De parte de las cosas 14 Sep 2024
La Voz del Interior | Eugenia Almeida
El escritor francés ha sido llamado “el poeta de las cosas”. Qué libros de él se han traducido al castellano y se consiguen en Argentina.
¿Qué son las cosas? ¿De qué están hechas? ¿Cómo se arma y desarma ese puente –ese abismo– que es el lenguaje?
Según el Antiguo Testamento, nombrar las cosas fue el artilugio que usó Dios para crearlas. Los humanos, entregados a las palabras, sólo podemos utilizarlas para rodear las cosas, para reconocerlas en un grado mínimo, un atisbo, un roce. Asumir el lenguaje no como herramienta de descripción sino como aparejo de percepción. Las palabras como el bastón de un ciego, una nueva forma del tacto, dejar que el contacto sea eco, vibración, y escuchar ahí algo de la esencia de las cosas. Las palabras como la varilla del rabdomante.
Francis Jean Gaston Alfred Ponge nació en Francia en 1899. Empezó a escribir poemas a los 15 años. Trabajó como periodista, como empleado en Hachette, como editor, como vendedor de seguros, como profesor de la Alianza Francesa en París. Fue sindicalista y militante comunista. Participó en las dos Guerras Mundiales y fue miembro de la Resistencia francesa. Murió el 6 de agosto de 1988.
Muchos lo han llamado “el poeta de las cosas”. Lo que se ha vuelto un lugar común quizás debería desarmarse por su núcleo. ¿Ponge puede ser definido como un poeta? ¿Alcanza con eso? ¿Podríamos llamarlo filósofo? ¿Habría que inventar una nueva categoría que cobije su trabajo?
Dice Ponge en su libro Proemios: “Lo que me importa es captar un nuevo objeto casi todas las noches, extraer de él a la vez un goce y una lección; me instruyo y me divierto así, en fin: a mi manera”.
Al hablar de los poemas, dice: “Al menos para mí, los que escribo son en cada caso como la nota que intento registrar cuando de una meditación o de una contemplación brota en mi cuerpo el destello de unas palabras que lo refresca y lo decide a vivir por unos días más”.
Esa bellísima rutina irrepetible: mirar algo –el fuego, un molusco, los árboles, el musgo, un cigarrillo, el agua, una vela, una naranja, un pedazo de carne– y describirlo. Pero haciendo un movimiento oblicuo, desplazado, que se sale del carril conocido y muestra algo que estaba allí pero que no habíamos visto antes. Ponge revela algo, nos ayuda a abrir los ojos por fuera de la mirada domesticada para que –quizás por primera vez– veamos.
Hay que leer Caracoles para entender hasta dónde llega esa potencia increíble del escritor francés. Nunca se vuelve a ver del mismo modo un caracol. Nunca volvemos al mismo mundo. Ahora una mariposa es un “fósforo volante” o un “minúsculo velero de los aires”.
Ponge despierta entusiasmo en muchos de sus colegas, a lo largo de los años. Pero conmueve constatar el efecto que causa en lectores anónimos. En 1972, el diario Le Monde hace una encuesta entre estudiantes de la escuela primaria y Ponge resulta elegido como su poeta preferido. Actualmente, uno puede contactarse en línea con la “Sociedad de Lectores de Francis Ponge” (S.L.F.P.), una organización que se ocupa de difundir el trabajo del escritor francés.
La Revista Sur, dirigida por Victoria Ocampo, supo reconocer la importancia de su obra anticipándose décadas, cuando publicó algunos de sus escritos en 1942 y 1947 (en este caso, con traducción de Jorge Luis Borges).
Durante mucho tiempo fue difícil acceder a los libros de Ponge. Afortunadamente, eso cambió. En 2016, la editorial Gog & Magog recuperó un libro que había marcado huella: Antología crítica, bajo el cuidado del poeta chileno Waldo Rojas, quien se ocupó de la selección, la introducción, la traducción y las notas. En 2017, El cuenco de plata publicó De parte de las cosas en una edición bilingüe –con traducción del poeta Silvio Mattoni– y agregó en ese volumen Doce pequeños escritos y Proemios, publicados en su lengua original en 1926 y 1948, respectivamente. Ya en el año 2000, la editorial Adriana Hidalgo había publicado Métodos, una obra de 1971, también con traducción de Mattoni.
El mundo siempre es el mundo. Lo único nuestro es la mirada, el modo en que dejamos que las cosas y los seres nos alcancen. Quizás podamos tratar de vivir en una “frecuencia Ponge” y esperar sus efectos prodigiosos.