Urania 10 Oct 2008

Le Clézio, un explorador de culturas, ganó el Premio Nobel

La Nación | Redacción

El narrador francés es "un autor de nuevos rumbos", dijo la Academia Sueca.

 

El escritor francés Jean-Marie Gustav Le Clézio, que ha entrelazado su vida y su literatura a los viajes y las culturas diversas, fue galardonado ayer con el Premio Nobel de Literatura, un reconocimiento que devolvió la distinción más prestigiosa de las letras a Francia.

Al comunicar las razones de su decisión, la Academia Sueca describió a Le Clézio, de 68 años, como "un autor de nuevos rumbos, de la aventura poética y del éxtasis sensual" y un "explorador de la humanidad, dentro y fuera de la civilización dominante".

Escritor trashumante y ecologista, fascinado por la cultura amerindia, Le Clézio representa las ambigüedades del mundo global y la escritura como metáfora del viaje hacia otras vidas.

El anuncio encontró al escritor -que reside en Estados Unidos- en París, en una escala entre Corea del Sur y Canadá. Enseguida, ofreció una conferencia de prensa en la sede parisina de la editorial Gallimard, en la que -en francés, inglés y español, sereno y bromista- repasó sus viajes por el mundo, recordó su amor por la cultura americana, particularmente por el pasado mexicano, y definió su idea de la literatura. "Escribir es escuchar el ruido del mundo", dijo.

La decisión de la Academia Sueca en favor de un europeo reforzó la polémica originada en los últimos días después de que su secretario perpetuo, Horace Engdahl, dijo que Estados Unidos permanece aislado y "no participa del gran diálogo de la literatura". Ayer, Engdahl bajó el tono: "Le Clézio es un cosmopolita, un nómade. Pertenece a varias culturas y pasó largas etapas de su vida en otros lugares, no en Europa. No se lo puede contar como un típico escritor europeo", afirmó. Sin embargo, Le Clézio es el séptimo europeo distinguido entre los últimos diez premiados. El último ganador francés había sido Claude Simon, en 1985. En 2000 lo ganó Gao Xingjian, chino nacionalizado francés, pero que escribe en mandarín.

"Le Clézio ha conseguido rescatar las palabras del estado degenerado del lenguaje cotidiano para devolverles la fuerza para invocar una realidad existencial", dijo la Academia. Sin embargo, mientras el presidente francés, Nicolas Sarkozy, saludó el premio como un reconocimiento a la cultura francesa, los críticos de ese país no fueron unánimes en el elogio.

La producción literaria del flamante Nobel -que ya anticipó que estará en Estocolmo el 10 de diciembre próximo para recibir el premio- comprende novelas, ensayos y libros para niños. Once obras se tradujeron al español, entre ellas La cuarentena El pez dorado (ambos de Tusquets), Mondo y otras historias (Eudeba) y El africano (Adriana Hidalgo). Le Clézio estuvo el año pasado en Buenos Aires para presentar El africano yUrania en la Feria del Libro .

Ayer, el escritor relativizó los cambios que la súbita fama global del Nobel traerá a su vida. "Estoy escribiendo un libro y no voy a parar por esto. Creo que ahora todo va a ser más sencillo. La Academia me ha regalado tiempo", dijo. Pero sus razones para escribir sin descanso pueden ser más profundas: "Tengo la superstición de que mientras tienes un manuscrito entre manos te mantienes con vida, al menos hasta que lo terminas".

Hoy, el de la Paz

OSLO.- Activistas de derechos humanos como el disidente chino Hu Jia, en prisión desde diciembre pasado, y la abogada chechena Lidia Yusupova, conocida por sus denuncias sobre la guerra en Chechenia, encabezan los pronósticos para obtener el Premio Nobel de la Paz que se falla hoy. Al contrario de lo sucedido en 2007, cuando se cumplieron las previsiones que apuntaban al ex vicepresidente de Estados Unidos Al Gore y al Panel de Expertos de la ONU sobre Cambio Climático, este año no aparece un claro favorito.

En sus palabras

El siguiente es un fragmento de Urania, su última novela traducida al español, editada por El Cuenco de Plata.

"Era la guerra. Aparte de mi abuelo Julien, no había ningún hombre en casa. Mi madre era una mujer de cabellos muy negros, la piel del color del ámbar, unos ojos grandes bordeados de pestañas que parecían un dibujo al carbón. Ella pasaba mucho tiempo al sol, me acuerdo de la piel de sus piernas, brillante sobre las tibias, por las que me gustaba deslizar los dedos. No teníamos gran cosa que comer. Las noticias que nos llegaban eran muy alarmantes. Sin embargo, conservo de mi madre en aquella época el recuerdo de una mujer alegre y despreocupada [...]. Le gustaba leer también, y es de ella de quien he heredado la convicción de que la realidad es un secreto, de que es soñando como se está cerca del mundo. Mi abuela paterna era muy distinta. Era una mujer del Norte, de los alrededores de Compiègne o de Amiens, de un largo linaje de campesinos cerrados y autoritarios. Se llamaba Germaine Bailet, y ese nombre contenía todo lo que ella era, avara, terca, voluntariosa."