novela, la indagación sobre el pasado de la mujer amada va desviándose gradualmente del hueco que dejó su muerte en la conciencia obsesiva del narrador hasta dibujar una nueva figura: el signo de interrogación que toda ausencia instala en el mundo.

La transparencia de la prosa de Muslip es el mejor vehículo posible para que esa sensación de extrañeza contenida circule por las palabras y les infunda un poder de sugestión casi palpable. Como John Cheever o José Bianco, el autor de Plaza Irlanda llega a la poesía por la vía de una contención narrativa extrema que sin embargo no ahorra momentos de humor, nostalgia y lucidez infinita