Las sombras errantes | La barca silenciosa 31 Dic 2010

Melancolía de la letra

El País | Montevideo | Carlos María Domínguez

 

Con una obra compleja y apartada de los géneros definidos, Pascal Quignard se ha convertido en uno de los escritores franceses contemporáneos de mayor prestigio. Sus libros, más de cincuenta, alternan la novela y el ensayo de ideas, especulaciones filosóficas, lecturas, una prosa que transita por la intensidad poética, la cita erudita y la ficción. Desde que obtuvo el premio Goncourt en 1992 con Las sombras errantes, inició una saga llamada Dernier royaume (Último reino), de la que La barca silenciosa es su sexto volumen. Un libro penumbroso, delicado e inclasificable, que acompaña el singular camino del autor.

HABLAR EN SILENCIO. Nacido en Verneuil-sur-Avre, el 23 de abril de 1948, en una familia de músicos y gramáticos, Quignard atravesó el autismo en dos etapas de su vida, a los 18 meses y a los 16 años. Ha dicho que se hizo escritor para poder hablar en silencio, pero a lo largo de su trayectoria conoció otras vocaciones. En primer lugar la música, como intérprete de piano, órgano, violoncelo y violín, que lo llevó a fundar con Francois Mitterrand el Festival de Ópera y Teatro Barrocos del Palacio de Versalles, en 1992. También se recibió de Licenciado en Filosofía en la Universidad de Nanterre, donde estudió con Emmanuel Levinas y Paul Ricœur, fue profesor de Edad Media y Renacimiento en la Universidad de Vincennes, enseñó en la École Pratique de Hautes Études, y realizó traducciones de obras clásicas del griego, el chino y el latín. Durante veinticinco años fue lector de Gallimard, pero cuando "los editores terminaron convirtiéndose en agentes comerciales de los escritores", dijo en un reportaje, "me pareció que era el momento de marcharme". En 1994 abandonó todos sus compromisos editoriales, también con el Festival de Ópera Barroca, y desde entonces se dedica exclusivamente "a leer y a escribir". Ha llegado a publicar hasta cuatro y cinco libros en un solo año.

La barca silenciosa comienza con la crónica de una pesquisa etimológica alrededor de la palabra "corbillard" (coche fúnebre), deriva a los "corbeillats" (las barcas de los niños de pecho que, en los siglos XVI y XVII, transportaban bebés de la ciudad al campo, para que los alimentaran las nodrizas), y culmina una primera unidad con el relato de una desdichada que pierde a su bebé en uno de esos viajes. Los nombres, fechas y datos son precisos, de modo que tiene el lector la percepción de leer una crónica histórica, pero Quignard nunca añade la referencia de sus fuentes. Los capítulos son breves, también podrían concebirse como pequeños tratados temáticos que se prolongan o se interrumpen para saltar a otro tema y otro tiempo, bajo la doble propiedad de la alusión histórica y la veracidad improbable.

POR LOS CABELLOS. Es el tono de su prosa y su intención expresiva la que conduce de la historia de los corbeillats a la de Madame de La Fayette, a la del cardenal Mazarino, a la de muchos mitos, dioses y héroes de la antigüedad. Pero no se trata solo de un viaje erudito. Cada página va formando una textura con especulaciones libres, parábolas asordinadas, fragmentos autobiográficos y reflexiones contundentes que se apoyan en la filosofía y cobran una intensa vibración poética. Se diría que Quignard ha renunciado a discriminar lo público de lo privado, el dato histórico y el dato íntimo, la ficción colectiva y la verdad extraviada. Dice que es irrelevante, que después de la crisis de las religiones y las ideologías, el hombre ha quedado desamparado en su soledad, y el sentido debe construirse de un modo nuevo frente a ese abismo.

Los tópicos de este libro son la soledad y la muerte, el suicidio como opción de la libertad, el valor de la deserción y el coraje individual, expuestos con una educada y muy francesa melancolía. Desde luego, son conceptos que asustan a la fe y a las convicciones colectivistas de que el hombre prevalecerá sobre sus miserias, pero cabe aclarar que no es Quignard el predicador de una moda intelectual ni un argumentador avant la lettre. Su prosa está impregnada de inteligencia y sugerencia expresiva, toma las historias por los cabellos del cuento, pulsa un tono lírico, sabe ser cruel y delicado; se expresa en los silencios con una abastecida desesperación.

Con tan sombríos colores La barca silenciosa es un libro bello, honesto e intenso. Obra sobre la imaginación con hondura, hasta donde el lector pueda o decida acompañarlo. Algunos fragmentos e intenciones se extravían en su propia arbitrariedad -no siempre Quignard consigue comunicarse-, pero si el lector es apenas paciente conocerá una singular experiencia.