La cultura como política 13 Dic 2017

El erudito judío errante y la máscara de Dimitrios

Revista Ñ | Alfredo Grieco y Bavio

Se reúnen textos del autor de Mimesis, sobre cultura, política, realismo, las lenguas nacionales y Dante, entre otros.

 

Si hubiera que escoger un único libro de crítica literaria para llevarse al exilio en la proverbial y anticuada biblioteca no virtual de la isla desierta, muchos motivos recomiendan a Mimesis del alemán Erich Auerbach. Uno de ellos es de orden práctico. Porque el volumen funciona también como una óptima antología de pasajes escogidos, con el aire ingenuo de un azar caprichoso, entre más de dos milenios de literaturas europeas. Aquellos que Auerbach cita, comenta en lectura cerrada, microscópica, y después, poco a poco, la lente se va abriendo, se vuelve telescópica, vemos el continente entero, la literatura mundial, y la Historia que cabalga por el planeta.

Si, en cambio, queremos saber quién era este filólogo especialista en lenguas romances, cómo este judío exiliado del nazismo en la neutral, laica República de Turquía pudo componer como profesor en Estambul esta historia y crítica de la entera literatura occidental (en las 506 páginas de austera, cerrada tipografía, sin notas al pie ni bibliografía secundaria, de la edición primera de Mimesis, publicada en 1946 la germanófona Berna, capital de la neutral Suiza), no existe hoy mayor y mejor introducción en castellano que estos Escritos, meditadamente editados y organizados por Christian Rivoletti, y traducidos con la solvente elegancia o elegante solvencia a que nos tiene acostumbrados Griselda Marsico.

Mimesis avanza en una progresión desde el Cercano Oriente levantino hasta el Extremo Occidente en perpetuo Brexit. Desde un primer capítulo sobre la Biblia hebrea (el sacrificio interrumpido por un ángel del adolescente Isaac a manos de la daga del padre y patriarca Abraham) y el Homero de las islas griegas (la sirvienta agachada que reconoce a su patrón Odiseo que regresa del largo viaje por mar del día hasta la noche, de la Guerra de Troya y sus ardides al trono y el lecho en la Ítaca donde era rey) hasta un último capítulo en otro archipiélago imperialista, donde la novela Al faro de la inglesa Virginia Woolf arroja una luz cruel pero no engañosa sobre esa tradición de hombres que ella cierra, o abandona, con su suicidio en 1941, mientras Auerbach observa desde tierra laica pero islámica, separado apenas por el estrecho del Bósforo y no por el canal de la Mancha, cómo la cristiana Europa de Boccaccio, Montaigne, Rabelais, Shakespeare, Voltaire, Goethe, Schiller, Stendhal, Flaubert y aun Proust se entregaba a la Guerra y al Holocausto.

A este hombre que está solo y espera en la encrucijada de Occidente y Oriente y en el meridiano del siglo XX está dedicado La cultura como política, sabia reunión de textos antes inéditos en castellano. Algunos de ellos nos permiten ver y conocer aquello que en Mimesis sólo se puede inferir. Hay aquí artículos sobre problemas europeos contemporáneos, otros sobre Dante, otros sobre ensayistas políticos (Maquiavelo, Montesquieu, Rousseau, Voltaire, Croce), que quedaron fuera de Mimesis, dedicada a la ficción literaria, fuera en prosa o en verso, en la narrativa o en el teatro. Gracias a la compilación que publica Cuenco de Plata, entrevemos mejor cómo Auerbach observa de cerca y de lejos la historia europea y la evanescente realidad de una literatura siempre en busca de la evanescente realidad, o de lo real siempre evanescente. Observa con realismo: sin esperanza ni temor.