Leones 27 Mar 2022

‘Hic sunt leones’

Perfil Cultura | Rafael Toriz

La locución latina “hic sunt leones” servía antiguamente para indicar en los mapas las zonas geo­gráficas aún inexploradas de África. Hoy resulta oportuna a raíz de la publicación de “Leones”, de Hans Blumenberg, el exquisito pensador alemán fallecido en 1996, que ahora rescata el sello El Cuenco de Plata. Un bestiario con un personaje principal: el único y verdadero rey de reyes.

 

Si bien son peregrinos los antídotos disponibles para la triste fábula sin moraleja en que resulta a la postre toda existencia humana, pocos son tan efectivos como la descripción de las formas del mundo, un ejercicio que demanda la pasión y la capacidad de intelección, sino sobre todo un compromiso tanto de la mirada como del oído para dar cuenta de la maravillas y vilezas que nos circundan.

Por ello, si bien se trata tanto de un oficio de entomólogos como de poetas, es llamativo cuando el ejercicio de descripción es emprendido por un filósofo, y entre ellos, por uno abocado a la exploración compleja de la metáfora, una estructura presente en el lenguaje generalmente desdeñada por los rigores del pensamiento abstracto que se solaza en crear teorías y menos en escuchar historias; de ahí que la figura del alemán Hans Blumenberg (1920-1996) sea una rara avis que ilumina los sótanos lóbregos de la vieja filosofía.

Formado como filósofo, historiador y filólogo, es bien conocido en el mundo académico por sus obras de método me refiero a libros como La legibilidad del mundoEl mito y el concepto de realidad o Historia del espíritu de la técnicapero sobre todo se trata de un pensador singular gracias a obras como Naufragio con espectador, La risa de la muchacha tracia: una protohistoria de la teoría o La inquietud que atraviesa el río: ensayo sobre la metáfora que se alejan del tratado y dialogan permanentemente con la seducción del ensayo, puesto que pocos filósofos como él comprendieron la claridad y la potencia que subyace en la metáfora como condición concreta del pensamiento, o para decirlo en sus propios términos, extraídos de Paradigmas para una metaforología: “las métaforas dan estructura a un mundo; representan el siempre inexperimentable, siempre inabarcable todo de la realidad. Indican así a la mirada con comprensión histórica de las certezas, las conjeturas, las valoraciones fundamentales y sustentadoras que regulan actitudes, expectativas, acciones y omisiones, aspiraciones e ilusiones, intereses e indiferencias de una época”

Con Leones, publicado por El Cuenco de Plata en una traducción conjunta de Griselda Mársico y Uwe Schoor, Blumenberg confecciona un bestiario de ideas excéntricas con el rey de los felinos como personaje principal, ensayando con formas breves la condición misma del ensayo, porque Blumenberg se complace en encontrar la llama del pensamiento en formatos marginales como la viñeta, el relato, la evocación, la anécdota, la fábula y, en general, el mito, siempre con una prosa cordial que sugiere más de lo que impone, como si el hecho de dar con una idea fuera más algo que uno se encuentra en el camino como sin querer en lugar de empeñarse en una búsqueda cruenta y meticulosa.

Es notable que en un libro tan breve contenga,  al mismo tiempo, un saber enciclopédico que lejos de abrumar es una invitación constante a una divagación inspirada, en la que brotan de tanto en tanto algunas perlas inesperadas: “el autor del Libro del Eclesiastés es algo así como el Schopenhauer del Antiguo Testamento”; o bien, se trata de descripciones de fábulas precisas de las que cabe extraer, o no, algunas máximas políticas: “el león deviene rey de los animales, pero justamente, deviene, no lo es desde siempre, ni por la fuerza ni por la gracia. La historia política del reino animal va de apuro en apuro, y las disquisiciones que llevan finalmente a la investidura del león no invocan pomposamente su magnífica dotación como criatura, no son justificaciones que provengan de la naturaleza dominante fundada en la larga tradición de la fábula animal”.

Escrito con humor, sigilo y elegancia, se trata de una obra entrañable por los caminos que abre para los temperamentos abocados al ingrato oficio de escribir filosofía, dando una clase sin estridencias sobre lo que puede y debe hacer un buen ensayo cuando el compromiso es de veras con los encantos del mundo, como lo señala prácticamente en cada página: “los leones frustrados de Rousseau no son casos de amputación estética. El conjuro mágico que pende sobre ellos los convierte en representantes del tema secreto de prácticamente todas las obras de este pintor de domingo que desde su jubilación temprana también empezó a pintar durante la semana, pero en una época cuyo espíritu no le daba la libertad de admitir su idea dominante: Rousseau pintaba el paraíso”.

En un entorno plagado de oportunistas, standuperos ontológicos y cínicos profesionales, es un remanso de placer encontrar una sensibilidad como la de Blumenberg, quien a través del análisis de mitos y metáforas junto a una prosa estimulante devuelve el esplendor al mundo, que no es otra cosa sino experimentarlo en su complejidad, textura y espesor atreviéndose a penas a mirar desde otro ángulo lo mismo: “los humanos siempre derrotan a los leones porque no hay leones pintores”.