Los chicos salvajes 05 Nov 2017

Guerrillas del futuro

Revista Noticias | Elvio Gandolfo

 

A la vez heredero esquivo de un imperio económico (las sumadoras y computadoras Burroughs), vanguardista extremo de la novela estadounidense, “sabio” o maestro de la generación “beatnik”, a menudo con aspecto de enterrador o vendedor de seguros, en un momento de su vida mató de un tiro a la esposa, jugando ambos a Guillermo Tell en México. Según él mismo, allí se originó su dedicación total a la escritura. El poeta Allen Ginsberg lo ayudó en Tánger a salvar del caos los fragmentos que al fin armarían “Almuerzo desnudo", su libro más célebre. En toda su obra posterior se mezclaron sus técnicas de armado narrativo (el “cut-up” o montaje de textos diversos, las acumulaciones), con una creciente masa de ideas que lo convirtieron en un ensayista fuera de serie.

Esta novela fue escrita una década después de publicar “Almuerzo desnudo”. Más bien breve, su densidad de lenguaje y estructura le hacen acumular la materia de varios libros. Tanto México como Tánger, como otros sitios de su peregrinaje vital aparecen y desaparecen en capítulos a veces aislados como relatos autosuficientes, o relacionados como partes de una novela. Hay momentos en que el relato avanza en forma de sucesivos “trailers” de películas intensas.

En otros momentos lo hace por acumulación alrededor de una idea central. En ese sentido, Burroughs tiene la capacidad de producir frases perfectas con el barroquismo de un gran poeta, un gran guionista y un gran aprovechador de otras artes (pintura, cine). La primera de todas dice: “La cámara es el ojo de un buitre que navega en vuelo sobre un área de matorrales escombros y edificios sin terminar en las afueras de la ciudad de México”.

Cinco “espectáculos eróticos de las máquinas de juego”, son fragmentarios, a veces repetidos. La repetición se vuelve casi insoportable en la extensa zona central, que reúne escenas sexuales explícitas homosexuales hasta provocar el empantanamiento del relato y el empacho del lector.

En cambio el último salto es fundamental: convierte a los “chichos salvajes” del futuro en guerrilleros extremos enfrentados a lo social, empezando por los ejércitos. En ese sentido se adelanta en muchos años al estilo “ciberpunk” (William Gibson y seguidores). La traducción de Márgara Averbach está a la altura del desafío de seguir con esmero cada vericueto del original en inglés.