Vil & Vil 31 Jul 2005

Una ficción verdadera

La Capital | Redacción

 

En un reportaje realizado en 1975 Juan Filloy comentó: "Ahora estoy corrigiendo las pruebas de una novela en tres niveles. Es una novela de tema militar. Creo que vamos a tener problemas. Pero es una creación literaria. Se llama «Vil y Vil». Un general que prepara la revolución desde un ministerio y que utiliza como confidente a un muchacho, un ordenanza, que es un estudiante próximo a recibirse de abogado y que está haciendo el servicio militar diferido."

En efecto, Juan Filloy tuvo problemas. La novela fue prohibida por la dictadura militar y recuperada durante la presidencia de Alfonsín. "A los 82 años, en 1976, publiqué «Vil y Vil», una novela antimilitarista que me valió estar encerrado con tres jefes militares durante más de cuatro horas. Les hablé sin parar de literatura hasta que me dejaron salir, de aburridos que estarían, pienso". En otro lugar cuenta: "Me sometían a interrogatorio. «Mire lo que dice acá», me dijeron. «Lo dice el personaje, coronel, son ideas de él»". La anécdota tragicómica que muestra a un perspicaz escritor salvado por la literatura bien podría formar parte de una de las situaciones de esta novela, en donde se muestra y se denuncia la incoherencia, el absurdo y la necesaria falta de pensamiento en toda cultura formada sólo en las armas.

"El escritor debe ser una especie de notario público, dar fe del momento que vive", sostenía Filloy, quien ejerció obsesivamente el trabajo de juez y el de escritor hasta la edad de 106 años. En efecto, el texto, escrito en 1975, es presentado en su edición posterior como una novela de anticipación. "Por el curso que llevan las cosas en los países latinoamericanos, esta novela acontece a menudo. Nada tan seguro como la contingencia cuando la sazón de los acontecimientos anuncia que ya es fruta madura en el tiempo inmediato", dice el autor, en una nota previa al texto.

La novela está escrita en dos tipografías, que indican dos registros. Se trata de la historia del General por una parte y del diario íntimo del soldado, por el otro. Los personajes, nominados únicamente según el cargo que administran (el General, la Generala, el soldado, etc.), asisten, planifican y logran tomar el poder mediante la revolución militar. Esto es, según Filloy, el juego de la gata parida: "En un banco igual o parecido nos sentábamos tantos muchachos como cabíamos. Los que no cabían estaban alertas, esperando turno para sentarse. Porque el juego consiste en hacer caer a dos de la punta". Este juego divertidísimo "caracteriza la voluntad cambiante y expeditiva del militarismo para desplazar gobiernos desafectos".

"Por lo que sé, mi General nunca ha brillado en el desempeño de un cargo en nuestro régimen democrático... Es un frenético opaco y tranquilo", subraya el soldado. Este estado de frenesí y de opacidad guarda no pocas semejanzas con la estupidez. Es el rasgo obsesivo del ejército y es también la coartada que le permite al conscripto narrar su historia: guardar la compostura para lograr sus dos registros, el oficial y el confidencial.

El punto de fuga para esto es el cinismo, la ironía, la sorna. Misiones ridículas, cofradías, reuniones secretas, contraseñas de espionaje barato y adulterios conforman el mundo de este soldado que observa y escribe sus conclusiones acerca del ejército y de la historia latinoamericana.

"Mi desesperación es un pandemonium", agrega el protagonista. Y de inmediato imagina el diálogo que mantendrían personajes ligados a la milicia, desde Hitler hasta el Che Guevara, San Martín, José Martí, Napoleón y Julio César.

La lectura de la novela y la lectura de la historia del país es guiada por una suerte de "fórmula jurista". Filloy, quien se definiera con la frase "nunca voy a ser un escritor comprometido", deja que los hechos caigan como plomadas sobre una balanza y nos hablen por sí mismos con absoluta lucidez, para dejarnos estupefactos.