La vida es un bar | La vida es un bar 04 Jul 2008

Un multiprocesador adelantado

Revista Noticias | Elvio Gandolfo

 

Cuando publicó “El señor de los venenos”, Enrique Symns sorprendió por la jocundia, el lenguaje y la caradurez rayana en la inocencia con que retrataba con implacable energía picaresca toda una época. Unos cuantos años antes, su energía le había permitido sorprender como periodista a los lectores de diversas publicaciones, básicamente argentinas, con un importante agregado más allá de la cordillera, en Chile.

Después de “Big Bad City” (un rejunte de “bonus track” de su saga libresca inicial), su tercer volumen recopila buena parte de su obra periodística, como anuncia el subtítulo: “Cerdos y peces y otros tragos (1982-2002)”. La recopilación incluye sorpresas de dos tipos. El tiempo no ha pasado en vano, y algunos de los textos que impactaban entonces, hoy fueron alcanzados (imitación o influencia mediante) por un inevitable tono retórico. Es lo que ocurre, como en el pan de un sándwich, con la zona inicial y final del volumen. Es allí donde Symns trata de equilibrar su talento para el lenguaje con una postura entre profética y poética. Hay líneas, imágenes o metáforas poderosas, recordables, pero como totalidad, los textos pertenecen a esas publicaciones periódicas que los albergaron, más que a un libro.

Por suerte el jamón de ese sándwich es más abundante y sorprende de otro modo. La segunda parte recopila algunos de sus folletines continuados. Todos son muy legibles, con claro sentido del relato. “El complot” lleva con lógica implacable un contagio paranoico donde los objetos son temibles e invencibles. “Las aventuras de Lechita” dinamita en solfa y a la vez utiliza las estaciones clásicas de la mística sufí. Tal vez por ambientarse en un entorno menos seguro “a priori” (el diario “Sur”), el más extenso, “1999: el ataque a Buenos Aires”, resulta profético en el desarrollo político y geográfico de una rebelión de las masas de sojuzgados y criminales: en parte parece prever el futuro inmediato, y hoy actual.

La tercera parte es una ensalada mixta de nombres usados con criterios de suplantación (Burroughs, McEwan, Lewis Carroll) o invención pura (Jorge Aón, Leo Nerón, Elsa Cicuta): todos son Symns escribiendo, con otras caras, con otras caretas. El texto que da título al libro es un hermoso manifiesto en forma de estado de ánimo y paso del tiempo. En esa zona Symns inventa un modo libre de hacer periodismo, y preanuncia la reciente moda del plagio, que circuló en las letras y las universidades argentinas, como acción y como teoria. Recuerda además estrategias paralelas y semejantes: el “periodismo gonzo” de Hunter Thompson y el “periodismo border” de Cicco.

Entre la parla de la calle y el neolunfardo de la droga y la poesía, Symns aparece aquí colgado entre el pasado que fue y un futuro que no se sabe si será, porque termina sin cesar, alcanzado por el presente.