Fanon 25 Feb 2024

Fanon, anti-racista y anti-colonialista

Revista Ñ | Kit Maude

  • En Fanon, cuenta la difícil experiencia pasada y presente de la comunidad afro-americana.

 

Es sintomático del conservadurismo crónico del establishment literario que un escritor como el estadounidense John Edgar Wideman haya pasado una carrera de más de medio siglo tildado con la etiqueta “experimental”. De hecho, es parte de una tradición que ha figurado en la corriente canónica por más de un siglo, y incluso desde mucho antes. Sus riffs salvajes, basados en monólogos interiores y flujos torrenciales de prosa, repletos de saltos abruptos de ideas y una alta sensibilidad juguetona, seguramente tienen un carácter original, pero no se puede describir su estilo como algo nuevo. Sería cómo llamar al motor de combustión tecnología del última generación.

Mucho más acertado sería describir a Wideman como un escritor experiencial. Igual que Joyce en su momento, Wideman usa sus vivencias personales y las historias y traumas compartidas en su comunidad para producir una escritura inmediata y torrencial, llena de energía y de un humor corrosivo, de una estructura impulsiva e intuitiva.

Sin embargo, a diferencia del irlandés, donde Joyce escribía desde una posición de cierta esperanza para el futuro de Irlanda, el gran tema de Wideman ha sido la historia pasada y presente de la comunidad afro-americana, una historia plagada de más tragedia que triunfo, cuyo presente, a pesar de los logros enormes del último medio siglo, difícilmente se podría describir como enteramente esperanzadora.

Junto a esto, aunque por supuesto relacionadas de manera intima, están sus tragedias personales, entre otras cosas la cadena perpetua de su hermano y la condena de su hijo adolescente por un asesinato aparentemente cometido sin provocación. Si la escritura de Wideman está llena de los circuitos cerrados de violencia, pobreza y discriminación, es porque lo ha vivido en persona.

A pesar de eso, sus textos de suelen ser notablemente divertidos; es una de esas transformaciones alquímicas de las que sólo es capaz la literatura, a pesar de una materia prima melancólica. Los lectores de Wideman pueden confiar: encontrarán medidas generosas de dicha y una buena apreciación de lo que la vida tiene para ofrecer. Aquí el estilo tiene mucho que ver. Lectores hispanoparlantes de esta traducción (un logro impresionante de Pablo Ingberg; para tener una idea de las dificultades enfrentadas, basta leer la nota del traductor al fin del libro) probablemente se encontrarán pensando en maestros del alto juego literario como César Aira o Enrique Vila-Matas. Se podría afirmar que en un mundo mejor, Wideman probablemente se habría sido distinguido como uno de los grandes magos de las letras norteamericanas.

Pero el mundo no es mejor, y Wideman no puede escapar de sus imperativos morales. La novela Fanon es una nueva manera de aproximarse a los temas de siempre. Su premisa es escribir una biografía novelizada del psicólogo y militante anti-racista y anti-colonialista martinicano Frantz Fanon, un defensor abierto de la violencia como recurso político.

Sin embargo, como estamos en el universo de Wideman, no pasa mucho tiempo sin que nos encontremos haciendo varios saltos conceptuales al punto de vista de un escritor inventado, Thomas, que recibe una cabeza decapitada por correo, o a Wideman mismo acompañando a su madre a visitar a su hermano en la cárcel, o caminando por las calles de Homewood, escenario frecuente de su escritura, y otros barrios de Nueva York, para volver a escenas imaginadas de la vida de Fanon antes de zambullirse en una entrevista inventada con el cineasta Jean-Luc Godard que se transforma en un guion protagonizado por la madre del autor...

Con una escritura así la única opción para el lector es dejarse llevar donde el narrador quiera, pero aquí lo hace con la certeza de encontrar momentos de sublime literario, signados con picos de algarabía, ira y profunda tristeza. Una experiencia única que no se encuentra fuera de la mente extraordinaria de John Edgar Wideman.