La piel dura 28 Nov 2011

García Lao

Télam | Redacción

 

"Nací en Mendoza pero me formé en Madrid, cumplí 10 años en el aire, sobre el mismo océano que había unido a mis padres pero en sentido contrario, y me deformé reiteradamente en cada viaje", se presenta Fernanda García Lao, una de los tres escritores locales que la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara descubre entre "Los 25 secretos mejor guardados de América latina".

"Nací en el 66, me fui en el 76 (con el último golpe militar) y volví en el 86 (con la democracia), me he enamorado varias veces pero nunca me fui siguiendo ningún amor. Se vino toda la familia, fue una repatriación colectiva", repasa la autora de "La piel dura", "Muerta de hambre" y "La perfecta otra cosa", las novelas de Cuenco de Plata que hasta el 4 de diciembre expone el local de sellos independientes argentinos en la FIL.

García Lao es "muy ósea", dice, "lo que hago es ponerle carne al hueso, embarazar las frases, y si vengo normalita, meto una bomba que le dé sentido a esa normalidad anterior, no me banco que no pase algo en el lenguaje".

"Me importa mucho el lenguaje, soy muy cocinera y si tengo pocos ingredientes invento algo que parezca más de lo que es, y todo el tiempo juego a arrastrarme por el texto y a sobrevolarlo después", cuenta a Télam con una cadencia particular en las voz, las dos cosas producto de sus múltiples viajes y de ser artista, asegura.

"Cuando llegué a España (Francisco) Franco recién había muerto y seguían con la idea de que el sudamericano hablaba mal -cuenta- y tenía una profesora tipo `Naranja Mecánica` que todos los días me llamaba a leer. Ahora llevo mil años viviendo acá pero me quedó la `Z`, o sea, jódanse, hablo con `Z` porque me exilié".

Dirigió, actuó y escribió teatro, estudió piano y danza clásica, pinta: "en casa me entrenaron en el arte de la conversación, la literatura y el absurdo, y yo soy una más de ese clan de locos donde cada uno siguió su camino".

De hecho, la pintura hiperrealista que ilustra la portada de uno de sus textos, nada realista, es obra de una de sus hermanas: se trata de "La perfecta otra cosa", siete mónologos de hombres, mujeres y niños que encarnan diferentes versiones de una familia en desgracia, "cada uno buscando esa perfecta otra cosa es su propia idea de trascendencia".

"Con la escritura me juega el inconsciente, invento lo que no tengo y lo que no soy, pretender ser verosímil me da risa. Cuando el texto está muy sobrio no me gusta, no me gusta la literatura solemne, pretenciosa, literal, hay muchas cosas a las que yo le escapo, como lo previsible y repetir estructuras", explica García Lao.

Escribió "Vagabundas", la novela donde la valija y el desapego también son su signo: "en el primer viaje papá nos dijo `elijan una valija y un libro`, yo me quedé con mis cartas", dice, las mismas que usó para contar el derrotero de Eusebia, una de las antihéroes que pueblan la novela que editó El Ateneo.

Se mudó 20 veces y cambió de nombre otras tantas: Maida en Madrid, Fernanda Brack cuando actuaba, Fernanda de nuevo en España -"allá no había muchas y acá era la gallega", acota-, Lao a secas después, y finalmente García Lao desde que se decidió a publicar.

"Siempre cambiaba una sola parte, para tener un ancla".

El ancla es el nombre del hotel donde transcurre "Vagabundas", una playa ventosa que conoció en Bahía Blanca haciendo turismo looser en pareja (poca plata, anti-destinos), en parte así surgen sus climas y personajes, gente en tránsito, al borde de algo.

"Todo lo que sea una excusa para pensar desde un lugar nuevo me sirve -asegura-, pero nunca me planteo un tema, aprendo a escribir mientras escribo y cada libro es diferente, es en el trayecto donde me defino".

Para ella "son seres que se revelan, hay algo de arqueología, empezás a raspar y aparece una cara, veo el papel y me imagino por quién está habitado y ahí sale, rápido".

Su padre murió cuando tenía 16 años y aunque siempre fue autogestiva, su paso por el teatro independiente lo acredita, ahí entendió que "sólo existe el presente, y supongo que fue cuando empecé a tener problemas con la autoridad -se ríe- siempre fui un poco anarquista, desde chiquita".

Ella estaba en Madrid e intentaba escribir poesía, "cuando llegaba de noches locas quería hacer algo para que ese día merezca haber existido -recuerda-, pero fracasaba cada noche".

Llegó al destape en España y volvió a Buenos Aires cuando algo concluía, "murió Luca al toque, Virus se terminaba" -repasa- pero "ya estaba embarazada y me sentía como parte de un acto mágico muy trascendental. No sé, me pegó por ese lado, el destino te quita vida y te da vida. Tenía 21, me senté a escribir y todo lo que había callado salía como dictado".

"Cuando era chica pensaba: - quiero ser actriz, así voy a vivir el triple o el cuádruple de lo que me toca.

Después pensé que la verdad estaba limitada y que no podría hacer de perro, anciana, hombre u obesa como la protagonista de "Muerta de hambre" -una adolescente que decide comer para explotar-. Cuando escribo sí", remata.