Carta sobre los ciegos para uso de los que ven 10 Abr 2005

Carta sobre los ciegos para uso de los que ven

La Nación | Felipe Fernández

 

Denis Diderot (1713-1784) es una de las figuras más representativas de la Ilustración francesa por su labor como director de la Enciclopedia. Su vasta obra comprende ensayos filosóficos y políticos, crítica de arte, escritos científicos, dramas y novelas. La Carta sobre los ciegos para uso de los que ven se publicó en 1749. Cuatro años atrás se había efectuado la primera extracción del cristalino y ya existía un sistema de caracteres en relieve mediante el cual los ciegos podían leer. Muchos intelectuales de la época, como Condillac, deseosos de arribar a una teoría del conocimiento, se habían interesado en cómo perciben el mundo los no videntes. Diderot encara el tema equilibrando las consideraciones abstractas con una actitud humanitaria que invita a prescindir de los prejuicios. Sus reflexiones, volcadas en una prosa lúcida y precisa, no dejan piedra sin remover y parecen preguntarse por qué tendemos a considerar inferiores a los seres distintos de nosotros.

 Diderot destaca la autosuficiencia de algunos ciegos: las menores vicisitudes que ocurren en la atmósfera les permiten distinguir si el tiempo está nublado o despejado, si caminan por una calle o por un callejón sin salida. Pueden calcular la estatura de una persona por la dirección del sonido de la voz y saber si un vaso está lleno por el ruido del líquido al caer. A través del tacto, el oído y el olfato experimentan el mundo con tanta plenitud como la que se disfruta a través de los ojos.

 Esta comprobación lleva al autor de La religiosa a dudar de si existe un fundamento valedero para considerar una superioridad del orden ocular sobre los otros órdenes sensitivos. En una de sus observaciones más agudas postula que si un hombre que ve llegara a "un pueblo de ciegos, sería preciso que tomara la decisión de callarse, o pasar por loco". Nada cuesta asociar la idea con la alegoría de la caverna de Platón, pero también podría haber inspirado a H.G. Wells su magnífico cuento "El país de los ciegos".

 La carta se vuelve demasiado técnica cuando explica la tabla de cálculo inventada por el matemático ciego Nicholas Saunderson (1682-1739). Pero alcanza su mayor hondura dramática cuando class="color">Diderot convierte a Saunderson en su vocero para debatir sobre la existencia de Dios, criticar toda posición antropocéntrica y negar la posibilidad de un plan rector para el universo. Por divulgar tales conceptos, Diderot fue condenado a tres meses de cárcel. La edición cuenta con una impecable traducción y un esclarecedor prólogo de Silvio Mattoni.