Bresson por Bresson 19 Abr 2015

Un hombre llamado Bresson

Milenio | México | José Luis Martínez

 
El cartujo piensa en Robert Bresson (1901-1999). Recuerda, sobre todo, dos de sus películas: El proceso de Juana de Arco (1962) y Al azar, Balthazar (1966). La primera sobre el juicio y la muerte de la Doncella de Orleáns, condenada a la hoguera a los 19 años por jueces implacables e injustos. No hay ningún dibujo o pintura de ella, no se sabe cómo era físicamente, pero existen las actas de su proceso y con éstas Bresson traza un retrato magistral. Traicionada, abandonada por todos, enfrenta sola a sus verdugos ingleses, quienes la acusan de herejía y la queman viva, un suplicio atroz y, sin embargo, en la película de Bresson, alejado de las escenas truculentas usuales en otros cineastas. Las elipsis, los silencios, los diálogos justos, las imágenes precisas apuntan a los pensamientos más profundos de los personajes —a su alma si se quiere mayor precisión. Es una película hermosa y escalofriante, conmovedora hasta las lágrimas.

En el libro Bresson por Bresson. Entrevistas (1943-1983), publicado el año pasado por la editorial argentina El cuenco de plata, el cineasta comenta su deseo de filmar la pasión de Juan de Arco para hacer a ésta más cercana y real. "¿Por qué la siente interiormente cerca de nosotros?", le pregunta André Parinaud y él contesta: "Porque es joven. Sus imprudencias, su magnífica insolencia son las de la juventud de todos los tiempos". "¿En qué medida es moderna?", vuelve a inquirir el periodista y crítico de arte; la respuesta no deja lugar a dudas: "Vive como nosotros. Tiene esa sed de libertad e independencia que tienen las jóvenes de hoy".

Al azar, Balthazar es la historia de un burro de nombre bíblico —Balthazar— cuya mirada evidencia sus escasas alegrías y su enorme sufrimiento. "Este burro va a pasar de mano en mano y cada uno de sus amos representará un vicio de la humanidad —le explica el cineasta a François-Régis Bastide—. Y el burro va a sufrir, va a pastar de esos vicios de modo diferente, y finalmente va a morir por ellos".

Al azar, Balthazar, según Jean-Luc Godard: "Es un film terrible sobre el mundo y el mal en el mundo, y al mismo tiempo sentimos todo eso con una suerte de dulzura evangélica que es para mí extraordinario".

Al referirse a esta película, Marguerite Duras no escatimó elogios: "Lo que los hombres hicieron hasta ahora en poesía, en literatura, Bresson lo ha hecho con el cine. Podemos pensar que, hasta él, el cine era parasitario, procedía de otras artes. Y con él hemos entrado en el cine puro. Y de un solo golpe", comentó la autora de El amante.

En estos tiempos de ruido incesante, de palabras vanas, de búsqueda demencial de poder, fama y dinero, es bueno volver la vista a hombres como Robert Bresson, quien amaba el silencio y las cosas simples y defendía el cinematógrafo de la banalidad impuesta por los productores y los grandes estudios, por el mercado siempre insaciable.

Queridos cinco lectores, desde la Bahía de Santa Lucía, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.