Freshwater 19 Nov 2012

Ellen Terry por Virginia Woolf

Blog Damiselas en apuros | Moira Soto

 

La editorial El Cuenco de Plata publicó este año Freshwater, Una comedia y textos breves sobre teatro, de Virginia Woolf. La traducción pertenece a María Emilia Franchignoni, a quien se le debe la afortunada presentación en Buenos Aires, como estreno absoluto en 2010, precisamente de Freshwater, pieza que repuso en 2012. Directora, docente, actriz, performer,  Franchignoni es una devota estudiosa de la obra de la genial escritora inglesa (1882-1941) y ha elegido con gran acierto los textos que acompañan a esa disparatada comedia, algunos referidos a los personajes que Woolf recreó como dramaturga, y el resto a William Shakespeare, otros autores del teatro isabelino y la literatura de los antiguos griegos.

 
La última, extraordinaria novela de Virginia escrita antes de suicidarse, Entre actos, también remite al universo escénico narrando  la representación de una pieza que refleja la historia de Inglaterra desde la Edad Media hasta las vísperas del estallido de la Segunda Guerra.
 
A continuación, fragmentos de uno de los textos incluidos en la citada edición de El Cuenco de Plata, donde Virginia Woolf, enamorada del arte personalísimo de Ellen Terry, revela el secreto de esa actriz carismática cuyo talento intuitivo se desarrolló desde la infancia, directamente sobre las tablas, lejos de academias y conservatorios.
 
Al entrar en escena como Lady Cicely en La conversión del capitánBrassbound, el escenario colapsó como un castillo de naipes y todas las candilejas se extinguieron. Mientras decía su parlamento era como si tensara el arco sobre un espléndido chelo preciosamente conservado. Rechinaba, destellaba, reverberaba. Luego, dejo de hablar. Se puso los anteojos, miró atentamente el respaldo de un sillón. Se había olvidado la letra. ¿Acaso importaba? Con sus palabras o en silencio, ella era Lady Cicely. ¿O era Ellen Terry? De cualquier manera, ella colmaba el escenario, y todos los demás actores se eclipsaban como las luces con el sol.
 
Así y todo, esta pausa que se produjo al olvidar lo que Lady Cicely debía decir a continuación, fue significativa. No fue, como dijeron algunos, una señal de que Ellen estaba perdiendo la memoria porque había pasado ya la flor de la edad. Era un indicio de que Lady Cicely no era un papel para ella. Gordon Craig, su hijo, asegura que solo se olvidaba la letra cuando había algo extraño en el texto, cuando un grano de arena se filtraba en la maravillosa maquinaria de su genio. Cuando el papel era apropiado, cuando hacía a Porcia, Desdémona u Ofelia de Shakespeare, cada palabra, cada coma era aprovechada. Incluso sus pestañas actuaban. Su cuerpo perdía peso. Su hijo, apenas un niño, podía alzarla en sus brazos. “No soy yo misma”, decía. “Algo me invade… Estoy en el aire, liviana e incorpórea”.
 
(…)¿Cuál de todas estas mujeres es entonces la verdadera Ellen Terry? ¿Cómo unir todos los bocetos dispersos? ¿Es ella madre, esposa, cocinera, erudita, actriz? ¿O debería haber sido, después de todo, pintora? Cada rol parece el indicado, hasta que ella lo descarta y desempeña otro. Es como si algo de Ellen Terry desbordara cada personaje y permaneciera inarticulado. Ni Shakespeare ni Ibsen ni Shaw podían amoldarse a ella. El teatro no podía contenerla, tampoco el cuarto de los niños. Pero existe después de todo un dramaturgo más grande que Shakespeare, es la Naturaleza. El suyo es un escenario tan vasto y tan infinita su compañía de actores, que la mayoría de las veces los despacha con uno o dos roles. Y así entran y salen sin quebrar categorías. Pero de vez en cuando la Naturaleza crea un papel nuevo, un  papel original. Los actores que encarnan ese papel siempre desafían nuestro intento de clasificarlos. No interpretarán personajes típicos ya que se olvidan los textos e improvisan algunos propios. Pero cuando aparecen, el escenario se derrumba como un castillo de naipes y las candilejas se apagan. Ese fue el destino de Ellen Terry: interpretar un papel nuevo. Y mientras otros actores serán recordados por sus Hamlet, Fedra o Cleopatra, Ellen Terry es recordada porque fue simplemente Ellen Terry.