Guirnaldas para un luto 04 Feb 2016

El orden poético

La Voz del Interior | Carlos Schilling

Hugo Padeletti reúne 95 poesías en "Guirnaldas para un luto". 

 

Cada vez que se publica un libro de poemas de Hugo Padeletti es una gran ocasión de lectura. Por suerte, ahora, cuando ya cumplió los 85 años, el poeta santafesino ha abandonado la reticencia que parecía constitutiva de su obra y empezó a difundir series inéditas de poemas. Hace poco más de un año salió Osaturas y ahora ve la luz Guirnaldas para un luto (1980-1983).

Se trata de un libro que contiene nada menos que 95 poemas y cada uno de esos poemas es una maravilla de visión y composición. Son tan consistentes que resulta inútil preguntarse por qué no fueron incluidos en ningunas de las recopilaciones más o menos completas publicadas por la Universidad de Litoral o por Fondo de Cultura Económica.

Lo cierto es que cada poema de Guirnaldas para un luto podría inducir a una reflexión interminable, tantos son los matices de sentido y de sinsentido que reverberan en sus palabras. Y más allá de que el título sugiere que el tema primordial es la muerte, los versos proyectan una sombra ambigua sobre esa preeminencia, ya que la muerte resulta desplazada como motivo (incluso hasta podría decirse reemplazada) por una sutil meditación (en el sentido oriental de vaciamiento del yo) acerca de la experiencia del tiempo, lo cual transforma al poema, como dice Jorge Monteleone en el título de su prólogo, en un “artificio de la eternidad”.

“Hoy, ayer y el mañana// que adelanta en el hoy/ la fuga de su espuma./ Lo pesado// de cada soy/ de momento en momento desoculta/ su inconsistencia”. Estos versos muestran a la vez la centralidad del tiempo y la idea de que la primera persona –el yo, el soy– es una ilusión, una carga, un lastre del que sólo es posible liberarse mediante un acto (que en Padeletti tiene un valor casi místico) de atención. “Suma esperanza:/ AHORA// es la hora./ La clavija/ que rige la atención// hay que tensarla justo/ en lo más alto”.

No es curioso, entonces, que las palabras “muerte” o “morir” aparezcan siempre muy cerca de las palabras “vida” o “vivir”, no como conceptos opuestos, sino como complementarios. En el mismo sentido en que son complementarios la naturaleza y la escritura, por ejemplo, unidas en una emblemática que remite a la idea medieval de natura signata, aunque en este caso no se trata de la marca de un Dios creador sino del cifrado del presente como destino.  

Si algo caracteriza al tono de Padeletti es su extrañísima fusión de serenidad y celebración, un tono único que justifica todos sus malabarismos verbales y mentales y los eleva a un orden que sólo puede ser calificado con un adjetivo: poético.