Trans-Atlántico 16 Jul 2015

Grand Guignol

El Litoral | Raúl Fedele

 

Trans-Atlántico es la única novela de Gombrowicz que transcurre en la Argentina. En su punto de partida, por lo menos, coincide con la experiencia existencial de Gombrowicz. También aquí el narrador, un tal Gombrowicz, llega a la Argentina en el viaje inaugural de un barco polaco. Mientras la comitiva cumple su periplo de visitas, recepciones, zalemas y presentaciones, en Europa explota la guerra. Y el narrador decide quedarse, que se vaya nomás sin él el barco, que regrese a la querida patria, a ese “Santo Monstruo Oscuro que está reventando desde hace siglos sin poder acabar de reventar”, que regresen todos, que marchen a ese “Santo Engendro, maldito por la Naturaleza, que no ha dejado un solo momento de nacer y que, sin embargo, continúa Nonato”. Maldice, el narrador, y una vez pronunciada esa Maldición, da la espalda al barco y entra en la Ciudad.

Allí el narrador, el ya maduro Gombrowicz, pero polaquito por pobre y desvalido, tendrá que vérselas con los miembros de la comunidad polaca, con el Ministro Gordito Delgado Feliks Kosiubidzki, que clama por la guerra, por el venceremos y el honor de la Gloriosa Nación; con el Barón y los otros dos directores de la Gran Empresa donde el polaquito exiliado entra a trabajar, y que le gritan al unísono: “¡Ráscame a mí! ¡Ráscame a mí!”; con el Puto Gonzalo, que corretea todo el día detrás de los muchachos, especialmente detrás del Hijo, el hijo del nada menos que el ex Comandante Kobrzycki, etc., etc.

Esta caterva de personajes extraordinarios y en verdad muy ordinarios plantea al polaquito exiliado un cúmulo de situaciones desopilantes. Trans-Atlántico quizás sea la obra más explícitamente hilarante dentro de la narrativa y del teatro de Gombrowicz. Así, el episodio en que los tres directores de la Gran Empresa se echan a los pies de un sombrío señor rodeado de Bufoncillos, Damas y Aduladores. Lo reverencian y lo manosean llamándolo “Gran Escritor y Maestro”, pero por detrás azuzan a su empleado, el polaquito exiliado, que es también el Genial Escritor Polaco Gombrowicz, y lo empujan: “¡Anda, derrótalo! Ése es el Escritor más Famoso de este país. Resulta inconcebible que se le tributen tantos honores estando aquí el Gran Escritor y Genio Polaco. ¡Véncelo, muérdelo!”. Y ahí empieza uno de los duelos más desorbitados en la larga lista de duelos que presenta la obra de Gombrowicz, esos duelos de muecas, de guiños, de palabritas y palabrotas. Un duelo que toma aquí la forma de payada, una evidente sátira sobre las rencillas literarias de los popes literarios porteños y parisinos, las de aquella década del 50 y las de cualquier bla bla bla académico porteño o rosarino o newyorkese actual. O el episodio en que el Puto Gonzalo, otra vez con un duelo de manitas revoloteantes, de brindis y ojos revueltos, intenta seducir al Hijo, pero sobre todo oponer el Hijo al Padre, el Joven al Viejo.

Desde luego, esta acumulación de Polacos en la Argentina, de Polacos cantando a la Polonia en guerra hizo que la novela se leyera como el ajuste de cuentas de Gombrowicz con la remanida (¡si lo sabremos por estos lares!) “conciencia nacional”. Trans-Atlántico -explicita Gombrowicz mismo en el prólogo- es una nave corsaria con una fuerte carga de dinamita contra los sentimientos nacionales. “Superar la polonidad”, proclama, “aflojar esa relación que nos vuelve esclavos de Polonia”.

Pero desde luego todo eso es hojarasca. ¿La ideología como tema de una novela? Desde luego que no, tratándose de Gombrowicz, que en el momento de aparecer Trans-Atlántico en la Polonia comunista, allá por 1957, escribía: “Temo, en efecto, que la crítica literaria en Polonia no se haya liberado del todo de la manía socialista de exigir ‘un arte con contenido'. No, Trans-Atlántico no contiene ningún tema, fuera de la historia que allí se narra. No es sino un relato, un mundo relatado... que tendría validez sólo a condición de parecer alegre, multicolor, revelador y estimulante... Cualquier cosa, en fin, que brille y refleje una multitud de significaciones”.