Diálogos del escéptico 12 Abr 2006

Textos de un escéptico funcionario del cardenal Richelieu

La Gaceta | Samuel Schkolnik

François de La Mothe Le Vayer, que escribió entre 1630 y 1632, integraba el círculo del “libertinismo erudito”.

 

Hay figuras que la historia de las ideas registra como secundarias, pero que en su hora desempeñaron un destacado papel, porque en la comedia del mundo dieron rostro al episodio que les tocó representar en un pie de igualdad con aquellos que, según los cronistas ulteriores, fueron sus personajes principales. Tal es el caso de François de La Mothe Le Vayer, que fue a la vez funcionario del cardenal Richelieu y miembro de una asociación secreta que cultivaba la libertad de pensamiento, profesaba el escepticismo y contribuía a formar el clima intelectual que, andando el tiempo, socavaría para siempre los cimientos ideológicos del Antiguo Régimen. Otros miembros de esa asociación (La Tétrade) fueron Elie Diodati, Pierre Gassendi y Gabriel Naudé.

Componen el volumen que comentamos dos textos: De la divinidad y De la vida privada, que son partes del libro Dialogues faits à l’imitations des anciens, dado a la imprenta por el autor entre 1630 y 1632.

El primero de esos textos sostiene que el escepticismo, lejos de concurrir en mengua de la fe cristiana, es la mejor preparación espiritual en su favor, porque reduce a silencio a la razón. Ahora bien, el lector menos avisado advierte sin trabajo que esas protestas de fe, apoyadas en numerosas citas evangélicas, obran en sentido contrario, porque ponen tan en el cielo los asuntos de la religión, que el entero mundo viene a quedar expedito al discurso racional, y que si la religión reclama jurisdicción terrena, la que se le concede no es otra que la de un instrumento -tal vez imprescindible- para sujetar una ignorante plebe a la obediencia de un orden político. El segundo de los textos exalta la vida privada como el ámbito en que el sabio, libre de prejuicios vulgares, se permite las delicias de una existencia contemplativa.

Los adversarios de semejantes ideas llamaban “libertinos” a quienes las expresaban. Por su frecuentísimo recurso a fuentes antiguas y modernas, Vayer pertenecería al círculo del “libertinismo erudito”.

La traducción y el estudio preliminar de Fernando Bahr son excelentes.