Una puta mierda 07 Feb 2008
El interpretador | Alejandro Soifer
Sobre Una puta mierda
Una guerra en la que nadie entiende bien por qué se pelea. Un enemigo invisible y desconocido. Unos gobernantes que mandaron jóvenes como carne de cañón a morir por una idea confusa. Un terreno de batalla llamado Maldivas. ¿Suena conocido?
La última novela de Patricio Pron (Rosario, 1975) recorre estos lugares para crear una novela bélica tragicómica donde las bombas quedan susepndidas en el aire, los abatidos pueden pertenecer a uno u otro bando, los personajes llevan nombres de figuras literarias (Moreira, Arturo Ui, O´Brien -que bien puede referir al escritor estadounidense Tim O´Brien, famoso por su libro de relatos sobre su experiencia como combatiente en Vietnam: The things they carried-, El Nuevo Periodista -que parece un guiño al periodista que anotaba los sucesos de la guerra interplanetaria en El Eternauta- y así) entre otras características que salvan de toda solemnidad al relato. Algunas referencias permitirían pensar en el Ejército Argentino combatiendo (por ejemplo: “«Sois unos cobardes» estalló el Teniente Clemente S, «Sois indignos sucesores de aquel ejército que alguna vez cruzó los Andes en lenta y penosa marcha») pero precisamente, el dialecto ibérico y la imposibilidad de una ubicación geográfica del campo de batallas, desterritorializa la acción. Lo que en definitiva podría considerarse como una especie de escritura sobre la escritura de la guerra de Malvinas como parece obvio desde el momento en que se habla de una guerra por Maldivas.
La sátira está articulada a partir de suecesiones de ridiculeces que ahondan tanto en el humor del chiste al estilo gag (“El teniente Clemente S estaba tan nervioso que quiso acomodarse el casco con la fusta como seguramente había visto hacer a algún actor en alguna película y sólo consiguió hacerse un corte sobre la ceja derecha, que empezó a sangrar de inmediato.”) en la ironía y el sarcasmo (“Seguramente nuestro presidente, San Pantaleón, nos hubiese podido explicar todo esto porque era un tipo muy listo, pero se encontraba a miles de kilómetros de allí, siguiendo de cerca el desarrollo de los acontecimientos.”) tanto como en la caricaturización de las situaciones y los personajes (“Entonces entró el General Mayo; lo precedía un estómago abultado que parecía a punto de desgarrar los botones de su chaqueta.”). En la caricaturización del acto bélico se pierde la intensidad del registro de dicho género y por lo tanto se encuentra una narración liviana que opera tanto sobre la guerra real, la guerra de Malvinas y los discursos que una y otra han producido.
“Se trataba sin dudas de una guerra rara” señala el narrador y su observación es pertinente: no sólo la guerra que se describe es rara por lo solemne-ridículo (“…ambos parecían niños ensayando la recreación escolar de un acontecimiento histórico que debía ser solemne y resultaba ridículo.”) y hasta fantástico (la bomba que queda suspendida en el cielo sin caer nunca) sino que la novela es rara porque mueve de lugar las convenciones básicas de la literatura de género como es la literatura bélica. La narración logra así, en el absurdo, construir una guerra que permite hablar de todas las guerras pasadas y futuras y en ese aspecto se destacan los juegos con los nombres de los personajes y la lengua (“«Es lo que digo. No hay otro idioma que el nuestro, pero eso también significa que el enemigo no es demasiado distinto a nosotros. El Teniente Perdido puede estar de su lado; en realidad, cualquiera puede estar de su lado, incluso, todos nosotros, justamente porque no sabemos cuál lado es ese» dijo.”
La novela transcurre entonces como en una sucesión de hechos que se articulan a partir del tronco común de una guerra rara y situaciones raras. Casi como si hubiera sido un capítulo largo desechado de Las Islas de Gamerro, Una puta mierda aporta una vuelta de tuerca a un género y una guerra transitadas y si bien su aporte no es del todo original, genera sonrisas en los guiños y los toques de comedia.