Erótica del duelo 17 Ago 2006
La Voz del interior | Gustavo Pablos
La medicina se ha convertido en algo social, no sólo individual, por lo tanto en una pastoral”, dice Jean Allouch. Y agrega: “Los médicos ya no son sólo custodios de la enfermedad, sino también del comportamiento de la gente sana. Y ese es uno de los problemas a los que se enfrenta el psicoanálisis”, asegura.
El psicoanalista francés estuvo en Córdoba para dictar el seminario “El amor Lacan: Paciente continuación”, organizado por la École Lacanienne de Psychanalyse, y brindó una conferencia sobre las razones por las que el psicoanálisis no pudo cumplir el deseo de Freud de no caer en manos de médicos y religiosos. Problema que lo conduce a intentar señalar cuál es el registro donde el psicoanálisis encontraría su lugar.
En el diálogo que sostuvo con este diario se refiere también a la falta de legitimación que enfrenta el psicoanálisis y al peligro de “desaparecer si se lo integra a la práctica social de la salud mental”.
Allouch sostiene que “los psicoanalistas han intentado, también, construir lo que yo llamaría lesiones falsas, lesiones definidas por la teoría”. Y asegura: “Muchos psicoanalistas dicen que primero hay que tener un diagnóstico para saber qué tratamiento seguir. Sin embargo, en la práctica psicoanalítica, cuando una persona le habla a otra, no hay necesidad de establecer previamente un diagnóstico. Algunos imaginan que el diagnóstico ayuda para psicoanalizar, para intervenir, pero no es así. El psicoanálisis no es una medicina”.
El teórico francés sostiene que “Lacan radicalizaría lo que Freud había realizado de manera parcial”. Y argumenta que “en Freud las cosas ya están fuera de la medicina, pero él permanece dentro de la medicina”, dice.
–En la actualidad, ¿cómo funciona el psicoanálisis respecto al modelo médico?
–Ahora la medicina se ha convertido en algo social, no sólo individual, por lo tanto en una pastoral. Esto se puede ver, por ejemplo, en la prohibición de fumar, en la dietética, que dice qué se debe y qué no se debe comer, etcétera. La medicina se convirtió en una medicina de la población. Entonces, los médicos no sólo son custodios de la enfermedad sino también del comportamiento de la gente sana. Y ese es uno de los problemas a los que se enfrenta el psicoanálisis. En Francia hay psicoanalistas que buscan ser legitimados por el Estado, y eso significaría constituirse en pastores de las poblaciones. Pero el psicoanálisis está más del lado de lo que la sociedad no puede controlar, del lado del loco, de quien tiene síntomas. El lugar del psicoanalista –En una oportunidad sostuvo que el psicoanálisis puede desaparecer por una acción policial...
–Cuando hablé de eso pensaba en el movimiento de Port Royal en Francia, que se acabó cuando la armada del rey Luis XIV llegó al lugar de reunión y los mandó a cada uno a su casa. A partir de esa dispersión se acabó el movimiento. En la actualidad no se daría de la misma manera, pero sí es posible el surgimiento de una reglamentación semejante a la que propicia la desaparición de las sectas. No sería extraño que los funcionarios de la política establezcan un sistema de leyes y prohibiciones que pueda caer, incluso, sobre la práctica del psicoanálisis. Una manera de hacerlo desaparecer sería integrándolo a la práctica social de la salud mental. Ese es un peligro, y algunos psicoanalistas quieren eso, quieren servir al Estado. –¿Cuál es su posición ante esta situación?
–Desde mi punto de vista tenemos que aceptar una posición marginal, que no se relacione con lo oficial y lo legal. Lacan decía que los psicoanalistas no tienen una profesión; practican, sí, una profesión, pero con la máscara de psiquiatras, psicólogos, etcétera. El psicoanálisis no es una profesión, no puede constituirse como un colegio o como un grupo de gente que realiza una determinada práctica de manera semejante, porque eso no es verdad. Las diferencias singulares de cada uno de los psicoanalistas y de los análisis son más importantes que los supuestos puntos en común. Disciplina en cuestión
–¿Qué opina de las críticas al psicoanálisis que provienen de otras formas de terapia y de las neurociencias? –Ah, yo no conozco bien esas críticas, no me interesan. Leo algo de vez en cuando. El asunto es un poco complicado. Las que vienen de las neurociencias suponen que el psicoanálisis es una psicología, y que las neurociencias estarían del lado de la neurología. Pero lo que se olvida en todo ese asunto es que Freud era neurólogo, no era psiquiatra, por lo tanto la manera de problematizar sus asuntos provenían de la neurología, no de la psiquiatría. En la neurología se encuentra el origen del psicoanálisis, y cuando las críticas vienen de la neurología muchas veces son buenas.
–Más allá de las críticas externas, ¿considera que el psicoanálisis está en crisis?
–La crisis es permanente. En más de 100 años no hubo un momento de estabilidad. Creo que es muy difícil atribuir la crisis de este momento a una sola cosa, porque hay muchas corrientes. Antes que decir que existe una crisis en singular, conviene plantear que coexisten muchas crisis de orígenes diversos. Está la crisis de la corriente del psicoanálisis intersubjetivo en Norteamérica, también la de los lacanianos que no han decidido su posición respecto a Freud, que no saben claramente cómo situarse, y muchas otras. Es decir, son crisis locales que tienen que ver con cuestiones de cada uno de los grupos, y que obedecen a posiciones diferentes. Las instituciones dan indicaciones de cómo leer, y el psicoanalista que pertenece a una institución o a un grupo adopta, a veces sin saberlo, una manera de practicar el análisis, de leer, de teorizar, de pensar.