Los poseídos 09 Ago 2023

Los poseídos

El diletante | Luis Gusmán

 

Los poseídos aparece como folletín en dos periódicos polacos, ¡Buenas tardes! y Correo rojo, entre junio y agosto de 1939. Siguiendo un consejo de su hermano, Gombrowicz firma con el seudónimo Zdzisław Niewieski. La edición que nos ofrece El cuenco de plata cuenta con un prólogo de Rita Gombrowicz, su esposa, que no duda en afirmar que después de “dos o tres tentativas en los años 2O” de escribir buenas “malas novelas para las masas” o “novelas para las cocineras”, escribe, por fin, Los poseídos. Novela que, se ufanaba el conde ante sus amigos, publicó “sin haberla leído”.

Los poseídos tuvo que esperar la notoriedad otorgada por un número de Cahiers de l'Herne dedicado al autor para volverse visible y reeditarse en 1973, esta vez en su lengua original en las ediciones Kultura de París. Si bien fue publicada en 1982 como Los hechizados en la serie gótica de Sudamericana y traducida por José Bianco, esta nueva edición, a cargo de los traductores Pau Freixa y Bożena Zaboklicka, es bienvenida.

“Transportar en faetones el contrabando más actual, eso me gusta”, firma G. en el epígrafe. Fue de esa manera, sin dudas, cómo se introdujo entre nosotros la literatura gombrowcziana. No era la primera vez que un “genero menor” era el puente para que una gran novela entre de contrabando en la literatura. Antes que Los poseídosBoquitas pintadas se enmascaró, durante años, como un simple folletín. Para nosotros, fueron Ricardo Piglia, Germán García, Osvaldo Lamborghini, la “disrupción polaca” con su irreverencia, quienes descubrieron, como se lee en el prólogo a La seducción, “un mundo hecho con los desperdicios del mundo cultural superior, un dominio de la ratería de los mitos informes de las pasiones inconfesadas”.

Los poseídos comienza, podríamos decir, como Extraños en un tren, la película de Hitchcock: con un dialogo pasajero –a esta altura ya casi un género–, un trío que se cruza en un vagón de tren: un anciano consejero (Szymczyk), un profesor de tenis de veinte años (Walczak), y el tercero en discordia, un historiador (Skolinski). Luego, un partido de tenis entre la pareja protagonista. El profesor de tenis y su alumna, una chica llamada Maja. Sucede entonces lo que es habitual en las novelas de Gombrowicz: un flechazo, una mimetización, una captura entre dos. En tanto novela gótica, la historia prosigue en un castillo embrujado. En este caso, poseído de un movimiento demoníaco: ”El temblor...si el temblor era probablemente era el elemento central de aquellos días y noches en el castillo. Todos temblaba ante todos y añadidura la vieja toalla amarillenta y empolvada temblaba en la vieja cocina sin pausa y sin descanso”.

La lógica de Los poseídos se asemeja a la de Cosmos. El relato avanza hacia el enigma cuando cada objeto que aparece es un señuelo. Gombrowicz genera un suspenso de striptease, allí reside su erotismo. No diría que la novela es una parodia del género gótico, sino otra manera de contar lo “poco de realidad” que el singular mundo de Gombrowicz inventó. La novela encuentra su título justo: los lectores son poseídos por ella.