La protesta 25 Jun 2004

Un rescate literario

El País | Montevideo | Andrea Blanqué

De la colección Henry James

 

LA PROTESTA ES la última novela publicada en vida por Henry James, escrita inmeditamente después de su trilogía Las alas de la paloma (1902), Los embajadores (1903) y La copa dorada (1904). Pertenece al último período de su producción, el período que fascina a los críticos y a los estudiosos, pero que debido a su alta densidad, resulta arduo de leer para un lector no excesivamente entrenado.

Aunque tuvo éxito cuando fue editada, permaneció prácticamente inhallable y desconocida. La producción del "Maestro" fue tan prolífica que es verosímil que entre sus 21 novelas y sus 112 relatos, se perdiera una obra en los laberintos del tiempo y el mundo editorial. No hace mucho, el Times Litterary Supplement rescató este texto que casi tiene más de dramaturgia que de narrativa.

En efecto, La protesta es una novela basada prácticamente en diálogos, dividida en libros y capítulos, de acuerdo a una estructura que recuerda más a la clásica de división de actos y escenas que a la narrativa convencional. Además, nada se dice de los personajes: el narrador sólo registra los movimientos y los gestos, como si fuera un dramaturgo que indica al director a través de las acotaciones.

Los personajes no tienen rostro, ni se sabe de su historia. A lo sumo, una Lady aparece con "su esbeltez encorsetada, emperlada y emplumada". El lector tiene derecho a preguntarse si Henry James estaba haciendo novela experimental, y de esa forma contribuyendo a desvencijar la gran narrativa realista europea del siglo XIX.

Es en los diálogos atiborrados de sugerencias, en los abigarrados choques y contrachoques verbales de estos aristócratas, donde el lector sutil y perspicaz debe descubrir quién es quién en verdad. Es que este James de La protesta ensaya, practica teorías, como ya lo venía haciendo desde Las alas de la paloma. Se presiente un autor cansado de contar historias, de repetir la gran lección de su admirado Balzac. Prefería innovar con el lenguaje, armar el personaje a través de sus palabras, nunca una explicación al "querido lector".

Los resultados de esta estética fueron muy aplaudidos por los especialistas que consideran a James un factor decisivo en la novela del siglo XX que encarnarán Joyce, Woolf y Proust. Durante décadas, el gran escritor había contado historias de una exasperante verosimilitud psicológica enmarcadas en entornos sociales y geográficos magistralmente descritos: aristócratas y nuevos ricos en Retrato de una dama, la mágica Venecia en Los papeles de Aspern, la incandescente Nueva Inglaterra de las sufragistas en Las bostonianas, la siniestra mansión de Otra vuelta de tuerca. Pero James fue un autor longevo y prolífico: las obras completas que se propuso editar alcanzan 24 volúmenes.

Resulta entonces sintomático que este libro, perdido y reencontrado por los ratones de biblioteca, sea en verdad un homenaje a éstos: un libro que puede ser disfrutado sólo con la mentalidad de un relojero, con un lente bien ajustado y toda la concentración dispuesta a descubrir cada detalle, cada clave.

La temática de la novela (o comedia), es querida por James. Todo gira alrededor de un "retrato", un cuadro con un rostro del que no se dice nada. Pertenece a la pinacoteca de una familia aristocrática inglesa, que además de cuadros, tiene deudas. Aquí cualquier seguidor de James reconocerá al escritor que desde niño viajó desde los noveles Estados Unidos a la antiquísima Europa, a admirar junto a su familia los museos de Italia, las galerías, a ensimismarse observando esos retratos de príncipes muertos hace siglos.

Pero Lord Theign debe desprenderse de ese cuadro, porque una de sus bellas hijas (Kitty), a la que jamás el lector tiene el agrado de conocer, se ha desbarrancado por las deudas de juego. Ese padre ama mucho más a la oveja negra que al dulce e inteligente corderito blanco, la otra hermana, Lady Grace, que sí aparece, y que protesta por la venta de ese bien familiar, el cuadro que desde hace tanto tiempo su familia atesora. Un nuevo rico americano, Breckenridge Bender, representante perfecto de la plutocracia, irrumpe en la mansión de Lord Theign, para apoderarse del cuadro más valioso de la colección del aristócrata inglés.

La peripecia ocurre cuando un joven crítico de arte se percata de que ese retrato, (que todos pensaban de Moretto) tiene, según él, el mismo modelo que otro cuadro de Mantovanno. Ello le lleva a deducir que el retrato no es del primer pintor, sino del segundo, mucho más cotizado aún.

Allí Henry James registra con su característica técnica del punto de vista, cómo todos los personajes van opinando sobre el cuadro y deseando para él un destino completamente distinto. Algunos quieren que sea de Mantovanno, porque así vale más, otros, que sea de Moretto, porque así nadie duda de su autenticidad. Otros, sólo quieren mirarlo. Todos se preguntan dónde está la verdad y dónde la falsedad. Todos quieren ver ese rostro del que el lector no tiene la menor referencia, salvo que ha sido creado por el pincel de un maestro.

Mientras tanto, como siempre, en esta historia de dinero, James entreteje una historia de amor: la de la heredera subyugada por el joven enérgico, lleno de inteligencia e ideas, pero plebeyo. A su vez, el millonario quiere comprarlo todo, pero sobre todo quiere comprar la belleza.

Hay varios libros de James superiores a La protesta, pero su hallazgo y su traducción por primera vez al español, en Argentina, le confieren un halo de rareza de coleccionista.