Las ratas - Sombras suele vestir 19 Oct 2011
Revista Ñ | Lucas Mertehikian
Se reeditan dos obras esenciales de José Bianco, un escritor genial eclipsado por figuras como Borges y Bioy Casares.
Es probable que la obra de José Bianco aún no haya sido valorada en su justa medida. Tal vez su exclusión de la lista corriente de los “grandes escritores” de la literatura argentina del siglo pasado se deba a que aparece asociado al círculo de autores cercanos a Jorge Luis Borges como una figura de segunda línea. Opacado por las presencias de Bioy Casares, las Ocampo o el propio Borges, y por sus escasas publicaciones, Bianco ha venido a ocupar un lugar que la lectura de sus novelas desmiente.
La reedición que El cuenco de plata hace ahora de las dos novelas cortas que lo hicieron famoso en vida, Las ratas (publicada en 1943) y Sombras suele vestir (que es de 1941), puede que sirva para que Bianco abandone de una vez por todas ese lugar secundario al que sus amistades o la historia lo han condenado. Porque aunque es cierto que estos libros tienen mucho de la literatura de intriga y fantástica que varios escribían en los cuarenta, también lo es que, como todos los libros perdurables, superan con creces cualquier etiqueta mezquina.
En busca de sus lectores
Conviene no adelantar detalles argumentales de ninguna de estas dos nouvelles. Sobre todo porque, como escribió Borges en el prólogo a la primera edición de Las ratas (y lo mismo vale para Sombras suele vestir), son de esos libros “que recuerdan que hay un lector: un hombre silencioso cuya atención conviene retener, cuyas previsiones hay que frustrar, delicadamente, cuyas reacciones hay que gobernar y que presentir”.
En efecto, desde la primera hasta la última línea, Bianco apuesta al argumento. En el caso de Las ratas, bastará con decir que el suicidio de Julio, el hermano del narrador, es el hecho que moviliza el relato de principio a fin. Las desviaciones que el lector crea advertir en el medio son sólo eso: señuelos que Bianco deja aquí y allá para dar las pistas de una segunda (y necesaria) lectura. En Sombras suele vestir, el romance entre una prostituta, Jacinta, y un cliente culto y millonario, Bernardo Stocker, se mostrará cristalino hasta último momento, cuando el cambio de perspectiva narrativa viene a enrarecer todo.
Pero los méritos de Bianco no se reducen a un manejo sutil de la trama y la sorpresa. En cambio, y sobre todo en Las ratas, exhibe una capacidad asombrosa para trabajar sobre la base de la ironía, entendida en un sentido amplio como un sistema de enunciación que pone todo al revés, esconde lo que dice y reflexiona continuamente sobre lo escrito. Sobre esto ahonda el acertado prólogo de Silvio Mattoni, que es preferible leer sólo luego de las novelas de Bianco. Lo mismo vale para el de Jorge Luis Borges, que está disponible en Internet y que El cuenco de plata ha decidido no incluir, en razones (muy atendibles) de su editor, Edgardo Russo, porque más que elogiar a Bianco, Borges lo tomaba como punto de referencia para criticar a sus contemporáneos.
A lo largo de las dos nouvelles encontramos comentarios de los narradores que pueden ser leídos como ars poetica, declaraciones de principio sobre cómo construir una obra de arte. En Sombras suele vestir, por ejemplo, se lee: “Las cosas, contempladas por su madre, parecían despojarse de todo significado moral o convencional, perdían su veneno, se sustituían unas por las otras y alcanzaban una especie de categoría metafísica, de pureza trascendental”. Así narra Bianco: con una distancia marcada que le permite una mirada extrañada del mundo, nunca ingenua y casi perversa, pero honesta con la idea de que también la literatura puede producir sus propias verdades.