Paisaje lacustre con Pocahontas / Los desterrados 16 Ago 2013

Paisaje lacustre con Pocahontas / Los desterrados

Revista Otra Parte | Martín Libster

 

La literatura de Arno Schmidt incurre en una notable paradoja: tiende a un tiempo a la totalidad y a la desintegración. Sus relatos están hechos de fragmentos de sensaciones, reflexiones, chistes y comentarios marginales a la propia escritura, todo ello comprimido en largas frases que se superponen e interpenetran en un caos aparente. Para Schmidt, cabeza, cuerpo y mundo exterior forman un todo indistinguible; este ansia por abarcarlo todo, narrarlo todo, produce en el lector una sensación de vértigo, como si el autor hubiese encontrado la fórmula para escapar de la condena de la linealidad y transformar su prosa en “una superficie en la que todo existe ‘simultáneamente’”.

Las dos novelas breves reunidas en este volumen dan cuenta de este estilo radical. En la primera de ellas, una excursión se transforma en la excusa para un encuentro amoroso; pero la anécdota en sí significa muy poco y, más allá de la excitación constante del narrador, el relato es irreductible al género de la literatura erótica. La ironía devastadora de Schmidt –que hace hincapié en la fealdad e ignorancia de la amante– desarticula de antemano cualquier adscripción de esta índole. El paisaje lacustre, en cambio, da al autor la excusa ideal para ensayar su propia versión del romanticismo. El texto abunda en inspiradas descripciones de la naturaleza, también en alusiones a la Ondina de Friedrich de La Motte-Fouqué, y explora el tópico del exotismo mediante el nombre de princesa india que el narrador da a su amante y la referencia al origen eslavo de “Pocahontas”. Escrito en 1953, Paisaje lacustre… remite permanentemente a la Segunda Guerra Mundial y la vida política de la Alemania de posguerra; pero la guerra es un pasado difícilmente idealizable, y la relación entre ambas Alemanias (la occidental y la exótica, “eslava”) dista mucho de ser armoniosa. La superposición de ambos planos funciona como una alegoría fallida que sirve a Schmidt de vehículo para su corrosiva crítica del presente.

La anécdota de Los desterrados también incluye un encuentro amoroso, aunque en este caso no se trate de una breve aventura sino del comienzo de una relación entre el narrador y una viuda de guerra. Plantado de lleno en el presente de la escritura, el relato cuenta la travesía de ambos personajes en busca de refugio en la República Federal. Sin echar mano de alegoría alguna, Schmidt renueva aquí sus ataques contra la sociedad alemana de la época y algunos de sus pilares, en especial el cristianismo –tanto católico como protestante–, la televisión y la gerontocracia que, a pesar de su pasado dudoso, aún rige, bajo un nuevo disfraz, los destinos políticos del país.

Ambos relatos pueden leerse como variaciones sobre un mismo tema, dos momentos en la evolución de uno de los escritores fundamentales del siglo XX que, con su mezcla de erudición y desquicio, logró retratar como nadie la incertidumbre existencial y política de la Alemania dividida por el Muro.