La cultura como política 31 Dic 2017

Reseña: La cultura como política, de Erich Auerbach

Ideas | La Nación | Luis Alberto Romero

Una mirada desde el exilio

 

En 1946 Erich Auerbach publicó Mímesis. La representación de la realidad en la literatura occidental, una obra que combina el análisis filológico y literario con la historia social y cultural de Occidente. Editada en alemán, en Berna, inmediatamente tuvo traducciones a los principales idiomas -una de las primeras fue la española, publicada en 1950 por el Fondo de Cultura Económica- y Auerbach, que enseñaba por entonces en Estambul, fue contratado por importantes universidades estadounidenses. Desde entonces, Mímesis integra el canon de la historia literaria y cultural.

Auerbach (1892-1957) estuvo exiliado en Estambul entre 1936 y 1947, luego de haber sido expulsado de la universidad de Marburgo, Alemania, por la aplicación de las leyes raciales. En la modernizada Turquía de Kemal Atatürk, trabajó en la universidad con intensidad y entusiasmo, enseñando lo básico a los numerosos y poco preparados alumnos que por entonces ingresaban. Mientras escribía allí su gran libro, dictó una serie de conferencias y publicó escritos breves, editados en turco y casi desconocidos hasta 2010, reunidos en La cultura como política. Escritos del exilio sobre la historia y el futuro de Europa.

Si el nazismo no hubiera interrumpido su tranquila carrera académica, es posible que la producción de Auerbach se limitara a una serie de eruditos estudios monográficos, como el que dedicó a Dante. El exilio en Estambul, en el borde de una Europa en guerra, estimuló su mirada global de la cultura europea, siguiendo el hilo histórico de las representaciones literarias de la realidad, de Homero a Virginia Woolf. El proceso de acelerada modernización de su país de exilio sensibilizó su capacidad para pensar el pasado a partir de las preguntas del presente. La relativa pobreza de las bibliotecas turcas lo apartó de la tentación, a veces esterilizante, de la erudición.

Los doce "escritos turcos" de este volumen son esbozos de Mímesis, y a la vez, los testimonios de una conciencia alerta, atormentada por el presente pero optimista sobre el futuro. En los cinco primeros se plantean, de manera general, los ejes de su original enfoque: la relación entre el proceso histórico cultural y la expresión literaria, la cuestión de los géneros y la mezcla de estilos, la evolución del latín y el desarrollo de las lenguas modernas, el papel de las naciones y las monarquías, el lugar de los lectores, de elite y populares, el apogeo del realismo del siglo XIX y hasta algunas reflexiones sobre la cinematografía y su posible impacto en el público lector.

Por varias razones, Dante Alighieri es un autor clave para Auerbach: su original forma de expresar la realidad, combinando de manera profana el mundo y el trasmundo; su papel en la fundación del italiano moderno, y finalmente, su teoría política, tan ideal como cautivante. Comprometido en las luchas políticas de Florencia, Dante vivió exiliado y murió extrañando su patria, un sentimiento con el que Auerbach se identifica. Detrás de Dante aparecen Maquiavelo, otro soñador exiliado, y Benedetto Croce, ejemplo de cómo se puede resistir con dignidad al totalitarismo fascista.

 

La preocupación de Auerbach, más ciudadana, por la teoría política y por la mejor forma de gobierno se desarrolla ampliamente en los textos sobre los tres clásicos del pensamiento de la Ilustración incluidos en el volumen: Montesquieu, Voltaire y Rousseau. Luego de precisar la singularidad de sus personalidades, contextos y maneras de escribir, Auerbach subraya el aporte común a la construcción de las ideas modernas de libertad y democracia.

 

Exiliado en un país neutral, el especialista alemán expresa sus opiniones con sobriedad, aunque claramente. Contemplando desde Estambul el derrumbe de su mundo, mantiene la fe en el progreso y en la posibilidad de reconstruirlo sobre la base de la libertad y la democracia.

Auerbach alcanzó a conocer a Atatürk, fallecido en 1938, un reformador tan vigoroso como autoritario, digno quizá del despotismo ilustrado de José II. Progresista en muchos aspectos, la moderna Turquía, que lo acoge cordialmente, no se ajusta al modelo de democracia liberal, pero a la vez le parece claramente diferente de las dictaduras totalitarias que dominan Europa. Esta experiencia ambigua modera su optimismo, a veces digno del doctor Pangloss, y lo estimula a interesantes comentarios sobre las diferencias entre las democracias y las posibles derivas totalitarias de algunas. Son estas reflexiones las que hacen de los "escritos turcos" de Auerbach un apasionante testimonio de las perplejidades de la conciencia europea durante la guerra.