Las ratas - Sombras suele vestir 03 Oct 2011

Las ratas – Sombras suele vestir

El Arca | Jorge Ariel Madrazo

 

Esta oportuna reedición de dos obras fundamentales de José Bianco (Buenos Aires, 1908-1986), uno de los más finos escritores argentinos y uno de los menos bendecidos por la fama, permite volver a transitar una escritura tan inteligente como ambigua que mereció, nada menos, este elogio de Borges: “Como el cristal o como el aire, el estilo de Bianco es invisible. Las palabras, aunque armoniosas, no se interponen entre el autor y los lectores. Este es un modo de afirmar que su estilo es clásico. [..] Las páginas de José Bianco nos confían, casi imperceptiblemente, una historia que nuestra imaginación agradece y de la que no podemos descreer. Esta virtud no es común.”
 
Las ratas
 vio la luz en 1943 en la editorial Sur; cabe recordar que Bianco fue entre 1938 y 1961 secretario de redacción de la célebre revista homónima piloteada por Victoria Ocampo. El viaje de Bianco a Cuba precipitó la ruptura. Sombras suele vestir había sido publicada por el mismo sello en 1941. Antes y después, Bianco no dio a la imprenta mucho más: apenas los cuentos de La pequeña Gyaros, en 1932, y en el 72 la novela La pérdida del reino. Traducciones memorables (de Henry James, de Stendhal, de Beckett, de Bierce, de Eliot y Genet) y ensayos críticos de calidad inusual concurrirían a dar al autor ese unánime prestigio inter-pares que muy pocos alcanzan.
 
Las ratas, se recuerda, desenvuelve una trama engañosa: ni el joven narrador, Delfín Heredia, ni su hermanastro Julio, quien parece tener un fuerte ascendiente sobre él, son aquello que sus retratos iniciales sugieren. Tampoco la trama aparente −la forja de la personalidad y los sueños de ese adolescente, Delfín, especialmente dotado para la música− será lo que predomine a medida que la novela va atando sus cabos inesperados. Y perversos, vale decirlo. La muerte de Julio es un dato que se conoce desde el comienzo aunque no su causa real, aquella que da pie a una mentira ya en la sexta línea del relato, hilvanado mediante el recurso de una suerte de memoria en primera persona del propio Delfín: “Julio se había suicidado.” La hipocresía de las relaciones familiares, la ominosa irrupción del mal, van tomando cuerpo aquí a través de una pluma maestra. Como bien señala en el Prólogo el escritor cordobés Silvio Mattoni, la casa donde se mueven los personajes es el “casi único escenario de un sórdido drama” donde, como las ratas del título, “de piso en piso y de estante en estante, de experimento en experimento y de una jaula de pasión a otra”, esos personajes, “también, como los mudos animalitos, no dicen lo que hacen…”
 
Sombras suele vestir 
despliega una atmósfera onírica, un laberinto que alude desde el título a los versos de Góngora: "El sueño, autor de representaciones,/ en su teatro sobre el viento armado / sombras suele vestir de bulto bello". Un inquilinato de la calle Paso será el primero de los escenarios donde entretejen sus vidas, colmadas de situaciones confusas, la joven Jacinta Vélez, uno de sus amantes, Bernardo Stocker, el hermano autista de Jacinta, Raúl, y la dueña de la pensión, Carmen. Más tarde, el hilo narrativo se mudará a la casa de Stocker, y luego aún a un sanatorio: la figura de Jacinta irá enrareciéndose en ese transcurso, cobra un aura casi fantasmática.
 
“El autor parece saber más de lo que dice y el lector parece estar mirando siempre más cosas de las que puede", ha escrito alguna vez Tomás Eloy Martínez, al referirse a José Bianco. Una cualidad que el argentino comparte con su admirado Henry James, aunque Bianco no había leído a James cuando escribió estos dos relatos magistrales, en los que lo fantástico es, tan sólo, la otra cara de lo que, erróneamente, tomamos por real.