Las sombras errantes 02 Jul 2014

Pensamientos que tiemblan

Blog Eterna cadencia | Juan José Burzi

Una lectura de Las sombras errantes, de Pascal Quignard.

 

¿Qué clase de libro es Las sombras errantes, de Pascal Quignard? ¿Una novela, un libro de ensayos, de anotaciones, apuntes autobiográficos? Es de todo eso un poco, y un poco más. Pero vamos por partes:

Las sombras errantes es el primer tomo de su particular proyecto narrativo llamado Dernier royaume (Último reino), que consta de más de diez (El cuenco de Plata ya editó algunos: La barca silenciosaLos desarzonadosLas sombras errantes y tiene varios en preparación). Por lo que se puede apreciar de los tomos ya traducidos, estos comparten una particularidad híbrida e inclasificable, que hace de la lectura de cualquiera de ellos una experiencia vertiginosa, no tanto por la forma de escribir de Quignard, sino más bien por la cantidad de puertas que se abren y cierran en apenas unas cuantas páginas. Y es que en ese “cambalache” literario y erudito, nos encontramos con Descartes, Siagrio, Freud, Tanizaki, Wittgenstein, Han Yu, Epicuro, Saint-Cyran… etimologías, definiciones (Quignard aturde definiendo), micro historias que no sabemos si son verídicas o imaginarias, hechos históricos novelados (cualquier semejanza borgeana no es pura casualidad). Algunas de estas pequeñas historias, como por ejemplo la suerte que corrió Syagrius, el último emperador de Roma, son retomadas brevemente a lo largo del libro, en pequeños fragmentos, mezcladas en reflexiones, en citas, en semblanzas. También hay lugar para lo contemporáneo, para el bombardeo a Pearl Harbor y la bomba atómica, para aludir sutilmente al atentado a las Torres Gemelas, al capitalismo salvaje e irracional.

Algunos ejemplos del modo de contar de Quignard:

“El individuo es como la ola que se levanta sobre la superficie del agua. No puede separarse por completo de ella. Y vuelve a caer en la masa solidaria que lo traga. Siempre vuelve a caer en el movimiento irresistible de la marea que lo lleva. Pero, ¿por qué no levantarse otra vez y otra vez y otra vez?” (pág 103)

“No cabe bregar por la persistencia de una lucha en un frente perdido. No podemos sino transformar la marginalidad social en disidencia. No se puede más que transformar una marginalidad estatutaria en anacoresis dirimente.” (pág 110)

“Sofiius le regaló sus libros- que el Tolosano, blanco de miedo, rechazó. Confesó que temía que lo mataran si los descubrían en su equipaje. Los cristianos no eran gente divertida. Se despidieron, porque sabían que morirían sin volver a verse, apretándose el antebrazo como lo hacían los hombres de antaño en las orillas del Tíber, que le tenían horror a la servidumbre.” (pág 165)

Por otro lado, subyacen en toda obra de Quignard dos particularidades biográficas: la música (nació en una familia de músicos, él mismo es músico) y su autismo durante la infancia, que luego volvió en su adolescencia. En algún momento de sus libros, sabemos que nos vamos a encontrar con algunas de estas cuestiones bajo diferentes formas: el silencio, el aislamiento, la felicidad perdida en un pasado no vivido, un indefinible pesimismo melancólico.

La mejor definición de este proyecto narrativo tal vez sea la que da el mismo Pascal Quignard al inicio de Las sombras errantes: “No busco sino pensamientos que tiemblan. Hay un rubor que pertenece al interior del alma.”