Freshwater 18 May 2012

Queremos tanto a Virginia

Revista Debate | Marisa Avigliano

 

Es sabido que los shakespearianos se dividen en tres clases –escribe Virginia Woolf en 1933 después del estreno de Noche de Reyes en el Old Vic de Londres–; los que prefieren leer a Shakespeare en los libros, los que prefieren verlo interpretado en el escenario, y los que saltan impunemente del libro a la escena. Buenos Aires nos ofrece hoy la misma posibilidad de clasificación -y esta vez no para el dios de El Globo sino para su ilustre admiradora- porque podemos lanzarnos del texto a la butaca y volver al texto buscando el eco de la última palabra declamada. Si bien es cierto que siempre tendremos a mano en viejas ediciones a Orlando, Al faro, Las olas, Tres guineas, La señora Dalloway y Un cuarto propio, es adorable celebrar que se hayan sumado a la lista en estos días dos nuevos prodigios, La muerte de la polilla y otros ensayos  y Freshwater, una comedia -esta última en partida doble: libro y obra en cartel.

TEATRO EN FAMILIA

Freshwater, la única obra de teatro que escribió Woolf en 1923 -y que acaba de publicar El Cuenco de Plata, que incluye una semblanza biográfica de Julia Margaret Cameron, unas fotos de la propia Cameron que muestran las características de los personajes y cuatro textos breves sobre teatro-,  se estrenó doce  años después en la fiesta de cumpleaños de Angelica Bell, sobrina de Virginia. ¿Los actores? Quiénes si no los miembros del grupo Bloomsbury ¿el público? amigos y parientes (casi ochenta personas). Escrita para la familia, Virginia se negó a que fuera publicada o representada y no fue editada hasta que murió Leonard. El manuscrito era perfecto ya que era imposible de todos modos posibles que la dama del Ouse no lo hubiera leído y revisado con inmenso cuidado como hacía con cada uno de sus textos (la versión de El Cuenco de Plata es la de 1935 a la que se le incorporaron fragmentos de la primera más algunas  modificaciones entre paréntesis que corresponden a la adaptación de Franchignoni).