Charlotte d’Ingerville y otros relatos eróticos 12 Jun 2009

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El País | Montevideo | J. G.

 

Esta recopilación reúne relatos eróticos póstumos del ensayista y narrador Georges Bataille (Francia, 1897-1962), uno de los intelectuales más influyentes y controvertidos de su país en el siglo XX. Los protagonistas de los dos primeros ("El muerto" y "Julie", éste inconcluso) se llaman igual y se presume que Bataille pensaba unir ambos textos en una novela. Se trata de relatos vertiginosos, delirantes, compuestos de cuadros breves, casi teatrales, donde los personajes disparan frases rápidas y secas mientras comen y beben compulsivamente y, en el caso de "El muerto", mantienen relaciones sexuales desenfrenadas que se describen con pocas palabras. Los dos siguientes ("Charlotte d`Ingerville" y "Santa") son más pausados y descriptivos y formaban parte de un proyecto de tetralogía titulado "Divinus Deus" que Bataille no terminó. Ambos pares de textos están complementados por borradores de ensayos que el autor pensaba adjuntarles a modo de prefacios y por una sección de apuntes denominada "Esbozos".

Como el marqués de Sade, que tanto lo influyó, Bataille combinó narrativa y filosofía. Habitante de un siglo brutalmente irracional, en el que el confiado modelo occidental de reflexión filosófica se volvió casi imposible, intentó comunicar su experiencia y sus ideas mediante sensaciones más que con argumentos. Su principal interés estuvo centrado en aquellas experiencias que en vida "anuncian" la muerte, en particular "el excesivo goce de la carne" y el dolor. Fue cristiano y perdió la fe, pero no la religiosidad, que para él era el impulso de superar el miedo de no existir para alcanzar una especie de disolución que a veces identificó con el éxtasis. En consecuencia, lo fascinaron todos los fenómenos vinculados a experiencias de ese tipo, incluyendo la remota expresión de un delincuente chino fotografiado, a principios del siglo XX, mientras era públicamente viviseccionado por varios verdugos, o la mirada en blanco de su padre sifilítico y ciego al orinar.

Puesto que la experiencia interior que se tiene del erotismo debe situarse "en el plano donde se sitúa la religión", los protagonistas de los relatos que componen Charlotte... (en especial las mujeres, más expertas y decididas, verdaderas bacantes) son como sacerdotes y sacerdotisas que, mediante la "voluptuosidad", se sacrifican a un éxtasis, a un "punto de deslumbramiento", que siempre parece estar cerca y sin embargo nunca se alcanza. El resultado no es, naturalmente, la felicidad ("sé que la desgracia es el precio de la voluptuosidad", dice uno de los personajes femeninos), sino un agotamiento cada vez más triste cuyas únicas salidas son el llanto y la vuelta a una vida normal (para Bataille la salida cobarde) o la muerte.

Aunque la religiosidad de Bataille puede calificarse de contraproducente, una especie de magia negra intelectualizada, el discurso que empleó para comunicarla y muchas de las ideas e intuiciones que lo conforman tienen interés para todo aquel que haya reflexionado sobre las fronteras de la experiencia humana. Si se leen con atención, los relatos y borradores de ensayos de Charlotte… acercan al lector a esas fronteras, donde, según Bataille, el individuo invariablemente se topa con el horror a la no existencia.