Diario 16 Jul 2017

Yo, Witoldo

Perfil Cultura | Gonzalo León

 

“Me encontré en Argentina sin un centavo, en una situación realmente muy difícil. Fui introducido en el mundo literario y sólo de mí dependía ganarme a esa gente con un comportamiento sensato”, escribió Witold Gombrowicz (1904-1969) en Diario, considerada por muchos como su obra cúlmine, de la que ahora la editorial argentina El Cuenco de Plata ofrece una nueva edición. Gombrowicz fue distinguido con el Premio Formentor, el mismo que también ganaron Borges y Samuel Beckett, vivió casi veinticinco años en Argentina e influyó en autores como Ricardo Piglia y Juan José Saer; Piglia, sin ir más lejos, lo consideró como el mejor escritor argentino del siglo XX. Pero también influyó en Europa: el escritor español Enrique Vila-Matas, gran admirador de su obra, describió este libro como un texto donde están “en igualdad de condiciones fragmentos con carácter de ensayo filosófico, brillantes polémicas, partes líricas, bromas grotescas, y también abiertamente ficción literaria”. Las primeras ciento cincuenta páginas están dedicadas a literatura polaca y a discusiones muy acotadas sobre la realidad de Polonia, y eso pasa porque este libro tan singular fue el resultado de las colaboraciones que enviaba a la revista de polacos exiliados en París: Kultura.

En la edición de Seix Barral, la traductora Bożena Zaboklicka decía que el título Diario era “a todas luces engañoso. Y es que la extensa obra que se esconde detrás de él no tiene mucho en común con el clásico dietario de escritor en que se anotan acontecimientos de las vidas del autor o las reflexiones sobre su tiempo o su propia creación”. Pese a la denominación “nueva” hay muchas cosas que se mantienen de la edición española. De partida los traductores son los mismos: Bożena Zaboklicka y Francesc Miravitlles; en otras palabras, no hay una nueva traducción, sino una nueva edición, que tiene más notas –de mucha utilidad para las páginas de literatura polca–, un índice onomástico y otro de las obras del autor.

¿Pero cuál es la gran diferencia con la anterior edición? El editor del Cuenco de Plata, Julio Patricio Rovelli, que trabajó con Bożena Zaboklicka en esta edición, explica que “queríamos lograr que el libro pudiera ser leído en todos los lugares hasta donde llega nuestra lengua; agregamos notas, sumamos pistas al universo que este libro abre; una periodista dijo que el libro era ‘un monumento al siglo XX’. Los índices y los otros agregados los hicimos pensando en darle al lector otras formas de abordar la lectura de dos décadas de trabajo de uno de los grandes vanguardistas del siglo XX”. En la nota editorial de esta edición, Zaboklicka agrega que la novedad “consiste en que la traducción anterior ha sido retocada y modificada para conseguir una versión lo más neutra posible, en un intento de buscar una lengua que se pueda leer tanto en Argentina como en el resto del mundo de habla hispana”.

Uno de los ejemplos gráficos de la diferencia entre ambas ediciones está, por ejemplo, en este fragmento: en paréntesis de corchetes está lo de la edición española y sin corchetes la de la nueva edición: “[Dejad] Dejen de tener miedo de [vuestros] sus propios cuadros, [dejad] de adorar al arte, [tratadlo] trátenlo a la polaca, desde arriba, [sometedlo] sométanlo a [vuestra] su voluntad, pues entonces en ustedes se liberará [en vosotros] la originalidad, se [os abrirán unos] abrirán nuevos caminos [nuevos] y [conseguiréis] obtendrán lo más valioso y fecundo: la propia realidad”. Si bien la edición de Seix Barral no incurre en todas las páginas en esta clase de españolismos, sí se les puede encontrar, así como una escasez de notas y un cierto desprolijidad en la numeración de éstas.

Otro plus de esta nueva edición es el prefacio de Rita Gombrowicz, donde aclara, pese a la famosa anécdota de aquella cena con Borges, Bioy y Silvina Ocampo, que su marido no participó de la vida intelectual argentina. En Gombrowicz en Argentina, ella recogió testimonios de algunos intelectuales, como es el caso de Silvina Ocampo, que recuerda esa cena del siguiente modo: “Había siete personas: Gombrowicz, Borges, Bioy Casares, Mastronardi, Bianco, Manuel Peyrou y yo. Todavía vivíamos en la calle Alvear. Antes de la cena escuchamos tangos. Se me cayó la fuente de las manos al llevarla de la cocina al comedor. Sólo Gombrowicz oyó el ruido. Vino a ver lo que había pasado. Cuando me vio con la cabeza entre las manos, me dijo: ‘No llore’. Creía que estaba llorando. Me propuso que recogiese todo y lo sirviese como si nada”. De esa amabilidad no hay casi registro en el Diario, tampoco en el Borges, de Bioy, que lo retrata como “el conde pederasta y escritorzuelo Gombrowicz”. Por su lado, el relato de la cena hecha por Gombrowicz, incluido en Diario, manifiesta efectivamente su desinterés por participar de la vida intelectual argentina, pero en ningún caso mundial.

Rita Gombrowicz [ver entrevista exclusiva aparte] señala además que el diario del escritor francés André Gide, leído por él en 1952, lo influyó para que escribiera el suyo, “pero Gide escribe un diario cuando ya es famoso y Gombrowicz el suyo para volverse famoso”. En este sentido estamos ante una autoconstrucción, ya que su sección en Kultura era el núcleo de la revista: “Gombrowicz creó pues una verdadera tribuna, un ‘blog’ antes de internet”. Cuestiones como la manifestación del Yo, el autodiseño y el autoposicionamiento en el campo estético han dejado de ser, como observa el intelectual alemán Boris Groys, algo raro. Hoy es habitual “llevar adelante un blog, tuitear y tuitear y tuitear, tener Facebook (o ser tenido por Facebook), mostrarse en Instagram”. Eso que es habitual hoy, Witold Gombrowicz lo empezó hace más de sesenta años.

Al final de este prefacio la viuda de este autor define el Diario como “autobiografía en movimiento, ensayo y obra de arte”, y en esa combinación radicaría su riqueza. Nicolás Hochman, escritor y director del Congreso Gombrowicz que se realizó en 2014 en la Biblioteca Nacional, coincide con esta visión, porque, “de algún modo, creo que todos o casi todos los diarios de escritores funcionan como obras de arte y ensayos. Pero el de Gombrowicz, particularmente, trabaja con el tema de la autobiografía de una manera que no se había hecho antes. Y no porque los otros diarios no lo hicieran, sino porque el suyo era un diario que escribía a pedido, y que iba publicando casi en tiempo real. Me parece entonces que esa mediatización de lo íntimo, que esa manera de hacer íntimo un yo público (la extimidad de la que habla Lacan) lo vuelve muy particular”.

Germán García, escritor y autor de uno de los pocos libros de ensayo sobre este autor (Gombrowicz: el estilo y la heráldica), dice que debido a su manía un poco documental Diario siempre le resultó interesante, y no como o como un chiste, sino como una obra, que no se constituye como un testimonio neutro. García fue a París y conoció la librería de polacos en París, pero más que hacer una “defensa de Gombrowicz con respecto a la Argentina”, prefiere señalar el aprecio que le tomó por “esa deformación deliberada y caprichosa del lenguaje” y agrega que le parece “un escritor que es una paradoja, es como pensar en Rabelais o Alfred Jarry, que han creado un pequeño cosmos; me parece que se anota en esa lista, que es una literatura un poco cómica o maniática, como prefiera verse. Pero no creo que sea una literatura magistral, más bien me parece que es una literatura para molestar a la literatura magistral”.

Con relación a esta edición argentina, que tiene un lenguaje más neutro, García aclara que hay que empezar diciendo que la anterior edición “estaba hace tiempo” y casi agotada. Por otra parte, en cuanto a la lengua en la que se fija esta edición, recuerda haber firmado a instancias de un grupo que lideraba Horacio González “una respuesta a la Real Academia Española defendiendo la lengua”, por su valor político. Valor que queda en evidencia cuando “los españoles hablan de argentinismos y no españolismos. Para los españoles, la lengua cero sería la española y la demás serían variaciones. Pero el tema es que la lengua española está tan inyectada de francés e inglés como puedo estarlo la nuestra, pero de manera diferente: no veo por qué permitirme una cosa y no otra”. Nicolás Hochman agrega que esta nueva edición es la mejor manera para hacer que las ideas lleguen a un público más amplio: “Volver a trabajar con la traducción implica pensar a Gombrowicz hoy, en otro momento y desde otro lugar. Un Gombrowicz que no envejece, que sigue inmaduro, y que probablemente por eso mismo necesita que eso que dijo se mantenga vigente”.

Para que esta nueva edición se concretara el editor del Cuenco de Plata trabajó un año junto a la traductora, nutriéndose de las ediciones de otras lenguas; pero Diario, por suerte, no es lo último que editarán, ya que se viene el Teatro Completo y luego Kronos, el libro más esperado en castellano de este autor, su diario privado, que en todo caso, como adelanta Julio Patricio Rovelli, “aún no charlamos ni con Rita ni con Bożena Zaboklicka sobre cómo abordarlo o cómo reflejar su intimidad en un tono sostenido. Existen ya dos ediciones, la polaca y la francesa; pronto haremos nuestra propia experiencia”. El desafío mayor es hacer una edición crítica a su obra.