Poesía 13 Jul 2018

De la importancia y los límites de la traducción de poesía

Hablar de Poesía | Juan V. Blanco

 

La poesía de James Joyce ha dado origen a las más contradictorias valoraciones críticas. Como ejemplo de objeción radical, podemos citar la opinión de Harry Levin: “en sus mejores momentos Joyce no pasa de un versificador hábil que se mueve en un campo muy limitado. (…) Se trata de simples ejercicios de solfeo para una obra más importante. La verdadera contribución de Joyce fue haber puesto los más amplios recursos poéticos al servicio de sus obras de ficción.”[8] En el extremo opuesto, avanzando a contrapelo y con una aprobación sin fisuras, se sitúa Borges, quien en su conferencia inédita dedicada a James Joyce afirmó: “¿Qué perdura de la obra de Joyce? (…) Joyce empezó escribiendo poemas, estos poemas son realmente extraordinarios. Es una lástima que Joyce, que tomó significativamente el nombre de Dedalus, se dedicara a construir laberintos, a construir vastos laberintos en los que él mismo se perdió y en los que sus lectores se pierden”.[9]

El juicio de Borges no concluye allí, se extiende un poco más. Nos será útil seguirlo, a fin de orientar y acotar nuestra lectura del libro que tenemos entre manos. “Ya que ningún juicio sobre un poeta puede equivaler a la audición inmediata, a la respiración de los versos de un poeta, yo les pido a ustedes que escuchen dos poemas que nuestro amigo Elif va a leer. El primero es un poema bastante breve, está simplemente hecho de melancolía, hecho de desesperación, quizá no haya mejores elementos para hacer un poema; se llama, creo, She Weeps Over Rahoon. [Comienza Elif la lectura en inglés y Borges lo interrumpe tras el segundo verso para decir:] Qué lindo es Where my darke lover lies… Donde yace mi oscuro amante. Oscuro porque está bajo tierra, porque está perdido, en fin, porque está muerto, [continúa la lectura y al final traduce el último verso del poema:] Susurrante lluvia o aluciante lluvia… Ahora el otro poema, porque éste, éste es simplemente extraordinario como sonido, como música verbal, aunque desde luego ya es mucho que un poema tenga esa música verbal; y ahora vamos a ver el otro poema, que es el de la visión. [Comienza Elif la lectura de I hear an army charging upon the land. Borges interrumpe la lectura tras el quinto verso para decir:] Este verso es uno de los más extraordinarios, me parece, They cry unto the night their battlename; ¡la fuerza que tienen estas palabras compuestas, their battlename!”

            Podemos dudar del gusto de Borges, pero no de su percepción de la belleza de la lengua inglesa cuando alcanza su cima; de modo que cabe suponer que los dos poemas por él elegidos se sitúan en esa cima, al tiempo que entregan la plenitud de la voz de Joyce. Debido tanto a la fuerza de las palabras compuestas como a la música verbal generada por la cadencia de los versos, Borges considera que la poesía de Joyce es intraducible. Vierte al pasar alguna que otra palabra o línea, pero prudentemente se abstiene de traducir a Joyce. Esta ardua tarea es la que se ha propuesto Pablo Ingberg al afrontar la traducción de su poesía. Es una empresa muy ambiciosa, ya que se somete a pautas formales de metro y rima para la traducción de los poemas rimados y metrificados de Joyce, y suma además la labor de Joyce como traductor de poesía: traducciones y versiones que se ofrecen a su vez retraducidas. Sólo quedan afuera de este volumen los poemas de Joyce que son parte de sus trabajos en prosa. Son entonces trescientas páginas de poesía, con el texto original al frente, y otras cien de minuciosas notas en cuerpo menor que echan luz sobre cada una de las composiciones. Un trabajo admirable, ciclópeo.

Para dar una idea de la exhaustividad de las notas, basta decir que correspondiente a los doce versos del poema She Weeps Over Rahoon, el primero de los dos elegidos por Borges para ilustrar la poesía de Joyce, ocupa una página y media. Pueden leerse allí todos las circunstancias que permiten establecer vínculos ciertos entre el poema y el cuento “Los muertos”, el último de Dublineses, en el que evidentemente hace pie. Transcribo la traducción de Pablo Ingberg:

 

        Cae lluvia en Rahoon, cae suave, suavemente,
        Donde yace mi amor de tez oscura.
        Triste su voz me llama, me llama tristemente,
        Al salir gris la luna.

        Escucha, amor,
        Qué suave y triste llama su voz eternamente,
        Eterna irrespondida, y la lluvia que cae oscuramente,
        Ayer como hoy.

        También oscuros nuestros corazones, amor, yacerán fríos
        Como su triste corazón reposa
        Bajo ortigas gris luna, humos negro sombrío
        Y lluvia rumorosa.

 

A diferencia de Borges, que traduce darke lover con las palabras “oscuro amante”, Ingberg opta por la variante “mi amor de tez oscura”. Hay buenos motivos para esa elección, ya que en una nota del propio Joyce a Exiliados, fechada en la época en que escribió el poema, puede leerse: “Ella llora por Rahoon además, por aquel a quien su amor ha matado, el muchacho moreno a quien, como la tierra, abraza en la muerte y la desintegración. Él es su vida enterrada, su pasado”. Tiene, entonces, buenos motivos Ingberg para decidirse por esa formulación, pero a mi parecer eso restringe la fuerza evocativa de la imagen. Casi estamos tentados de abandonar la guía de Borges y coincidir con William York Tindall cuando afirma: “No es fácil entender por qué después de plasmar la experiencia en un gran cuento [Joyce] trató de recapturarla en un poema lírico menor”. Cabría suponer que Joyce aún no había concluido de hacer la digestión del pasado de Nora Bernacle, suposición que encuentra sostén en el tema del Ulises: el largo vagabundeo de un hombre que sabe que será traicionado por su mujer en el transcurso de la jornada que es objeto de la extensa novela.

            Veamos ahora la traducción de Ingberg del segundo poema elegido por Borges para ilustrar la calidad de la lírica de Joyce, I hear an army charging upon the land:

 

        Oigo una hueste que a la carga contra la tierra va
           Y el tronar de caballos zambullidos, espuma en las rodillas.
        Arrogantes, con negras armaduras, tras ellos en pie están,
           Desdeñando las riendas, con látigos batientes, los aurigas.

        Claman hacia la noche su nombre de batalla:
        Gimo dormido cuando lejos oigo su risa en torbellino
        Hienden la sombra de los sueños, cegadora llama,
        Sonando, resonando contra el corazón tal como contra un yunque.

        Vienen ondeando en triunfo su largo pelo verde:
        Salen del mar y corren por la costa gritando.
        Corazón, ¿nada sabes que así esperanza pierdes?
        Mi amor, mi amor, mi amor, ¿por qué solo me has dejado?

 

            Este poema no sólo ha cosechado el elogio de Borges, sino también el de Yeats, quien lo consideró “obra maestra técnica y emocional”. Pero se hace evidente en la lectura que el ímpetu entre homérico y celta que arrebata el poema en inglés está tan alejado de nuestra cultura poética y de nuestra sensibilidad que aunque sobran motivos para fundamentar las elecciones de la traducción, la poesía está lejos de imponérsenos de manera inmediata. Repito, no es una falla del traductor: simplemente muchos de los poemas de Joyce está tan encarnados en la lengua y la cultura británicas, que muchas veces es difícil dar el salto desde la aprobación técnica de las traducciones (o desde el placer de la inteligente erudición de las notas) al escalofrío inmediato, primitivo, de la poesía.

            El libro es una proeza intelectual, y una excelente noticia tanto literaria como cultural. Nos invita a un recorrido completísimo por la poesía recogida en libros por Joyce y a conocer a fondo su poesía de ocasión. En los momentos en los que la poesía de Joyce es más conscientemente artificial (y eso sucede sobre todo en Música de cámara: unos poemas de amor escritos desde la poesía isabelina y no desde la experiencia amorosa) la traducción tiene el mérito de devolvernos buena parte de su gracia, no por manierista menos disfrutable; así por ejemplo:

 

        XX

        En el pinar oscuro
                 Junto a ti yacería
        En la honda sombra fresca
                 Al mediodía.

        ¡Qué dulce ahí yacer,
                 Dulce besar,
        Donde el gran pinar forma
                 Pasillos al altar!

        Tu beso al descender
                Más dulce fuera
        Con un suave tumulto
                 De tu cabellera.

        Hacia el pinar
                 Al mediodía
        Ven ahora conmigo
                 Oh dulce amada mía.

 

        XX

        In the dark pine-wood 
                 I would we lay, 
        In deep cool shadow 
                 At noon of day. 

        How sweet to lie there, 
                 Sweet to kiss, 
        Where the great pine-forest 
                 Enaisled is! 

        Thy kiss descending 
                 Sweeter were 
        With a soft tumult 
                 Of thy hair. 

        O unto the pine-wood 
                 At noon of day 
        Come with me now, 
                 Sweet love, away.       

 

 

[1] Anadón, Pablo, ed.: Señales de la nueva poesía argentina, Llibros del Pexe. Gijón, 2004.

[2] Anadón, Pablo: Hostal Hispania. Poesía 2009-2014, Editorial Pre-textos, p. 10

[3] “En las últimas páginas de Materia y memoria, Bergson termina desarrollando la tesis de que la percepción es función del tiempo”. Walter Benjamin, Obra de los pasajes, H 1 a, 5. Citado en Atlas Walter Benjamin, https://www.circulobellasartes.com/benjamin/termino.php?id=1558

[4] Barthes, Roland: “La muerte del autor” El susurro del lenguaje. Paidós, 1987. El placer del texto. Siglo XXI, 1993.

[5] Bajtín, M. M., “Autor y personaje en la actividad estética”, Estética de la creación verbal, Siglo XXI, 1995, p. 98

[6] El Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino adquirió esa magnífica serie de óleos sobre tela en 1917. Fue su primera adquisición. Para fortuna del público de Rosario, se expone bastante seguido.

[7] Benjamin, W, Op. cit.

[8] James Joyce. Introducción crítica, Fondo de Cultura, México, 1959.

[9] “James Joyce”, producción de la Radio Universidad Nacional de La Plata, 1960.
https://www.youtube.com/watch?v=tvyU25UBc8Y