Un destino melodramático 29 Feb 2004

Claudia Muzio: relato de una vida

La Nacion | Redacción

Como anticipo se publican dos textos inéditos del libro Un destino melodramático, de Manuel Puig (El cuenco de plata), que reúne historias escritas para el cine. El primero es la biografía ficcional de la gran soprano Claudia Muzio (1889-1936), tan famosa en su época como Enrico Caruso. El segundo es una magnífica y divertida definición del melodrama como género.

 

Este argumento le fue encargado a Manuel Puig por el realizador brasileño Fabiano Canosa, quien se refirió al proyecto con estas palabras: "Claudia Muzio (1889-1936) fue una de las cantantes de ópera más populares de su tiempo, con el mismo nivel de idolatría que Caruso; pero el tiempo ha borrado su fama casi completamente, y sólo los especialistas en ópera continúan reverenciando su memoria. Su vida retirada estuvo siempre envuelta en misterio, así como también su muerte por mano propia, hecho que nunca fue admitido por el régimen de Mussolini. Este es un intento ficcional de explicar los orígenes y filtros de su sublime aunque sombrío arte, aún vivo entre nosotros a través de sus grabaciones [...] El film será escrito por Manuel Puig (El beso de la mujer araña) y protagonizado por Marilia Pera, ganadora del Premio a la Mejor Actriz de la Sociedad Nacional de Críticos de Cine por su actuación en Pixote. La voz que se escuchará a lo largo del film será la de Claudia Muzio". La traducción del original en inglés estuvo a cargo de Gabriel Matelo.

Hotel Majestic, Via Venetto, en la Roma fascista de 1936. La luz del amanecer ilumina débilmente una suite. Una impactante mujer en sus cuarenta años, luciendo un deshabillé extrañamente teatral, simplemente no puede aceptar la idea de soportar un día más de existencia.

Acusa a su esposo, más joven y extremadamente buen mozo, de haberla destruido. "Pero no sin ayuda", agrega, "tuviste socios habilidosos". Su angustia crece, le pide que concluya su trabajo, le entrega un arma que él rehúsa tomar. Se escucha un disparo en el silencio del hotel.

* * *

Pocas horas más tarde un frenético Jefe de Propaganda telefonea al número personal de Mussolini en el Palazzo Venezia. La gran soprano del momento, Claudia Muzio, una apasionada partidaria del fascismo, aparentemente se ha suicidado. Ambos se ponen de acuerdo en que el pueblo de Italia nunca debe saber la verdad: dañaría la imagen del régimen. La razón oficial para la repentina muerte será un adecuado ataque al corazón. 

* * *

Una multitud de fans se reúne frente al Majestic. El hotel ha sido desalojado. Ella es velada en su suite. Un sacerdote llega para ofrecer una misa de cuerpo presente, pero sólo se les permite estar allí a cuatro personas: su esposo; la señorita Gordon, su secretaria personal; el Maestro Bruzzo, el profesor de canto que guió sus primeros pasos en el Met, y el Signor Nolla, el empresario que recientemente la había llevado de regreso a su país natal. Los cuatro están en la habitación. Pronto el esposo pierde el control, comienza a temblar y murmurar. La omnipresente policía secreta decide llevárselo y sedarlo fuertemente.

Los otros tres enlutados rezan bajo los ojos vigilantes de los restantes agentes. Tres oraciones se suceden y tres preguntas surgen.

¿Qué ocurrió realmente? Sólo el esposo lo sabe, y no se le ha permitido hablar con nadie.

 La señorita Gordon recuerda el último año de vida de Claudia en Roma. La leal secretaria cuarentona estaba trabajando para otro empleador en Chicago cuando Claudia la llamó a Roma: Mamma Muzio acababa de morir y Claudia necesitaba compañía. La señorita Gordon había sido su secretaria personal durante muchos años de triunfo en los Estados Unidos y se había llevado milagrosamente bien con la sobreprotectora Mamma. Ahora, sola en Roma, sin su madre para planear cuidadosamente cada uno de sus movimientos, Claudia era una adolescente sin experiencia... de cuarenta años.

La señorita Gordon trató de ayudarla pero Claudia insistía en escribir el libreto de su vida, exactamente como Mamma lo había hecho antes, todo acordado con antelación y orquestado hasta la última nota.

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 Primer racconto. Claudia nunca antes ha grabado un disco y esa primera sesión unos meses atrás es angustiante: nuevas técnicas de grabación, un nuevo medio que ella no puede manipular según sus deseos y temores. Ese día ella conoce a un joven tenor que no es más que un miembro del coro de la ópera de Roma. El ya ha estado en muchas otras sesiones, y le pasa algo de información necesaria. Inmediatamente ella decide que él sea Alfredo, listo para rescatarla de su entorno decadente. Para cuando él muestra que no tiene ninguna habilidad para rescatarla de nada, ambos están borrachos y casados. Pronto él está viviendo a expensas de ella. Los intentos de Claudia de convertirlo en un tenor de primera línea carecen de esperanza; su voz no es suficientemente buena y ella debería ser la primera en reconocerlo.

De todas maneras los ingresos de una gran soprano parecen cubrir cualquier extravagancia. La señorita Gordon trata de detener a Claudia pero todo tiene lugar a una velocidad vertiginosa y, después de todo, ¿no es La Traviata uno de sus grandes éxitos? El escenario se extiende una vez más hacia la vida real mientras ella sostiene su apoyo actual favorito: una falsa copa de champagne. Pronto llega la resaca para Claudia y está hastiada de su marido.

Pero, ¿por qué unos pocos días antes le ha pedido a la señorita Gordon que venga a su camarín para una confesión nunca hecha? "Es una lástima que no pueda contarles a esos desagradables reporteros fascistas la verdad... que mi vida ha encontrado finalmente un sentido, al menos para mí. Un día te contaré todo, pero no ahora. ¿Por qué agobiarte con información incriminatoria?", dice Claudia mientras aferra contra su pecho un pequeño sobre azul cielo. Ahora se ha llevado su secreto a la tumba.

Fin del primer racconto.

 * * *

El viejo Maestro Bruzzo está orando también; veinte años antes había sido testigo de la aparición de una gran soprano joven en los Estados Unidos. Claudia había comenzado su carrera en Italia, cuidadosamente guiada por sus padres, especialmente su madre. Mamma Muzio, una oscura cantante de coro de ópera en su juventud, había sufrido mucho en su vida; Claudia nació antes del matrimonio y sólo cuando su hija fue adulta accedió su padre, un Maestro de coro, a casarse. Mamma era bien intencionada; quería resguardar a Claudia de todo problema posible, pero llegó a extremos inauditos. Claudia no debía estar en contacto con otros cantantes, con nadie de hecho, excepto el Maestro Bruzzo, y eso sólo durante la lección. No se le permitía a Claudia abrir una ventana ya que una ráfaga podía quitarle la voz. Claudia no podía respirar sin la supervisión de su madre.

Sin embargo, en el escenario, Claudia tomaba el control sobre todo lo demás y para 1922 había conquistado el Met y también el exigente mundo musical de Boston. Boston no era únicamente un centro musical en esos días, sino también la arena en donde se desenvolvía la tragedia de Sacco y Vanzetti. Los dos trabajadores inmigrantes, acusados de robar una nómina de sueldos y de asesinato, estaban bajo juicio desde 1920.

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Segundo racconto. El Maestro Bruzzo recibe un visitante de Milán, David, un joven abogado judío, turista en los Estados Unidos. Es en realidad parte de una organización internacional que trata de ayudar a liberar a los dos prisioneros. El y Claudia se conocen durante una lección y el Maestro no detiene los subsiguientes encuentros. David sabe que Claudia es la mimada de la sociedad de Boston y que un juez en particular es uno de sus más fervientes admiradores. Ella puede obtener fácilmente información que su grupo necesita desesperadamente para continuar su campaña de liberación.

Al comienzo, David sólo piensa en ella como un medio de llevar adelante su misión. Pero una vez que descubre su candor y su sensibilidad se enamora profundamente. Claudia nunca ha estado antes enamorada y ahora es tan apasionada como él. También por primera vez ella ve la realidad estadounidense. David la lleva a ver a los parientes de los acusados en los vecindarios de clase trabajadora y la familiariza con su miseria.

Claudia se dispone a ayudarlo en todo; al fin está viviendo su propia vida. En ese momento Mamma Muzio descubre la relación y le hace creer a Claudia que está siendo usada. Mamma tiene buenas intenciones, como siempre. David es denunciado a la policía y deportado a Italia, donde Mussolini está inaugurando un largo período de oscuridad política. Claudia se atrevió a desobedecer por primera vez en su vida y los eventos parecían castigarla.

El Maestro Bruzzo también ha sido castigado por Mamma. Había sido condenado al ostracismo hasta la muerte de la vieja, pero al oír que Claudia es ahora completamente desgraciada en Roma, corre a su lado. La encuentra tan insegura como catorce años atrás, aunque su apariencia ha cambiado inmensamente y ahora luce exactamente como su madre. ¿Había previsto Claudia este inesperado y presunto ataque al corazón? Sólo unos días antes le había contado a él que su vida había hallado finalmente una justificación. "Ahora puedo morir en paz", había dicho, sosteniendo una carta azul cielo en sus manos. ¿Qué había querido decir con eso?

Fin del segundo racconto.

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 El empresario Nolla, la tercera persona en la suite, está rezando por el descanso de ella en el cielo, pero también por su propia situación financiera. El había armado toda la próxima temporada alrededor de la presencia de Claudia. ¿Por qué había insistido tanto en traer a Claudia de vuelta a Italia luego de tantos años de triunfo en los Estados Unidos y Sudamérica? Una Mamma muy enferma le había suplicado a él que preparara el regreso: quería morir en su propio país. En cambio, Claudia temía el regreso desde que no escuchara nada más acerca de David y le daba terror averiguar acerca de su destino.

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Tercer racconto. En su arribo a Roma, Claudia pregunta acerca de David. Alfieri, un concurrente a la ópera que tiene un alto puesto en la policía secreta, le provee la información: David está en la cárcel desde hace bastante tiempo, dos años, por oponerse al régimen. Claudia pronto toma su decisión: va a pedirle a Mussolini la libertad de David. Va a hacer el papel de Tosca en la vida real. Puede ver la escena: Mussolini le pide sus favores personales a cambio de la liberación de su rebelde amante. Como en Tosca, ella acuchillará a muerte al dictador, tratará de escapar y tendrá éxito donde Tosca no lo tuvo. Claudia ve nítidamente la escena en su imaginación y le estremece la posibilidad de vivirla.

Su oportunidad llega muy pronto. Mussolini quiere su prestigioso nombre en la lista de artistas profascistas y Claudia acepta con una condición: quiere verlo personalmente. Este es el último intento de Claudia de escribir su propio libreto; Mamma ha muerto poco antes. Claudia se presenta de luto en el Palazzo Venezia, pero lo que se niega a ver es que todo ha sido cuidadosamente planeado por Signor Alfieri, un hombre bajo de mediana edad y de suaves maneras. La escena tiene lugar en una oficina oscura, no en el nido imperial de Mussolini, e inesperadamente Alfieri requiere sus favores. Ella se siente humillada y deshonrada; no tiene el cuchillo ni el coraje para atacar a Alfieri. Claudia sólo deja que la posea, bajo la solemne promesa de liberar a David.

Ella le cuenta a Nolla toda la historia y él puede ver cuán perdida está Claudia sin la guía de su madre. Todo lo que le sugiere es mantenerse más ocupada que nunca, trabajar más y más, lo que podría incluir grabar discos por primera vez. En la primera sesión ella conoce a su futuro esposo y así el apenado empresario, mirando al pasado, puede entender muy bien el fin prematuro de Claudia. Lo único que es incapaz de entender es la alegría de Claudia unas noches atrás, después de la presentación de Cecilia, la nueva ópera escrita especialmente para ella. "Esta noche pude cantarla como siempre traté de hacerlo pero sin éxito. Esta noche supe qué significa hacer un sacrificio por una razón valiosa", le había dicho a él, pero rehusó ser más explícita. Sólo seguía mirando la carta azul cielo que tenía en sus manos.

Fin del tercer racconto.

 * * *

 La misa en el Hotel está llegando a su fin. Un agente secreto entra al dormitorio de Claudia y bruscamente despierta a su esposo, aún sedado. Tiene que irse inmediatamente, hay por ahora suficiente evidencia de su inocencia. No hay huellas digitales suyas en el arma y todo lo demás muestra que la gran soprano ha muerto por su propia mano. Otros agentes comienzan a empacar sus cosas; será llevado a una villa por cierto tiempo, lejos de los curiosos periodistas. Sobre un escritorio hay unas pocas cartas de fans que la señorita Gordon no ha tenido tiempo de archivar. Los agentes les dan una rápida mirada y las arrojan al cesto donde caen sobre los pedazos retorcidos de un sobre azul celeste.

Los fans se siguen reuniendo fuera del Majestic. Comentan la grandeza de sus actuaciones. "La vi en Traviata cincuenta veces". "Su Adriana fue la mejor de todos los tiempos". Etcétera. Una mujer de mediana edad dice que ella conoció a Claudia: "Yo llegué de Lugano la semana pasada y me pidieron enviar una carta en persona".

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Cuarto racconto. "Nadie quiso dejarme pasar a su vestidor hasta que mencioné el nombre de la persona que la envió, un tal David que apenas conozco. Ella me recibió inmediatamente, abrió la carta y comenzó a sollozar de alegría. Dejó la carta cerca de mí, no pude resistirme a la tentación de leerla. Era muy corta. Decía que él, su esposa y sus hijos estaban ahora a salvo en Suiza y que bendecía su generosidad. Entonces ella fue y cantó Cecilia; me dejó ver la obra desde bambalinas. Era una divinidad en el escenario, mucho más que una cantante, ¡y parecía tan feliz de estar viva!"

 

Un destino melodramático

--Señorita maestra, ¿se acordó de lo que le pedí?

--Sí, niña. Fui a ver en el diccionario y busqué la palabra melodrama. Dice así: "especie de drama en que, con recursos vulgares, se procura ante todo mantener la curiosidad y emoción del auditorio". Entonces busqué la palabra drama y decía: "obra de asunto serio y generalmente triste, que conmueve profundamente el ánimo y suele tener desenlace funesto".

--¿Entonces un melodrama es un drama hecho por alguien que no supo, señorita?

--No exactamente, pero en cierto modo sí es un producto de segunda categoría. Busqué más en la enciclopedia en la parte de teatro, y decía que en el drama los conflictos están originados en los defectos o virtudes de los personajes. Cada personaje tiene su propio carácter, con defectos y virtudes, y, de ahí surgen los dramas, porque se trata de gente diferente entre sí, y por eso chocan. En cambio en el melodrama lo que origina el conflicto es alguna intervención del destino, como en Puerta cerrada, donde Libertad Lamarque pierde todo en la vida porque un cartero entrega el telegrama a alguien que salía en ese momento de la casa de ella, que era tan buena. Y también era muy buena Margaret Sullivan en La usurpadora, pero se atrasa el cochero que la lleva al puerto y pierde el barco y e1 novio se cree que ella no vino porque no lo quiere. En el melodrama hay siempre esos golpes de la mala suerte. Y los reciben personas buenas. Las protagonistas de los melodramas son siempre mujeres muy buenas.

--¿Santas?

--No, una cosa es ser buena y otra ser santa.

--Señorita, una tía de mami se quedó soltera también por eso, un golpe de la mala suerte: le prestó el vestido a una amiga que entró a la casa de un soltero, y el novio de la tía de mami se creyó que era ella, y la esperó hasta que salió y la mató y se escapó, y nunca nadie supo más de él. Y la tía de mami nunca más salió de la casa. ¿Pero qué culpa tuvo ella?

--Culpa ninguna, el destino le mandó esa desgracia. Hay gente que se busca la desgracia, por defectos de carácter, y esos vendrían a ser personajes de drama, ¿entendiste?

--¿Y la tía de mami no es personaje de drama entonces?

--Según el diccionario no, es personaje de melodrama. La pobrecita tuvo un destino melodramático.

--Entonces, encima de no tener la culpa de nada, si filmasen la historia de ella, ¿no ganaría ningún Oscar?

--Tal vez no.

--¿Y qué hay que hacer para salvarse de un destino melodramático?

--Nada, porque no depende de uno. Te cae y te electrocuta como un rayo. Y ahora basta, no pienses más en eso.

--No, señorita, a mí me da miedo, voy a rezar mucho todas las noches para salvarme de un destino melodramático.