Un destino melodramático 23 Jun 2004

El folletín de culto

Revista Debate | María Malusardi

La editorial El Cuenco de Plata acaba de editar un volumen de textos inéditos de Manuel Puig. La serie de obras –publicadas bajo la supervisión de la especialista Graciela Goldchulk– continuará con la aparición, en agosto, de tres guiones desconocidos del gran escritor argentino. 

 

Si la vida es una herida absurda, como quería el poeta de tango Cátulo Castillo, la muerte, en ocasiones, supera este privilegio poético. Manuel Puig murió a los 58 años en 1990, como sólo alguno de sus personajes folletinescos podía hacerlo. Trágica y repentinamente, por dejadez o tacañería, dicen algunos, por omnipotencia o martirio, por miedo o descaro; traición o maldición eterna presagiaron sus novelas. Lo cierto es que la muerte lo toreó hasta el fondo de un paredón sin opciones: como una cinta de video que adelanta y no permite ver claramente nada, voló de un ataque severo gastrointestinal e inflamación de vesícula hasta el quirófano y de allí a una caja pequeña donde descansan sus cenizas.

Por esos tiempos, Puig disfrutaba de su nueva casa en Cuernavaca, México, junto a su madre, y vivía sin sobresaltos de sus derechos de autor (sus libros están traducidos a 24 idiomas). Ocho admirables novelas, impecables y diferentes entre sí, componen, como un octeto de vientos de Schubert, su obra narrativa fundamental. Pero como todo autor que se va antes de tiempo, dejó un sinnúmero de textos varados. 

Catorce años después, la editorial El Cuenco de Plata decidió, bajo la supervisión erudita de Graciela Goldchulk, quien ha hecho su doctorado sobre Puig y trabaja desde hace años en sus manuscritos, rescatar esos vagones descarrilados y darles el merecido movimiento. Un destino melodramático. Argumentos, de reciente aparición, es el primer título de esta serie de inéditos; en agosto le toca el turno a Los siete pecados tropicales y otros guiones, tres cinematográficos inéditos. Y a fin de año el bocado que falta: Querida familia. Cartas europeas (1956-1960), primer volumen epistolar. Este material consigue un cruce fascinante entre la escritura íntima de Puig y su genialidad para hacer de la vida cotidiana y sus circunstancias exquisitos textos literarios. Hay que considerar que en aquella época Puig estaba abocado al cine, con una beca en Cineccittá. Y quizás, todo lo que descollaría años después en sus novelas, fue quedando como un rastro para sí mismo, como un ensayo inconsciente y precoz, en estas cartas a su familia. No porque sí, Goldchulk considera a este volumen como “una novela por entregas”.

Un destino melodramático... es quizás un libro inclasificable y el título de “argumentos” responde a una categoría ambigua pero sensata. Cuando de heterodoxos se habla, la valoración literaria larga sus trampas por doquier y todo se circunscribe a la versatilidad de la pluma, los dominios arrogantes del lenguaje, los niveles de reflexión sobre la vida, los inolvidables trazos, en definitiva, que encenderán la felicidad del lector, nuevos hallazgos para su fuga, como bien sucede, por ejemplo, con el encantador diálogo de Un destino melodramático y con Pájaros en la cabeza, texto que preanuncia La traición de Rita Hayworth, primera y deslumbrante novela de Puig y, de algún modo, la esencia de lo que será el resto de su obra.

La tarea maravillosa, y hasta de profana belleza, de acceder a la máxima desnudez de un escritor, acariciar el papel y el relieve de la tinta de aquellas páginas nunca definitivas y constantemente tachadas, conduce a una serie de preguntas contundentes: ¿Cómo decidir sobre la publicación de textos que el autor no ha decidido publicar? ¿Dónde está ese límite de lo publicable y no publicable? ¿A qué clase de lectores apuntan esos textos? Goldchulk, que transmite la misma minuciosidad como estudiosa que la que ha conseguido Puig en la orfebrería de su escritura, no abandona estas preguntas y su trabajo pasaría a ser una depuración del caos de manuscritos ajenos, donde deberá mantenerse fiel a un rigor de calidad. Goldchulk revela, fascinada, que “me acerqué a sus manuscritos en busca de una novela inédita, y lo que encontré fue un escritor inédito, en cuanto a su relación sostenida con el cine”. Mucho material cinematográfico –guiones, críticas, argumentos, etc.- y una novela de apenas cinco capítulos, que  la investigadora considera “impublicable”.

Cine y literatura

“Al principio creí que lo mío eran las películas –expresó Puig-, pero no me gustaba trabajar en los sets ni colaborar con mucha gente. Entonces decidí escribir guiones cinematográficos. Nunca los vendí, eran un entrenamiento, una práctica preliteraria. Mas tarde, cuando finalmente empecé a escribir novelas, descubrí que eran una gran solución... porque lo que había querido hacer siempre era contar historias. (...) Lo que me gusta hacer en mis novelas es mostrar la complejidad de la vida cotidiana, el subtexto de las tensiones sociales y las presiones que subyacen a cada uno de nuestros pequeños actos. Es muy difícil poner todo eso en una película.”


De hecho, La traición de Rita Hayworth (1968) fue primero un guión, pero resultó finalmente una novela transgresora e inaugural para la narrativa argentina, además de ser la más autobiográfica. Vallejos, el pueblo que la enmarca y la aclimata, es el General Villegas donde nació Puig en 1932. Tanto en la vida como en la novela, cada tarde, durante su infancia, Puig acompañaba a su madre al único cine del pueblo. Las artistas de Hollywood y del cine alemán de los años 30 y 40 marcaron, en ese momento, su pasión por cierta belleza femenina, por el lenguaje conematográfico además de alentarle una capacidad especial para trasladarse a otros mundos, a otros escenarios que luego entrelazaba con el suyo propio. “Todos mis personajes han sido afectados por esos sueños del cine. En esa época, las películas eran muy importantes para la gente (...) Las estrellas eran deidades”.

Siguió con felicidad y cierto éxito Boquitas pintadas, en 1969, pero en 1973, The Buenos Aires Affair sufrió censura y Puig tuvo que irse del país. La represión aparece polémica y candente en El beso de la mujer araña (1976) y el exilio en Pubis angelical (1979), Maldición eterna a quien lea estas páginas (1981) y Cae la noche tropical (1988).No representan sólo temáticas narrativas o testimonios de una época, sino que Puig encarnó ambos martirios y los supo trasladar a sus personajes, habitualmente desgarrados por el dolor físico, la soledad y la muerte.

Una estética

Las novelas de Manuel Puig combinan desbordantes monólogos interiores con diálogos de cocina entre mate y bizcochos; agobiantes climas de pueblo chico envuelven pequeñas tragedias cotidianas narradas con vértigo cinematográfico. Desde La traición..., pasando por Sangre de amor correspondido (1982) –quizás la más experimental y compleja por desarrollar una peculiar estructura y articulación de voces narrativas en contraste con su contenido de culebrón-,  hasta Cae la noche tropical, Puig jamás abandonó su estética ni el modo osadamente coloquial con el que sus personajes desmenuzan el transitar de sus vidas ínfimas; intimidan y asombran los relieves gramaticales y los quiebres, ese dominio exhaustivo del idioma para llevar el lenguaje enredado del corazón y el chisme al frente de la página. “Sólo puedo contar una historia sobre algún personaje que sea reflejo de mis problemas más candentes –reveló-. Creo que los personajes son vehículos de exposición. Sus voces están colmadas de claves ocultas y me gusta escucharlas. Por eso trabajo tanto con diálogos. A veces lo que no dicen expresa más que lo que dicen”.

Ahora, cabe esperar más Puig. Ese material desconocido y periférico que permitirá redescubrirlo y reubicarlo al lado de aquellos autores que, como Roberto Arlt, han definido –no sin auspiciosas contrariedades-  un nuevo camino en la literatura, y felicidad para los lectores.