Cerdos & Peces 20 Ene 2012

De la crítica al desenfreno

La Voz del Interior | Gustavo Pablos

 

Un policía con un porro entre sus dedos mira a cámara y muestra una simpática sonrisa. Una joven, de la que sólo se ve una parte de su torso descubierto, acaricia desde atrás el cuello de una sensual religiosa. Un hombre fuma relajado en un sillón frente a una mesa donde hay una pistola, una botella de vino, un paquete de cigarrillos, un cenicero y abundante cocaína. Cualquiera de las 58 tapas de Cerdos & Peces en algunos de sus cuatro períodos, sea a mediados y finales de los ochenta, a principios de los noventa, o en los primeros años de la década pasada, transmitía un mensaje elocuente sobre sus propósitos, su zona de interés, sus amigos y, principalmente, sus enemigos.

El espíritu movilizador en todas las etapas fue Enrique Symns, periodista y escritor que con su energía y su deseo llevó adelante la empresa casi como un capricho "unipersonal" y llenó esas páginas de delirio, imaginación, contrapoder y vida alternativa. Pero no estuvo solo, en los diferentes períodos lo acompañaron algunos de los personajes más interesantes del periodismo, la música, el arte y el under porteño (desde Jorge Gumier Maier hasta Vera Landa, pasando por Leonardo Sacco, el Indio Solari, Alfredo Rosso, Claudio Kleiman, Fernando Almirón, entre muchos otros). Además, ya como lejanos ángeles de la guarda, estaban los nombres de Nietzsche, Artaud, los poetas malditos, la generación beat y todos aquellos que habían tomado el viaje y el éxtasis como consignas.

En Cerdos & Peces. Lo mejor (El Cuenco de Plata), Symns y el periodista Juan Mendoza recogen gran parte de los textos publicados en las diversas secciones de la ya desaparecida publicación. Así se sucede una nutrida colección de textos –la mayoría escritos por su director–: editoriales, notas, informes, entrevistas, y reproducciones facsimilares de las tapas y de la gráfica interna. El volumen se completa con una extensa entrevista a Symns, quien habla de los inicios, de quiénes y cómo hacían la revista, de los cambios que debieron tomar en ciertos momentos, y de la forma en que sus amigos se agruparon o contribuyeron a esta microsociedad.

La revista había surgido en la primavera alfonsinista, primero como suplemento de El Porteño y después como publicación autónoma. Las drogas, la libertad sexual, el anarquismo, la crítica a las instituciones (educativas, religiosas, sanitarias, etc) fueron algunos de los motivos que la convirtieron en una especie de lado oscuro de la democracia, en parte siguiendo la estela de las publicaciones que abrieron el destape español: Ajo BlancoEl VíboraEl Viejo Topo. En ese primer período padecieron atentados y prohibiciones, y de a poco el gobierno, la corte suprema y los demás medios se fueron convirtiendo en caja de resonancia de sus acciones. Algunos de sus cronistas, en gran parte por su carácter de observadores participantes, terminaron más de una vez mordidos por la desmesura de las experiencias que registraban: el hecho de "poner el cuerpo" y de "pasarse de rosca" redundó en que más de una vez debieran "matar" el proyecto para volver a empezar tiempo después.

Cerdos & Peces fue producto de una época pero también contribuyó a darle forma, con esa impronta que le permitió ampliar el espacio de lo que se podía decir. Con su vitalismo contagioso abrió un camino alternativo y marginal que con el tiempo agruparía de todo, desde iniciativas estimulantes y productivas hasta otras que no titubeaban en rozar la delincuencia. En cualquier caso, más allá de los excesos, nadie dejaría de reivindicar el imperativo de levantar las compuertas para que el deseo tome su propia forma; y menos aún rechazar la enseñanza, válida para los lectores jóvenes y los más viejos, de que la intensidad y la pasión pueden hacer que un estilo sobreviva a pesar de que los motivos hayan cambiado.