La habitación de los niños 02 Jun 2009

La Habitación de los niños

Inrockuptibles | Guillermo Piro

Louis René des Forêts

 

Si para algo sirven los cuatro relatos que componen La habitación de los niños es para echar luz sobre las múltiples interpretaciones del mundo, sobre la diferencia entendida como un motor indispensable a la hora de narrar. Pero además nos permiten —y de ahí la relevancia de esta primera edición en castellano— tomar contacto con las peculiares cualidades de la escritura de Louis-René des Forêts, una de las figuras más esquivas, subterráneas e influyentes de la literatura francesa contemporánea —que falleció en diciembre de 2000.

De alguna manera, Des Forêts retoma la tradición del relato filosófico, pero en un sentido bastante original, poniendo al mismo tiempo énfasis en dos procedimientos. Por un lado, en una percepción "hiperintensificada" —una suerte de exactitud analítica totalmente despiadada, una logorrea comparable a la que sufre el personaje de su novela El charlatán, pero esta vez al servicio de la precisión descriptiva—; por otro, en una reflexión alrededor de las múltiples y más inasibles razones de la imaginación, de la escritura y de la evocación del pasado. Y es que en el fondo, lo que esconde este libro es un urgente reclamo de certeza, de verdad. Frédéric Molieri, el protagonista del peimer relato —"Los grandes momentos de un cantante"—, espera todo de la suerte porque considera que su voluntad es incapaz de obrar activamente en la dirección adecuada. Y como sucede con los otros personajes del libro, Molieri hace de su propia impotencia un instrumento de salvación, pero al mismo tiempo de condena.

En todos los relatos, por sobre cualquier otro tipo de percepción sensorial, se le da una importancia especial a lo que se oye. Algo afuera llama la atención, clama por ser escuchado, pero no se puede ver —mucho menos tocar. Y siempre hay un oyente secreto —que casualmente es la figura clave de todo el libro— que trata de evitar llevar a cabo ciertas verificaciones que más que dolorosas le resultarían totalmente destructivas.

La escritura de Des Forêts no conforma eso que suele llamarse "un universo propio", sino que parece más bien una grandiosa máquina de fabricar ironías. Siempre se está huyendo, lanzándose detrás de lo que se obstina en seguir siendo presente. Se trata de algo bastante afín al gaddiano "aprendizaje del dolor": ése es el gesto y es, al mismo tiempo, el triunfo y la derrota de los personajes de La habitación de los niños, en la que todos parecen estar ocupados en celebrar su propia e irrevocable liquidación.