La mujer sentada | Los pollos no tienen sillas 22 Oct 2013

Ferocidad y vanguardia

Revista Ñ | Diego Manso

Cómic. Se rescata la obra de Copi como historietista en dos volúmenes fundamentales: “Los pollos no tienen sillas” y “La mujer sentada”.

 

A pesar de que la editorial Anagrama publicó a partir de los 80 parte sustancial de la obra de Copi en traducciones al uso del español castizo, algo que de alguna forma complotó contra la recuperación de su narrativa para la literatura argentina, los últimos cuatro años dieron cuenta de un rescate serial que inició con las novelas La ciudad de las ratas y La guerra de las mariconas . Le siguieron dos volúmenes que compilan el teatro sustancial del autor y ahora, con Los pollos no tienen sillas y La mujer sentada , son dos también los álbumes antológicos de cómics que se suman al aluvión Copi. Es cierto que en su labor al frente de Adriana Hidalgo el editor Eduardo Russo ya había publicado las piezas Eva Perón , Cachafaz y La sombra de Wenceslao en ediciones cuidadísimas, pero esta última tanda a cargo de El Cuenco de Plata viene a saldar una deuda de años: ahora casi la totalidad de la obra de Copi se encuentra disponible para el lector local.

Los pollos no tienen sillas y La mujer sentada (el último de aparición reciente) se suman a Las viejas putas , otro repertorio de historietas que la editorial de Jorge Herralde publicó en 1982. Pero Los pollos..., conoció una edición anterior –muy buscada por los coleccionistas y que hoy cotiza alto en sitios de venta por Internet– que el mítico sello Jorge Alvarez, en otra de sus movidas preclaras, lanzó hacia 1968, seis años después del exilio definitivo de Copi en París y apenas cuatro de que empezara a dibujar la La mujer sentada para el semanario de actualidad Le Nouvel Observateur.

Copi gustaba definir a La mujer sentada no tanto como un personaje (al menos, no en el sentido aristotélico) sino como “un estado de ánimo”. Es una mujer sin tiempo que un día puede ejercer de ama de casa, otro de reina, mañana de feminista liberal, hoy de conservadora chupacirios, luego de psicoanalista y más tarde de intelectual que odia el lenguaje porque le ocupa “buena parte del dibujo”. Tampoco tiene nombre y suele mantener conversaciones con pollos, puercos y caracoles como con miembros circunstanciales de su familia. El crítico Daniel Link postula en un posfacio a La mujer sentada que “Proust ya había hecho del punto de vista de una mujer enferma e inmovilizada (se refiere a la la tía Léonie, nada menos que aquella que mojaba en té las magdalenas) el punto de vista escópico total de una novela obsesionada con el devenir de las sexualidades” y encuentra otro antecedente en La mujer sentada (1920) de Guillaume Apollinaire. No obstante, aun sin el auxilio de estas referencias cultas, los cómics de Copi (que inició su derrotero en la prensa argentina para Tribuna Popular y Tía Vicenta) abrevan de una raigambre teatral –la que va de Eugène Ionesco a Fernando Arrabal– que engañosamente disimula su pulso de avanzada. Cada uno de sus cuadritos son, al fin de cuentas, cócteles molotov de ferocidad y vanguardia. “¿Somos de verdad o solamente somos personajes de Copi?”, le pregunta un pollo a La mujer sentada. “¡Existimos!”, responde ella. Queda en cada lector saber si semejante afirmación cabe en este mundo.