La ciudad de las ratas 28 Nov 2009
Clarín | Patricia Kolesnicov
La Ciudad de las Ratas, de 1979.
Receta para un banquete: "Una taza de sal gruesa en la que se deja en remojo un caracol hasta que esté bien deshidratado, se corta el caracol en tiras bien finas; mientras se lo rehoga se tira la sal gruesa encima, se lo deja quemar y se introducen los restos calcinados del caracol en una cabeza de ajo que finalmente no sirve más que para saborear un pote plástico de yogur de arándanos que se vierte sobre la tabla para quesos: es exquisito; todo el mundo se revuelca en busca de la cabeza de ajo."
No, no es una excentricidad de programa de cocina: es el manjar con que dos ratas hembras seducen a dos ratas machos. Delicioso, de verdad: lo atestigua Gouri, una de las ratas macho que es, en definitiva el narrador. Y es lógico que así sea: esto es La ciudad de las ratas, una novela que Copi -escritor argentino en París, nieto de Natalio Botana, activista homosexual- editó en 1979, en francés, y que no había sido publicada en castellano hasta ahora, aunque hay una versión que circula en Internet. En estos días, la editorial El cuenco de plata lanza La ciudad de las ratas, traducida por Eduardo Muslip, Guadalupe Marando y María Silva. Pero no sin problemas: los herederos de Copi, que murió en 1987, no autorizaron la edición. La editorial la hizo amparándose en la ley de Propiedad Intelectual.
Los personajes de Copi, dice Muslip en el prólogo son "animales parlantes, inmigrantes árabes, asiáticos o de otras partes del mundo, sujetos que proponen sexualidades alternativas (travestis, transformistas, transexuales), "argentinos de París" o recreaciones de personajes del que fue su medio familiar en Buenos Aires o incluso de la tradición literaria rioplatense (periodistas o trabajadores en las rotativas de Crítica, estrellas de la farándula porteña, compadritos, gauchos)."
Aquí, los protagonistas son ratas pero más importante que su rol protagónico es que conocemos la historia por las cartas que Gouri le manda un hombre -llamado, oh, Copi- que las traduce del lenguaje de las ratas al humano.
El narrador rata -como corresponde- ve la realidad desde un punto de vista acorde a su vida. Y así Copi -el autor- hace una crítica filosa de la humanidad, de la religión, de la justicia, de este mundo cruel.
Los humanos no tienen memoria, observa la rata, y eso es perdonable "dado el número de ellos que se ocupa de escribir, pintar, esculpir, fotografiar y grabar sus voces". Por eso, "La Reina era de la opinión de que los humanos desaparecerían de la superficie de la tierra una vez que hubieran terminado de reproducirse totalmente en objetos de arte que nosotros guardaríamos como recuerdo, como les pasó a tantas bestias del terciario de las que no recordamos más que el molde".
Las corte de las ratas, que integran también otros animales, tiene una entrevista con el Dios de los Hombres, que Gouri narra: "El caniche y el fox-terrier, hipnotizados por la imagen humana, se acercaron al Dios, con la cabeza baja, moviendo la cola con la esperanza de encontrar un nuevo amo, habiendo olvidado ya a los anteriores, muertos apenas desde la víspera. El Dios les acarició la cabeza y ellos se estremecieron de placer y fueron a hacer pis contra el altar. 'Hacía una eternidad que estaba solo', dijo el Dios de los Hombres, lloriqueando."
El Dios les cuenta el menú de Adán y Eva: "Para empezar cebaron un ganso introduciéndole mazorcas de maíz por la garganta hasta asfixiarlo, después le cortaron el hígado con una piedra que habían afilado, después mataron un conejo haciendo que se desangrara por completo a través de un ojo (...) Para asar el cadáver del conejo quemaron un bosque de pinos con sus nidos de perdices (...)".
¿Cuál fue el problema para editar el libro? Edgardo Russo escribió a una representante de los herederos -dos hermanos de Copi- diciendo que quería esta obra. Le respondieron que los herederos no veían viable el proyecto porque "no les convence introducirse en el mercado argentino con obras de segunda categoría". Epa. Russo contestó: "La opinión de que La ciudad de las ratas es de segunda categoría es harto discutible y suena particularmente excéntrica (...) Otra cuestión muy extraña es que permitan su circulación en francés y no en español". En este punto, los abogados apelaron al artículo 6 de la ley de Propiedad Intelectual, que dice con claridad: "Los herederos o derechohabientes no podrán oponerse a que terceros reediten las obras del causante cuando dejen transcurrir más de diez años sin disponer su publicación. Tampoco (...) a que terceros traduzcan las obras del causante después de diez años de su fallecimiento." Esto es así, dice Russo "porque es un bien cultural, no puede ser que cualquiera dictamine que es de segunda algo que un autor publicó en vida". Con este en bolsa, Russo que va por otro Copi: La guerra de los putos.