El cuerpo freudiano 07 Jul 2011

Psicoanálisis, esa obra de arte

Revista Ñ | Eva Tabakián

A partir de tres ensayos de Sigmund Freud, Bersani analiza la inestabilidad y las ambigüedades que deslizan al psicoanálisis hacia la creación artística.

 

La relativamente corta historia del psicoanálisis nunca ha sido un impedimento para que se lo interpele desde distintas disciplinas y pensamientos. En la actualidad es el blanco preferido de las neurociencias, de la psicología cognitiva y otras yerbas disfrazadas de terapias alternativas. Se le discute el estatuto científico, la coherencia teórica y, en lo más práctico, la duración, la dependencia y anacronicidad de sus recursos.

Sin embargo, en otros tiempos fue una disciplina que supo ganarse un lugar bien merecido en la discusión por la esencia del hombre, de su lugar en el mundo y de su relación con los otros. En ese sentido fue pensada desde la filosofía, la antropología, las ciencias del lenguaje y por la crítica literaria, con expresiones tan valiosas como las de Gilles Deleuze o Michel Foucault entre otras.

Dentro de esta variada gama de compañeros de ruta del psicoanálisis se puede localizar un libro que acaba de traducirse y publicarse en castellano El cuerpo freudiano. Psicoanálisis y arte de Leo Bersani (El cuenco de Plata) que fue escrito en 1986 y, por lo mismo, participa de una polémica distinta y enriquecedora en la cual las distintas ciencias, así llamadas humanas, se cruzaban en una relación de debate e interrelación.

Si se comienza la lectura de este libro ingenuamente, se tiene la impresión de estar frente a una voluntad académica que se propone discutir el texto freudiano y revelar sus contradicciones y callejones sin salida para dar por tierra con las pretensiones teóricas del psicoanálisis.

Ni más ni menos ese es el primer efecto paradójico que producen al lector desprevenido frases como “la presunta verificación de la especulación psicoanalítica”, “aquellas fuerzas que vuelven al texto freudiano casi teóricamente inoperante”, “la lógica explicatoria del malestar en la cultura es a la vez tautológica y circular” y otras de parecido tenor.

Pero si se presta la suficiente atención se descubre que para Bersani, “el psicoanálisis es un intento sin precedentes de brindar, precisamente, un relato teórico de esas fuerzas que obstruyen, socavan y hacen estragos en los relatos teóricos mismos”. A pesar de la aparente tautología, esta perspectiva anularía las oposiciones entre la teoría y la práctica, y entre el pensador y la historia o, al menos, las pondría en un discreto segundo plano.

Desde este anclaje el libro se propone ir más allá que el señalamiento de las tensiones que refieren a algo “extraño, menos familiar que los ajustes siempre necesarios de la teoría a las coacciones empíricas”. Y lo extraño menos familiar va a ser precisamente aquello por lo cual el texto freudiano va ser objeto de una lectura similar a la que se realiza con una obra de arte.

Entrar en la esfera de la obra de arte implica, al menos, una categorización de la misma. Es interesante ver que para Bersani “los artefactos de arte son metáforas materiales de los movimientos de la conciencia que no ‘pertenecen’ intrínsecamente a ningún dominio cultural en particular sino que, en todo caso, cruzan transversalmente, por así decirlo, la extensión completa de la expresión cultural”.

El cruce transversal permite, tal como está planteado, incluir un texto como el psicoanálisis, en tanto se lo puede presentar como un intento de dar cuenta teóricamente de ese movimiento de conciencia. Es decir, el psicoanálisis como cualquier otra obra de arte problematiza sus propias aspiraciones de estructuración y formalización y en ese sentido será abordada.

El malestar en la cultura es la piedra de toque para poner a prueba y mostrar una relación específica entre el significado y la movilidad textual, relación que caracteriza al lenguaje literario y que se manifiesta en una cierta insistencia que erosiona los enunciados y termina bloqueando la interpretación. Lo impactante del discurso freudiano, para Bersani, es que al interpretar estas fuerzas erosivas, ejemplifica en el mismo discurso el proceso de erosión y en consecuencia deja ver la inestabilidad de una teoría que presenta sin tapujos sus impassesy se desliza sin reservas al campo de lo artístico.

Un ejemplo ilustrará mejor el método de lectura. En el análisis del ensayo sobre Leonardo da Vinci, Bersani señala la ambigüedad de Freud en las interpretaciones de las causas de la sublimación y de la curiosidad científica. En un momento de su argumentación sostiene que se debe al modelo traumático derivado de lo materno (madre misteriosa, amenazante y “excesivamente” amorosa). Pero esta afirmación debe coexistir con la observación acerca de que en la sublimación habría “un componente instintivo de deseo sexual” que escapa a la represión y, desde el comienzo mismo es transformado en curiosidad sexual.

Planteo que lleva al autor de El cuerpo freudiano a concluir que “la sexualidad proveería entonces la energía al pensamiento sin definir sus términos” y por lo tanto, tendríamos “una versión no referencial de pensamiento sexualizado”. El ensayo de Leonardo propondría un tipo de sublimación en la que las formas culturales serían reproducciones de las fantasías sexuales pero esto debería redundar en una reelaboración de la concepción del padre en la relación edípica. Entonces una conciencia sexualizada y su correlato, la aporía en la construcción teórica.

La misma modalidad se repite en las lecturas siguientes que toman a Mallarmé – La siesta de un fauno – y Beckett – Molloy , Malone muere , El innombrable –, los bajorrelieves asirios, el Retrato de una dama de Henry James en un ir y venir con la obra de Freud: El malestar en la cultura , Más allá del principio del placer (trabajo que Bersani piensa como una tensión entre una narrativa filosófica y un tipo de repetición estetizante) y los Tres ensayos de teoría sexual como pivotes de la teoría.

Una mención aparte merece la relación entre Sade y Pasolini ( Salò ) que se formula como una relación entre dos tipos de discurso: el de Sade, un argumento filosófico que se expresa a la manera de una representación novelística con “escenas traumáticamente persuasivas” y el de Pasolini como un discurso “autoreflexivo en términos fílmicos que repite y desvía la violencia narrativa hacia reconocimientos formales”, el mismo recurso narrativo que se señala en el Más allá… Alejado por propia decisión de los planteos lacanianos de la subjetividad y del goce (las únicas referencias a psicoanalistas son las de Laplanche y lejanamente a Reich), la búsqueda y la lectura de Bersani se mueve sin embargo en la vía del significante y la repetición.

Atento a las rupturas y argumentaciones freudianas, su proximidad con los recursos de la crítica literaria y de la semántica lo hacen un lector inteligente y un escritor erudito que se propone como una alternativa de interpretación por fuera de la validación científica del psicoanálisis.

En la andadura de las grandes preguntas de la filosofía que subyacen a los planteos del psicoanálisis y la literatura, y lejos de las disputas por la salud mental, la alabanza del pragmatismo y las inmediateces del materialismo, este libro nos retrotrae a la tradición por la búsqueda del sentido y la valoración de la ambigüedad y del conflicto.