Diario argentino 02 Mar 2016

Crónica de un desmembramiento

Perfil cultura | Gonzalo León

Después de que El Cuenco de Plata consiguiera los derechos para la publicación de la obra de Witold Gombrowicz en castellano, tras varios títulos aparece este “Diario”.

 

Cuando ese gran editor llamado Edgardo Russo aún vivía, consiguió los derechos de la obra del escritor polaco Witold Gombrowicz para la editorial El Cuenco de Plata. Con motivo del Congreso Gombrowicz, realizado en 2014, primero apareció Ferdydurke y luego el libro de cuentos Bacacay, la novela Transatlántico, el Curso de filosofía en seis horas y cuarto y Cosmos, los últimos títulos ya sin Russo. Diario argentino viene a agrandar y enriquecer la colección que la editorial le dedica al autor que vivió en Argentina casi un cuarto de siglo. En la presente edición hay una nota de su viuda, Rita, en la que dice: “Gracias a la insistencia de sus amigos argentinos ansiosos por conocer ese Diario aún no traducido al español, Gombrowicz acepta presentar algunos pasajes para el lector sudamericano”.

El Diario al que se refiere Rita tiene mil páginas y fue producto de una idea del editor de la revista de expatriados polacos en Francia, quien le propuso a Gombrowicz que escribiese un diario dentro de la revista, colaboración que se extendió entre 1953 y 1969. En él aparecen, como describió Enrique Vila-Matas, “en igualdad de condiciones fragmentos con carácter de ensayo filosófico, brillantes polémicas, partes líricas, bromas grotescas, y también abiertamente ficción literaria”. Las primeras 200 páginas tratan de literatura polaca, en las siguientes hay amago de polémicas, anexos provocativos, como el célebre ensayo Contra los poetas. Por todas estas razones Diario argentino puede leerse como un libro aparte, porque muchas de esas partes no están ahí. Incluso la estructura se ve alterada, ya que mientras en el mayor hay una evolución cronológica por años, en el argentino están los días de la semana y nada hace suponer que es un año o el siguiente. Quizá por eso más parece un libro de viajes.

Juan José Saer, en El concepto de ficción, dedica un ensayo a la obra del “Polaco”; en él se refiere al “desmembramiento” del Diario como algo absurdo, “por la sencilla razón de que todo el diario es argentino”, más allá de si tales o cuales páginas fueron escritas en Argentina o a su regreso a Europa. “La razón del Diario”, concluye Saer, “es la experiencia argentina, la situación singular del aislamiento de su autor”. Agrega que quienes menos deberían desear este desmembramiento son los argentinos, porque son ellos los más capaces de percibir los juicios de Gombrowicz sobre la cultura occidental. Ilustra en él lo que denomina la perspectiva exterior y que consiste en esa situación, ya detectada por Borges en irlandeses, de estar dentro y fuera de una cultura, lo que finalmente hace más fácil la innovación dentro de esa cultura. De ahí que “para un argentino, hay algo inmediatamente perceptible en los juicios de Gombrowicz sobre literatura polaca: aparte de algunas cuestiones de detalle, esos juicios pueden aplicarse a la literatura argentina”. Una cultura como la argentina, fundada por extranjeros, viajeros, inmigrantes, no necesitaba ningún desmembramiento.

¿Pero qué nos puede aportar esta reedición? Quizá en el prefacio se encuentre una primera respuesta cuando Gombrowicz, consciente de la mutilación, afirma que “generalmente dicen de Argentina que no existe, o que existe pero no como una realidad, o que existe, sí, pero como algo embrionario”. Y si algo tiene este Diario es la sensación clara, abrupta, del fenómeno migratorio, y esto sucede al comienzo, de sopetón, cuando el autor relata aquel año nuevo de 1955: “No veo nada ante mí… ninguna esperanza. Todo para mí ha terminado, nada quiere empezar”. Esa Argentina embrionaria, que todavía no ha nacido, se une al sentimiento de Gombrowicz en esta nueva patria donde todo ha terminado y nada quiere empezar; es otro Gombrowicz, todavía por nacer. Y precisamente ésta es la ideología que transmite su obra: lo incompleto, lo inmaduro.

Tal vez en el episodio donde mejor se aprecia esto es en el encuentro de Borges y él en la casa de Silvina Ocampo, un encuentro en el que el segundo sabía que el primero era “quizás el escritor argentino de más talento, dotado de una inteligencia que el sufrimiento personal agudizaba”. A Gombrowicz lo hechizaba “la oscuridad de Retiro”; al resto de la mesa, incluido Borges, por supuesto, “las luces de París”. Con la publicación del Borges de Bioy Casares, las opiniones de Borges en relación con él fueron contundentes: lo trata de “conde pederasta y escritorzuelo”. Y ya que Ricardo Piglia escribió en su momento que Borges era el mejor escritor argentino del siglo XIX y que Gombrowicz era el mejor escritor argentino del siglo XX, vale la pena volver a Saer para observar cómo zanja la disputa entre ambos: “El mismo gusto por la provocación, la misma desconfianza teórica ante la vanguardia y, sobre todo, el mismo intento de demolición de la forma”.

Otra buena razón para leer Diario argentino es que es federal, aparece el interior del país: Tandil, Mar del Plata, Santiago del Estero, la provincia de Corrientes, Paraná, Necochea. Y la última, pero no menos importante: que es divertido y necesario antes de aventurarse con el Diario.