Pasolini por Pasolini 05 Mar 2022

Centenario Pasolini: vigencia de un poeta

Página 12 | Silvina Friera

El escritor y cineasta fue el paradigma del creador renacentista en la Italia de la segunda mitad del siglo XX: en sus 53 años de vida casi no dejó género sin explorar.

 

“Para ser poetas, hay que tener mucho tiempo:/ horas y horas de soledad son el único modo/ para que se forme algo, que es fuerza, abandono, vicio, libertad, para dar estilo al caos”, se lee en La religión de mi tiempo, su famoso libro de poemas publicado en 1961. Pier Paolo Pasolini (PPP) fue el paradigma del creador renacentista en la Italia de la segunda mitad del siglo XX. Casi no dejó género sin explorar: poesía, novela, cine (ver nota aparte), ensayo, crónica, dibujo y pintura. Un siglo después de su nacimiento, el 5 de marzo de 1922, PPP preserva su centralidad en la cultura universal. En el microscopio sagaz de su literatura --Las cenizas de GramsciMuchachos de la vidaUna vida violenta, Teorema Amado mío, entre tantos otros-- cuestionó la censura cristiana, la amenaza neofascista y a la burguesía; pero también anticipó algunos problemas acuciantes que atraviesan estas dos décadas del siglo XXI: la muerte de la diversidad al eliminar lo diferente, la normalización del fascismo desde el hiperconsumismo y el fascismo de los antifascistas.

Lengua madre

 “Una percepción sagrada del mundo humano le permitió a Pier Paolo Pasolini (1922-1975) convertirse en el mejor crítico de las grandes instituciones de su tiempo en Italia: el Partido Comunista y la Iglesia Católica. Pero por sobre ellos, vio lo que llamó ‘el más represivo de los totalitarismos’, la sociedad de consumo, una cultura unificadora universal. Esta visión crítica, de la que se nutre su poesía, tenía en cuenta sin embargo una segunda fuente: el impacto de ese mundo en las raíces emocionales del autor, en su percepción de un universo atávico e irracional, el mundo del mito, redefinido por Cesare Pavese en la década de los años treinta del siglo pasado. Sin esta base, la poesía urgente de Pasolini acaso no hubiese perdurado”, plantea Jorge Aulicino en el prólogo de la antología Nada personal (Ediciones En Danza), que reúne los poemas políticos de PPP. Al igual que en su obra narrativa, su poesía combina la lengua y el dialecto para documentar el momento histórico y la realidad del mundo violento de los arrabales romanos, los suburbios miserables donde él mismo vivió apenas llegó a Roma, “estupenda y miserable ciudad”, como la define en el poema “El llanto de la excavadora”.

PPP --que había nacido en Bolonia, hijo de padre militar y madre profundamente católica-- estudió la carrera de Letras en la Universidad de su ciudad natal y ahí empezó a escribir su primer libro en friulano, Poemas en Casarsa (1942). El vínculo con esta lengua surge a través de su madre, Susanna Colussi, una profesora de educación elemental e hija de campesinos aburguesados originarios de la región del Friuli. Leer, escribir y hablar friulano se convirtió en un acto de rebeldía del joven PPP contra su padre militar, un fascista que bebía, jugaba y maltrataba a su mujer y que representaba todo lo que el poeta en ciernes rechazaba. La elección de esta “lengua madre” es política: la fascinación por el friulano está conectada con su constante preocupación por la belleza extrema de lo primitivo, de lo rural. No quería sólo dar voz a su propio linaje escribiendo en friulano, además buscaba otorgarle dignidad a esta lengua cuyo legado había sido transmitido de forma oral, mediante poemas, cuentos y leyendas, de familia a familia. El pueblo friulano, considerado analfabeto, había sido sistemáticamente humillado y desvalorizado durante siglos. A través de sus poemas, Pasolini luchó contra el modelo homogeneizador de la Italia fascista. “La poesía es inconsumible en lo más profundo, pero yo quiero que sea lo menos consumible posible también exteriormente -reconocía el escritor en una entrevista-. Lo mismo vale para el cine: haré cine cada vez más difícil, más árido, más complicado, y quizá incluso más provocador, para que sea lo menos consumible posible”.

Hijos de los pobres

Esa opción por los márgenes, por aquello invisibilizado por la cultura y la lengua oficial, probablemente lo impulsó a protagonizar una áspera polémica en el 68 italiano. El 1° de marzo de ese año, en Roma, miles de estudiantes partieron de la plaza de España hacia la Facultad de Arquitectura de Valle Giulia, que estaba tomada por la policía antidisturbios. La mayoría simpatizaba con los estudiantes que habían sido reprimidos por la policía. PPP, que estaba filmando Teorema en Milán, publicó en la revista L’Espresso “El PCI a los jóvenes”, un poema demoledor en el que define a los estudiantes que se manifestaron como “niños de papá”: “Yo simpatizaba con los policías./ Porque los policías son hijos de los pobres./ Vienen de periferias, ya sean campesinas o urbanas”. El escritor y cineasta inscribió lo que sucedió en la Facultad como “un episodio de lucha de clases” y aunque admitía que la razón estaba de parte de los estudiantes ellos eran los “ricos”.

En la novela Teorema (1968), un joven atractivo visita a una familia burguesa de Milán y va seduciendo a cada uno de los integrantes: hijo, hija, padre, madre e incluso la empleada doméstica. El otro irrumpe para romper la estructura sobre la que se erige el poder. Cuando desaparece, tan de repente como había llegado, la familia se derrumba: la hija queda catatónica, la madre intenta repetir la experiencia con dobles del joven, el hijo se retira a pintar en un estilo críptico y el padre entrega su fábrica a los trabajadores. La empleada doméstica, una campesina creyente, encarnación de lo primitivo, deviene una especie de santa. El padre no se despoja de su fábrica por el deseo de subvertir el orden, sino que lo hace por la culpa cristiana que lo corroe; le sustrae al obrero la posibilidad de rebelarse al aceptar un bien cedido en vez de recuperarlo a través de la lucha de clases y la revolución obrera.

“Como acto histórico, ¿la donación de la fábrica sería, pues, al menos desde el punto de vista de los obreros e intelectuales, un delito histórico y, como acto privado, una vieja solución religiosa? -pregunta desde las páginas una novela extraordinaria y radical-. “Pero esta solución religiosa ¿no es la supervivencia de un mundo que ya nada tiene que ver con el nuestro? ¿No nace de la culpa, más que del amor? De modo que un burgués jamás podría recobrar su vida, ni aun perdiéndola”. La voz de Pasolini escarbando siempre en las llagas de la burguesía.