Sobre la ciencia 01 Nov 2006

Weil aún puede sorprendernos

La Gaceta | María Eugenia Valentié

Su tesis de 1929-30, artículos, cartas y diversos fragmentos encontrados entre sus papeles. 

 

La genialidad de Simone Weil y la abundancia de sus conocimientos todavía pueden depararnos sorpresas. Hasta ahora, lo que habíamos podido conocer a través de la publicación de sus escritos trataba de teoría política, sociología, historia, ética, religión, etcétera; es decir, de cuestiones relacionadas con lo que normalmente se denomina “humanidades”. Pero ahora, podemos conocer también sus trabajos sobre las llamadas “ciencias duras”.

El libro contiene su tesis final de estudios superiores titulada “Ciencia y percepción en Descartes”, escrita en 1929-30; le siguen en orden cronológico una serie de artículos, cartas y fragmentos de trabajos, encontrados entre sus papeles. Sabemos que casi todo lo que conocemos sobre su obra fue publicado después de su muerte, en 1943.

En su tesis hace una erudita presentación del sistema cartesiano y no deja de mostrar ciertas contradicciones del gran racionalista. Luego, en una segunda parte, retoma el derrotero cartesiano desde el “pienso, luego existo”, hablando en primera persona desde una situación concreta: la de alguien que está escribiendo una tesis. En esta reconstrucción del cartesianismo introduce algunas variantes, como la importancia que concede a la imaginación, que, como sabemos, puede engañarnos, pero al mismo tiempo también puede mostrarnos distintas posibilidades para resolver una cuestión. Y en cuanto a las relaciones entre la sustancia pensante y la extensa, da una gran importancia a la idea de trabajo, hecho muy ligado a las ideas y a la biografía de Simone Weil.

En respuesta a la carta de un colega que tiene dificultades para enseñar ciencia en un liceo, le explica que la ciencia sólo puede enseñarse como historia de la ciencia. Mostrar de esa manera que la ciencia no es un conjunto de dogmas inalterables, sino algo vivo que se va construyendo y modificando a través del tiempo. En otra carta, esta vez en una respuesta a un alumno, aparece su diferenciación entre ciencia y técnica. A ella le interesa lo que las cosas son y no su posible utilidad. La ciencia busca el conocimiento y su valor es la verdad; en cambio, el valor de la técnica es la utilidad. Un ejemplo de esto es la maravillosa ciencia griega, que nunca se ocupó de inventar utensilios.

Para Simone Weil la aparición de Tales y su famoso teorema, que desde hace más de dos mil años los escolares siguen repitiendo, es uno de los hechos más importantes de la historia de la humanidad. La geometría griega alcanzó tal desarrollo que el valor de Verdad unió los de Belleza y de Bien. Esto explica lo que cuenta una tradición que dice que Platón escribió en el frontispicio de la Academia: “No entre aquí quien no sabe Geometría”. Pero, con la caída de Grecia y el dominio del Imperio Romano, la ciencia estuvo olvidada durante siglos. Hay que esperar hasta el Renacimiento para su reaparición.

Los grandes filósofos racionalistas del siglo XVII, Descartes, Spinoza, Liebniz, son, al mismo tiempo, científicos. La ciencia moderna se desarrolla y crece hasta llegar a su culminación a fines del XIX. La única crítica que Simone Weil le hace es su tendencia hacia un determinismo demasiado estrecho. Pero, de alguna manera, la ciencia moderna es una vigorosa continuación de la ciencia griega. Al llegar al siglo XX se produce una crisis y comienza en Occidente una tercera etapa de la ciencia.

Dice la autora: “Dos nociones han abierto un abismo entre lo que se entendía por ciencia desde la antigua Grecia y lo que hoy entendemos por ese nombre, dichas nociones son la de relatividad y la de quanta. La primera se debe a Einstein y la segunda a Planck”. Ambas han cambiado las nociones comunes de tiempo y espacio, produciendo una ruptura con la ciencia anterior. La física cuántica, que, en cierto sentido, es una versión del atomismo, introduce la idea de discontinuidad. Los quanta, aunque poseen masa y energía, no coinciden con los datos de la percepción de un hombre común. La ciencia se ha convertido en una cuestión de especialistas.

Estas ideas están desarrolladas en artículos tales como “La ciencia y nosotros”, “El futuro de la ciencia” y “Reflexiones sobre la teoría de los quantas”. El volumen también incluye interesantes fragmentos de otros escritos y parte de su correspondencia con su hermano André Weil, matemático ilustre. De las cartas únicamente se reproduce todo lo que tiene que ver con la ciencia. Salvo una pregunta que Simone hace a su hermano: “¿Leíste a San Juan de la Cruz? Es mi principal ocupación en este momento”.