Manual de supervivencia 27 Jul 2013

Puertas de acceso a filmes únicos

Revista Ñ | Hugo Salas

Directores tan diferentes como el alemán Werner Herzog y el húngaro Béla Tarr, aparecen en el inicio de una colección dedicada al cine. Uno, en larga entrevista y el otro, en un estudio de Jacques Rancière.

 

Todo cinéfilo sabe lo difícil que puede resultar la búsqueda de libros especializados, sobre todo si se trata de crítica e historia (la profusión de escuelas favoreció la edición de manuales técnicos y obras pedagógicas, pero sus alumnos no muestran interés por la “teoría”). Varios de los clásicos no se han vuelto a imprimir y circulan sólo de manera errática por las librerías de usados, a tal punto que existe un negocio del ramo que hasta no hace mucho aún vendía las fotocopias de volúmenes imposibles de encontrar.

Por suerte, esto comienza a cambiar en los últimos años con la aparición, en el mercado local, de editoriales decididas no sólo a reeditar, sino también a traducir novedades. A esta tendencia se suma ahora El cuenco de plata, que ya había publicado parte de la correspondencia de Pier Paolo Pasolini (Pasiones heréticas , si bien en una selección que privilegiaba su obra como poeta) y en particular El hombre visible , de Béla Balász.

Con Manual de supervivencia , extensa entrevista con Werner Herzog a cargo de Hervé Aubron y Emmanuel Burdeau, y Béla TarrDespués del final , de Jacques Rancière, en impecables traducciones de Silvio Mattoni a las que sólo cabe reprocharles que no consignen los títulos originales de las películas sino sólo sus traducciones, la editorial da comienzo a una nueva línea dedicada al cine en el marco de la colección Extraterritorial, dentro de la cual se anuncia la próxima aparición de Haneke por Haneke , un Bresson por Bresson que acaba de salir en Francia y la reedición del insuperable La pantalla diabólica , de Lotte Eisner, dedicado al expresionismo alemán, y Las películas de mi vida , de François Truffaut.

El amigo alemán

Figura central del nuevo cine alemán de los 70, a pesar del enfoque contenido de El enigma de Kaspar Hauser (1974) o Nosferatu (1979), el nombre de Werner Herzog quedó asociado al estilo descomunal de Aguirre la ira de Dios (1972) y Fitzcarraldo(1982). En términos generales, el periodismo vuelve a prestarle atención en 1992 con Lektionen in Finsternis (también conocida como Lecciones de oscuridad ), una meditación documental en 16mm sobre las condiciones y consecuencias de la primera guerra del Golfo, en la que se vuelve patente una reinterpretación de la relación con la naturaleza que en adelante ocupará un lugar central en su filmografía, puntuada por inesperadas producciones estadounidenses.

En un doble movimiento, Manual de supervivencia , de Hervé Aubron y Emmanuel Burdeau, críticos de Cahiers du Cinéma, procura historizar su carrera y dar cuenta de la singularidad de su presente. El volumen abre con un ensayo en el que Burdeau repasa la filmografía de Herzog desde la inevitable perspectiva autoral: “ Los diez minutos de Herakles [primer corto del director alemán] anticipan lo esencial de su obra”, anuncia en la primera página, y de allí en más se aboca a ese tipo de historia que prefiere leer continuidades y acción deliberada en vez de rupturas y encuentros en el trabajo con los materiales. Más allá de las reservas que pueda generar esta perspectiva (de la que la crítica cinematográfica tal vez no logre librarse nunca), el texto constituye una interesante puesta al día.

Le sigue la pieza central del libro: la extensa entrevista realizada en 2008. En sus 75 páginas, los críticos logran establecer con Herzog una amena conversación acerca de su propia distancia del “mundo del cine”, la relación entre hombre y naturaleza, su rechazo a considerarse un artista, su vínculo con los libros y la lengua, con la cultura alemana en particular y distintos tópicos que alumbran múltiples facetas del director, inclusive su propia ambivalencia a la hora de alimentar y destruir el mito vitalista y omnipotente que se ha construido sobre su propia figura. Cierra el volumen un filoso ensayo de Aubron que intenta pensarla a partir de una relación paradójica con el lenguaje y del carácter decididamente antropocéntrico y europeizante que suponen algunos de sus puntos de partida, si bien, desde luego, con el tono siempre consagratorio de la crítica cahierista , dando al conjunto un cierre más que interesante y redondo.

 Sólo para iniciados

A diferencia de la notoriedad de Herzog, el húngaro Béla Tarr es antes bien una contraseña para entendidos (en Argentina, sin ir más lejos, sólo han podido verse unas pocas películas suyas en festivales). Testigo del deshielo, del resquebrajamiento de la Cortina de Hierro y de la posterior inserción de su país en el contexto internacional, hay quienes señalan en su filmografía dos etapas, una primera de cine político-social, casi de carácter denuncista (si bien nunca panfletario), y una posterior, más metafísica o formal, mejor conocida en el circuito internacional, sobre todo a partir de su monumental Sátántangó (1994), célebre tanto por la belleza y la intensidad hipnótica de sus planos como por su duración de siete horas y media. En 2011, tras el estreno de El caballo de Turín (en colaboración con Ágnes Hranitzky), el cineasta anunció que se trataba de su última película, decisión que sostiene hasta la fecha.

Es justamente a partir de ese acto de clausura que el filósofo francés Jaques Rancière aborda su filmografía, y su concepción estética en Béla TarrDespués del final . La voluntad de entender las condiciones internas y múltiples que determinan no sólo la decisión, sino la imposibilidad de seguir después del filme de 2011 signa los distintos puntos de entrada que el autor ensaya con su habitual prosa lacunar e interrumpida.

El resultado es un panorama general y al mismo tiempo sensible a los cambios y evoluciones, una lectura minuciosa, atenta tanto al despliegue del sentido como a los elementos materiales en los que encuentra su origen, en uno de los textos más atractivos de los muchos que se han publicado de Rancière en lo que va del año.