Los libros sin tapas 16 Ago 2010

Los libros sin tapas

Inrocks Libros | Malena Rey

 

“Lo que más nos encanta de las cosas es lo que ignoramos de ellas conociendo algo. Igual que las personas: lo que más nos ilusiona de ellas es lo que nos hacen sugerir. […] Hay personas que lo dicen todo y no nos dejan crear nuestro misterio.” Estas palabras, pronunciadas por un personaje de Felisberto Hernández, tienen un efecto que puede extenderse a su producción literaria temprana, que aparece ahora reunida en Los libros sin tapas. Porque la propuesta del volumen que compila sus primeros trabajos invita a descubrir algunos textos del uruguayo como si aún no hubiera escrito su obra completa, a detenerse en todo eso que sugiere, en lo que se insinúa al momento de crear un misterio propio que a la vez nos acerque y nos aleje de lo que para él es un comienzo.

Felisberto fue un eximio pianista que recorrió su país dando conciertos antes de dedicarse a la literatura. Su primer cuadernillo, Fulano de tal, de 1925, que se incluye en versión facsimilar en esta edición, ya desde su título busca ubicarse por fuera del dominio de su autor, casi deshabitándolo, para que el lector acaso piense que se trata de alguien sin importancia. Este pequeño folleto concluye con el “Prólogo de un libro que nunca pude empezar”: la intención de dar inicio a una escritura interrumpida por la digresión, uno de los rasgos más característicos de su estilo que recuerda a lo que Macedonio Fernández haría en Una novela que comienza. En 1929 aparece Libro sin tapas, que incluye ocho relatos y un pequeño drama en varios cuadros, y que lleva la siguiente leyenda en su primera página: “Este libro es sin tapas porque es abierto y libre: se puede escribir antes y después de él”. Con esta marca, sus prosas, de gran vuelo imaginativo, parecen no tener asunto ni aspirar llegar a ninguna parte, como si quisiera revelarlas como espacios para ser transitados sin ataduras, entregado al extrañamiento, sin las convenciones tradicionales de la narración. El encanto intransferible de su escritura se desliza por fuera de la conciencia controladora del autor para diseminar en los relatos un misterio que se insinúa, se suspende y se desvía: Felisberto juega con ese misterio como un componente irreductible de lo cotidiano.