El eudemonismo social 26 May 2017

El profeta de un culto al regocijo vital

Revista Ñ | Esteban Ierardo

 

Siempre, los filósofos quieren desnudar el sentido, aun en el vacío. Michel Onfray (1958, Argentan, Francia) encuentra el sentido en lo que él llama “el hedonismo del ser”, en la recuperación, por medio de una lectura transversal y heterodoxa de la historia de la filosofía, de los filósofos cínicos y epicúreos. El materialismo hedónico exhalado por un paganismo sensual que, en la narrativa filosófica de Onfray, se contrapone al odio, que, según el filósofo, las religiones monoteístas profesan a la inteligencia, el cuerpo y sus placeres. Las religiones del culto a un Dios invisible y extraterrenal. El dios que crea la porosidad de la materia. Pero que luego se retira de los mares y las tierras, y se fija en su trono de mandatos y castigos.

De origen humilde, nacido en un pueblo de la Baja Normandía, a los 10 años es abandonado en un orfanato. Ausencia de una familia protectora. Falta de una autoridad que proteja. Quizá la desprotección infantil lo predispone al descreimiento de un Dios padre protector. Su Tratado de la ateología (2005), desencadena, en Francia, ríspidas polémicas. Los gritos del escándalo expanden el reconocimiento de su obra. A la polémica vuelve con Freud, el ocaso de un ídolo (2010). Que también genera airadas respuestas. Como la de Elisabeth Roudinesco, en el seminario Nouvel Observateur. En la relectura de Onfray del genio austríaco, se diluye el aura del científico que hace consciente el inconsciente reprimido. El inconsciente psíquico freudiano, construcción fantasmal, entidad no observable, fuera de la certificación empírica de los enunciados, debe dar lugar a la primacía de un inconsciente neurovegetativo. La pretensión de cientificidad de Freud disimula que “el psicoanálisis constituye la autobiografía de un hombre que se inventa un mundo para vivir con sus fantasmas como cualquier otro filósofo”.

Pero en un perfil del filósofo francés no debe olvidarse lo que acaso más lo distingue: la personalidad que desborda al texto filosófico, o que acaso es una consecuencia de su pensamiento escrito. La personalidad de Onfray, su modo de vida alejado de las universidades, su preferencia por la vida rural sencilla. Y su condición de docente creador de la Universidad Popular de Caen, nacida en 2002, en la que imparte de forma gratuita cursos y seminarios, sobre los temas de su universo filosófico. La autogestión del saber y su difusión. Un derramarse de los conceptos hacia un público entusiasta. Que no busca títulos o formación institucional. Solo el placer de participar en la inquietud por el pensar.

Onfray también pretende desnudar sentido desde un “posanarquismo explicado para una abuela”. Un posanarquismo, o un anarquismo socialista remozado, tiene que unir el valor del individuo con la socialización de la riqueza. El anarquismo repensado debe enfrentarse a los dogmas anarquistas como el de que el Estado es de por sí malo, o que las elecciones del sistema democrático son, únicamente, funcionales al establishment; o tomar distancia de un capitalismo solo comprendido desde el bisturí crítico del marxismo. En un ejemplo de redefinición de los conceptos, Onfray destaca que la calidad del Estado depende de su uso; no es perverso per se; el voto, que evita la abstención, puede indicar un equilibrio de fuerzas; y el capitalismo “es consustancial al mundo, desde que es mundo”. Por lo que la noción de capital es polimorfa; se conecta con diversas formas de fabricación de capitales en el torrente de la historia, desde “un capitalismo neolítico” hasta “un capitalismo liberal… capitalismo antiliberal… un capitalismo soviético, un capitalismo fascista, un capitalismo guerrero, un capitalismo chino…”. Pero a las diversas maneras de producción capitalista de riqueza se le debe yuxtaponer, siempre, como política correctiva, una gestión libertaria (que no debe confundirse con las nociones corrientes de liberalismo), que implica la repartición justa de la riqueza.

La defensa posanarquista de lo individual no es contradictoria con el hedonismo del ser, clave de la ética materialista de la vida feliz. Etica adecuada para el hombre posmoderno ataviado con las prendas de los muchos escepticismos. La razón hedonista, el sensualismo, la opción por la adherencia a lo empírico de la tierra y sus fuerzas, el imán de la liberación cínica que arrostra los convencionalismos de la autoridad y la dominación. Desde el hedonismo ético pagano, el naturalismo nietzcheano anticristiano, desde la razón del gourmet o el “vientre de los filósofos”, Onfray toca con su filosofía los acordes de un materialismo vitalista en la era global. Hedonismo del ser que, insiste el filósofo, no debe confundirse con “el hedonismo trivial, consumista, capitalista y liberal, que es un hedonismo de la posesión, de la propiedad, del tener, de la apariencia, del parecer”. Hedonismo filosófico que se compenetra con la energía anarquista en la edificación de proyectos de vida libre. Acaso un deseo y un sueño. Una demostración de que la filosofía vive del sueño lo mismo que la literatura. Solo que el sueño de la ética hedonista de Onfray debe superar la ficción del personaje literario y encarnarse en los cuerpos del regocijo vital. Que no temen burlarse de los llamados al sufrimiento, la culpa, y la cruz.

Esteban Ierardo es Licenciado en filosofia, ensayista y autor de “Memento mori” (Alción)